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Cómo hacer que los superricos paguen hasta 250.000 millones más en impuestos

El economista Gabriel Zucman propone un marco común para que los individuos más pudientes del mundo abonen al menos un 2% de su riqueza

Elon Musk, one of the richest men in the world, in Los Angeles, California, last April.
Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo, en Los Angeles, California, el pasado abril.Mario Anzuoni (REUTERS)
Laura Delle Femmine

¿Cómo hacer que más ricos del mundo paguen más impuestos? Algo que hace años podía parecer ciencia ficción, cuenta ahora con una propuesta concreta, plasmada en un informe encargado por la presidencia brasileña del G-20 al economista francés Gabriel Zucman, director del Observatorio Fiscal de la Unión Europea, discípulo del referente en desigualdad y distribución de la renta Thomas Piketty, y uno de los mayores expertos en evasión y elusión fiscal internacional. Según el documento, si los individuos más pudientes del mundo —las cerca de 3.000 personas cuyo patrimonio supera los 1.000 millones de dólares, que son unos 935 millones de euros al cambio actual— pagaran cada año al menos un 2% de su riqueza, los Estados tendrían entre 200.000 y 250.000 millones de dólares en ingresos adicionales a nivel mundial.

El documento llega en un momento propicio para introducir el debate. Por muchas razones: cada vez hay más riqueza concentrada en menos manos, la contribución de los milmillonarios al fisco ha ido menguando, las herramientas a disposición para seguir los flujos de dinero e intercambiar información entre países están más que maduras y, por último, pero no menos importante, ya se ha logrado un consenso internacional entre más de 140 países para que las mayores multinacionales del globo paguen un impuesto mínimo del 15%. De hecho, la propuesta del economista calca en parte el diseño de esta figura.

La propuesta base prevé que las personas con una riqueza total de más de 1.000 millones entre inmuebles, acciones, participaciones en empresas y otros bienes, paguen al menos el 2% de su patrimonio total, siempre y cuando no contribuyan ya a la hacienda pública en esa cuantía en impuestos personales sobre la renta. “No sería un impuesto global, sino un marco, un estándar común para reducir la regresividad que se produce en lo más alto de la distribución de la renta”, ha aclarado el mismo Zucman en la presentación virtual del informe, celebrada este martes. Por otro lado, los países podrían aplicar mecanismos de “recaudación de impuestos de última instancia”: es decir, exigir lo que los demás renuncian a ingresar por no aplicar el marco común.

El economista defiende que esta aportación del 2% se calcule sobre la riqueza y no sobre los ingresos, ya que se trata de una magnitud más difícil de manipular y ocultar. En el escenario base, la recaudación adicional para los Estados sería de entre 200.000 y 250.000 millones, una media de más de 80 millones por cabeza entre los 3.000 superricos llamados a abonar el tributo, pero también se exploran otras opciones. Si el marco se ampliara a las personas con un patrimonio neto superior a 100 millones de dólares, se obtendrían entre 100.000 y 140.000 millones de dólares al año adicionales; si la tasa fuera del 3%, la recaudación se movería entre los 550.000 y los 690.000 millones de dólares, de los cuales el 55% procedería de los milmillonarios.

El triple que hace 25 años

La fortuna de los megarricos se ha triplicado en los 25 últimos años. Si en 1985 suponía el 3% del PIB global, ahora es el 14%. Pero no ha crecido al mismo ritmo su contribución a la hacienda pública. Al contrario, su aportación en términos de impuestos personales, como renta y patrimonio, está en un 0,3% de su riqueza total, ya que disponen de herramientas para eludir el pago de impuestos —como sociedades patrimoniales o estructuras similares—. EE UU, la llamada tierra de las oportunidades, es la cuna de las personalidades más pudientes del planeta, desde Bill Gates a Elon Musk, que son aquellas que estarían llamadas a elevar su aportación a las arcas públicas.

