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La energía fósil recibe nueve veces más ayudas que el coche eléctrico, las bombas de calor y la eficiencia

“Cuanto más rápida sea la transición, más se ahorrarán las arcas públicas, las empresas y los hogares”, dice la AIE. El mundo emergente y en desarrollo concentra el grueso de las subvenciones al petróleo y el gas

Ignacio Fariza
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Un hombre carga su coche eléctrico en una calle da Barcelona.Albert Garcia

La crisis energética ha tenido un doble efecto. Ha supuesto, por un lado, un potente aldabonazo para la transición a las energías renovables, no solo más limpias sino también mucho más económicas que sus pares de origen fósil. Por otro, ha forzado a los gobiernos de medio mundo a redoblar las ayudas al gas, al gasóleo y a la gasolina para proteger a sus sufridos consumidores y evitar que la crisis inflacionista fuese a mayores. El resultado de esta segunda fuerza es que en 2023 las ayudas públicas a los combustibles sucios en todo el mundo fueron nueve veces mayores que las aplicadas a los coches eléctricos, la eficiencia energética y las bombas de calor: 574.000 millones de euros frente a menos de 65.000, según las cifras publicadas este jueves por la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

“La necesidad de mantener un precio de la energía asumible es la razón por la que muchos Gobiernos, sobre todo en países emergentes o en desarrollo, han intervenido. Pero eso también introduce barreras al cambio, sobre todo cuando, tras esa intervención, el precio de los combustibles fósiles queda por debajo de su valor de mercado”, apuntan los técnicos del organismo con sede en París, que critica estas ayudas por “poco focalizadas” y por beneficiar “desproporcionadamente” a las rentas más altas, que también son las que más energía consumen.

La conclusión del brazo energético de la OCDE es nítida: lejos de lo que aún se piensa en algunos ámbitos de la sociedad —sobre todo, por los años de renovables fuertemente privada— un rápido desarrollo de las tecnologías limpias no solo no encarece el precio final de la energía sino que lo abarata. “Poner al mundo en la senda de cumplimiento del objetivo de cero emisiones netas en 2050 requiere nuevas inversiones, pero también reduce los costes de operación del sistema energético global a más de la mitad respecto al escenario al que se llegaría con las políticas actuales”, se lee en el estudio.

El sol y el viento, enfatiza, son desde hace tiempo las dos tecnologías más baratas para generar electricidad. Los vehículos eléctricos, aunque aún algo más caros que los de combustión, acaban saliendo más económicos a lo largo de su vida útil porque la luz es notablemente más barata que la gasolina y el diésel; una brecha que, lejos de acortarse, se ensancha cada vez más. Y las bombas de calor, también conocidas bajo el nombre de aerotermia, son notablemente más eficientes que las calefacciones de gas natural y los aires acondicionados tradicionales.

“Cuanto más rápida sea la transición energética, más económico será también para las arcas públicas, para las empresas y para los hogares”, sintetiza el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol. Si, por el contrario, “políticos y líderes industriales posponen la inversión hoy, todos terminaremos pagando de más mañana: la forma de hacer que la energía sea más asequible es acelerar la transición, no ralentizarla”, agrega al tiempo que llama a “hacer mucho más” para ayudar a los hogares, las comunidades y los países de menor renta en el tránsito a las tecnologías limpias.

Reparto de cargas

Casi la mitad de la inversión para el cambio energético (el 45%) la acometen las empresas privadas, según las cifras de la Agencia, mientras que el 35% recae sobre las espaldas de los Estados y el 20% restante, de los hogares. Cada uno de ellos, con sus propios desafíos: los Gobiernos ven “restringida” su capacidad por sus propias limitaciones fiscales y su endeudamiento; las compañías más intensivas en energía encaran una “intensa” competencia internacional y unos márgenes, en muchos casos, reducidos; y la mayoría de inversiones limpias de los hogares las acometen las familias de mayor renta.

“Sin más políticas [de apoyo], el despliegue de los paneles solares [de autoconsumo], la aerotermia o el coche eléctrico será mucho más lento de lo requerido”, avisan los especialistas de la AIE.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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