El ajuste del IRPF a la inflación ahorraría 230 euros a las rentas medias y 1.700 a las más altas
El Consejo General de Economistas ve de difícil justificación que Hacienda no haya deflactado el impuesto
Los contribuyentes españoles habrían ahorrado entre 230 y 1.700 euros en el impuesto de la renta si el Gobierno hubiera adaptado el IRPF a la fuerte escalada de precios registrada en los últimos años, lo que se conoce como deflactación. Un ejercicio llevado a cabo por el Registro de Asesores Fiscales (REAF) del Consejo General de Economistas —presentado este martes— compara por tramos de ingresos a cuánto asciende el sobrecoste fiscal que supone la no deflactación de la tarifa estatal. Las rentas medias, entre los 30.000 y los 45.000 euros brutos anuales, habrían ahorrado de 232 a 403 euros con un ajuste total del impuesto a la inflación acumulada, del 16,1%. Por su parte, las más altas, que son aquellas que se mueven entre los 70.000 y los 350.000 euros, habrían dejado de pagar entre 611 y 1.707 euros.
La deflactación consiste en ajustar al IPC el impuesto sobre la renta para que el alza de los precios no se traduzca en una subida impositiva que muchos expertos consideran como encubierta. Es decir, se trata de evitar que aquellos trabajadores que han tenido una revalorización salarial —para compensar el aumento de la inflación— tengan que tributar de más, perdiendo por ello capacidad adquisitiva. La simulación del REAF se ha elaborado con las tarifas autonómicas vigentes en 2023 y con el supuesto de adaptación de la estatal, por lo que el ahorro para cada tramo es similar en todos los territorios.
En los últimos años, a raíz del fuerte incremento del IPC registrado, la no deflactación de la tarifa por parte del Ministerio de Hacienda ha propiciado un arduo debate entre el Gobierno y la oposición. Mientras que el Partido Popular reclama el ajuste del impuesto —algo que lleva a cabo en la tarifa autonómica de aquellas comunidades en las que gobierna—, el Ejecutivo defiende rebajas fiscales focalizadas únicamente en las rentas bajas. Y pone como ejemplos el aumento de la reducción por rendimientos del trabajo hasta los 21.000 euros o la nueva subida del mínimo exento hasta los 15.876 euros, el equivalente al salario mínimo interprofesional. La polémica, por lo tanto, está asegurada.
En este contexto, el presidente del Consejo General de Economistas, Valentín Pich, ha criticado que Hacienda y algunas autonomías no hayan deflactado las tarifas, “lo que tiene impacto en la capacidad de ingresos de los contribuyentes”. Es una “decisión política sorprendente” y de “difícil justificación”, ya que el esfuerzo que hacen los hogares para adaptarse a los precios “tendría que ser compartido con la Administración”.
El problema para Hacienda es la pérdida de recaudación que supondría un rediseño de la tarifa en un contexto de ajuste del déficit público, sobre todo cuando desde el Gobierno se han impulsado diferentes rebajas fiscales —en el IRPF, en IVA o en los impuestos especiales— para hacer frente a la inflación. Sin embargo, también hay un problema ideológico y de discurso político, ya que una deflactación del tributo beneficiaría más en términos nominales a las rentas altas.
Según la simulación del REAF, los contribuyentes con más ingresos ahorrarían más cantidades en todos los supuestos: con un ajuste del impuesto al IPC de 2023 (un 3,2%), con uno al incremento del salario medio del pasado ejercicio (5,4%) o con una adaptación total a la inflación acumulada entre 2021 y 2023 (16,1%). Así, mientras que una renta de 30.000 euros retendría entre 46 y 232 euros en función del impacto del ajuste, otra de 45.000 euros dejaría de pagar entre 85 y 403 euros. Esta tendencia se afianzaría al aumentar los rendimientos anuales: un contribuyente con 70.000 euros brutos al año conservaría de 162 a 611 euros, mientras que otro con 350.000 euros dejaría de pagar entre 354 y 1.707 euros.
Esto se explica por la filosofía y el funcionamiento del IRPF. El impuesto, en su vertiente estatal, se estructura en diferentes tramos de ingresos, cada uno con una tasa impositiva que aumenta progresivamente desde el 9,5% inicial hasta el máximo del 24,5%. A medida que los rendimientos aumentan, el contribuyente escala de tramo y comienza a soportar un tipo impositivo mayor, por lo que una persona con altos ingresos —que tiene que pasar por toda la escala hasta llegar a su nivel de renta máximo— también termina beneficiándose de una rebaja en los tramos inferiores.
Cabe recordar, recalca Raquel Jurado, técnica del servicio de estudios del REAF, que aunque en términos nominales se incrementa el ahorro fiscal a medida que crecen los ingresos, en términos porcentuales la tendencia es la contraria. “Para una renta pequeña esa cantidad quizá es más significativa que para una alta, porque es significativamente menos relevante”. Es decir, mientras que un ahorro de 232 euros supone un alivio del 0,77% para un contribuyente que llega a 30.000 euros, otro de 1.700 euros representa el 0,48% para una renta de 350.000 euros.
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