El documento, publicado por el Observatorio Fiscal de la UE —un centro de investigación financiado con fondos europeos— no plantea un impuesto global ni una herramienta única para implementar su propuesta, sino un “un estándar flexible que respete la soberanía nacional”. Podría concretarse en una modificación al impuesto sobre la renta que abarque una definición más amplia de los ingresos o en un tributo sobre la renta presunta. Es decir, los Gobiernos podrían elegir qué medidas tomar. “No debería verse como un impuesto a la riqueza, sino como una herramienta para fortalecer la imposición sobre la renta”, se lee en el informe. Además, recuerda que la medida puede aplicarse “con éxito” aunque no lo implementen todos los países: “No sustituiría, sino que apoyaría las políticas impositivas progresivas nacionales”.

Encargo del G-20

Hace un puñado de años parecía imposible que más de 100 países se pusieran de acuerdo para que las grandes multinacionales pagaran más impuestos. Pero no solo se ha alcanzado un consenso, sino que en general se ha impuesto una reflexión sobre la necesidad de devolver progresividad a unos sistemas fiscales que han ido gravando cada vez más las rentas del trabajo y cada vez menos a las del capital. Y en dentro de este nuevo impulso se enmarca la propuesta del observatorio.

El pasado febrero, la presidencia brasileña del G-20 invitó a Zucman a São Paulo para que explicara a los ministros de Finanzas del club de los países más ricos cómo mejorar la progresividad del sistema fiscal, cada vez más anquilosada. El economista lanzó entonces su propuesta para gravar a los multimillonarios a nivel internacional, y el organismo le encargó un informe para analizar la viabilidad y los detalles de su plan.

“Este es el inicio del debate. Y uno de los grandes méritos de esta propuesta es que es flexible. Por lo tanto, los países pueden implementarla de diferentes maneras”, ha subrayado durante la presentación del documento Felipe Antunes de Oliveira, coordinador de Asuntos Financieros Internacionales del Ministerio de Hacienda brasileño. “En menos de cuatro meses, ya hay varios países que apoyan esta idea”, ha asegurado Zucman, quien ha mencionado, entre otros, a España, Francia, Brasil, Sudáfrica, Colombia y Bélgica.

“Los sistemas tributarios contemporáneos, en lugar de ser progresivos, no gravan de manera efectiva a las personas más ricas”, destaca el documento titulado Un plan para una norma tributaria mínima efectiva coordinada para individuos con un patrimonio neto ultraelevado. “Este fracaso priva a los gobiernos de ingresos fiscales sustanciales y contribuye a concentrar los beneficios de la globalización en relativamente pocas manos, socavando la sostenibilidad social de la globalización económica”.

Tareas pendientes

El informe, sin embargo, reconoce que aún queda recorrido por hacer. Por un lado, siguen existiendo lagunas en materia de intercambio internacional de información que dificultan identificar a los verdaderos dueños de los activos. Estas carencias se podrían paliar a través de los informes país por país —una declaración informativa que presentan las mayores multinacionales, siguiendo estándares de la OCDE, sobre su contribución en los países donde operan— y añadiendo detalles sobre los propietarios efectivos de las mismas, ya que el grueso de la riqueza de los más acaudalados llega de su participación en grandes grupos. Por ejemplo, identificando a los individuos que poseen más del 1% de las acciones.

Los cálculos de los economistas también destacan que el impacto de un impuesto mínimo a los multimillonarios tiene que ponerse en contexto: el rendimiento de la riqueza antes de impuestos de los milmillonarios ha sido del 7,5% en promedio al año en las últimas cuatro décadas. Esto significa que una aportación del 2% solo les afectaría de forma limitada, y vista la cantidad exigua de población afectada, es más que probable que no tenga impacto sobre el crecimiento económico mundial.

Por otro lado, está el eterno problema de un mundo globalizado, en el que es extremadamente fácil cambiar de residencia a un país con menor presión fiscal o, en este caso, que no participe en el diseño de un impuesto global a los más ricos. Pero no es condición sine qua non: “No es necesaria la participación de todos los países para que la norma sea efectiva: la implementación efectiva de la norma por una masa crítica de países sería suficiente para frenar una carrera hacia el abismo”.

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Sobre la firma

Laura Delle Femmine
Es redactora en la sección de Economía de EL PAÍS y está especializada en Hacienda. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Trieste (Italia), Máster de Periodismo de EL PAÍS y Especialista en Información Económica por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
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