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In memoriam
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Recuerdo personal de Jaime Botín

El banquero, fallecido a los 88 años, fue un liberal y gran coleccionista de arte

Jaime Botín, en una foto de archivo, en Santander.
Jaime Botín, en una foto de archivo, en Santander.ULY MARTIN

Ha fallecido a los 88 años el empresario, banquero y filántropo español Jaime Botín-Sanz de Sautuola. Trabajé con Jaime —que no permitió desde el principio utilizar el “don” típico de la época y de la banca— más de 35 años seguidos como secretario general y del consejo de Bankinter y consejero de Línea Directa Aseguradora y, en lo que hoy más importa, como su abogado más directo y personal y miembro de su círculo de amistades. Aquel consejo inigualable me permitió conocer de cerca a personajes como don Emilio padre, Emilio hijo, don Elías Masaveu, Berge, Chapaprieta y Secades entre otros.

Jaime era distinto de los demás banqueros y de otros grandes empresarios que he conocido por su inmensa cultura y su diversidad de intereses y aficiones, destacando en toda las cuales destacaba, sin demérito, naturalmente, de ninguna otra persona. Inteligente, brillante, cosmopolita, moderno, poliglota, deportista, pragmático y lleno de curiosidad y de aficiones, fue un verdadero liberal —en un país donde tan pocos abundan— y un hombre independiente, abierto al mundo internacional, a la innovación y al progreso.

Persona rodeada de enorme discreción y prudencia, su independencia le llevó a gestionar de manera muy personal tanto los negocios del Grupo Bankinter, como las empresas familiares y su vida personal. Fue capaz de conducir esta última y de superar las tragedias de su juventud y de su madurez con un carácter recio y una autoridad indiscutible que aplicó a los negocios de manera ejemplar, fuera de los círculos de influencias y del capitalismo de amigos frecuentes en España.

Entre sus múltiples aficiones quisiera destacar el interés por la literatura, la filosofía a la que, ya maduro, dedicó horas de estudio y reflexión y el coleccionismo de arte. Su colección —gran parte depositada en el Centro Botín de Santander del que representa su joya principal— es un conjunto de culto que el coleccionista reunió a lo largo del tiempo con la elegancia y elitismo que le eran propios: Bacon, Matisse, Gutierrez Solana, Vázquez Díaz, Nonell y uno de los mejores Sorollas en colecciones privadas y artistas cántabros como el gran Pancho Cossio. Un penoso episodio acaecido en los últimos años y fruto de una interpretación rigorista y desproporcionada de una legislación obsoleta y aplicada de un modo sobre el que aún no se ha dicho la última palabra, para nada puede empañar la limpia trayectoria empresarial y personal de Jaime Botín.

Si tuviera que quedarme con una de sus virtudes sería con la magnífica educación que supo impartir a sus cinco hijos. Todos ellos, cada uno en lo suyo, han continuado esa estela de brillantez, de autonomía, de mundo y de personalidad que caracterizaba a Jaime Botín.

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