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Los españoles, satisfechos con el trabajo pero con una gran queja: los salarios

Ocho de cada 10 encuestados para EL PAÍS y la Cadena SER dicen estar contentos con su empleo, pero cuatro de cada 10 se consideran mal pagados

Oficina de la consultora Good Rebels en Madrid, en 2022.
Oficina de la consultora Good Rebels en Madrid, en 2022.MOEH ATITAR
Emilio Sánchez Hidalgo

Trabajadores contentos con sus empleos, aunque agotados y con una queja recurrente: los salarios son muy bajos. Esa es la principal fotografía que ofrece la encuesta del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER sobre la satisfacción laboral en España. Los ciudadanos destacan tres retos por encima de los demás: la mejora de los sueldos (aspecto prioritario para casi la mitad de los encuestados), la reducción del paro y la estabilidad de los contratos. Y opinan, por una amplia mayoría (77%), que la explotación laboral es muy o bastante habitual. El sondeo también refleja los temores de la mayoría de los españoles respecto a la inteligencia artificial o el afianzamiento del teletrabajo, puesto que casi un tercio trabajan en remoto de forma total o parcial. EL PAÍS publicará mañana todos los datos del barómetro, junto a una segunda entrega sobre este.

Cuando se habla de la situación particular de cada uno de los encuestados, el retrato es razonablemente favorable. Ocho de cada 10 dicen estar satisfechos con su empleo, en concreto el 82%. Los mayores de 59 años son los más complacidos (88%), mientras que la generación Z (los nacidos entre finales de la década de 1990 e inicio de los 2000) es algo menos eufórica (77%). También destaca la diferencia dependiendo de la clase social: el 84% de los encuestados de clase alta o media alta están contentos con su empleo, frente al 77% de clase baja o media baja. En la misma línea, un 62% relaciona el trabajo con autorrealización; un 58%, con felicidad, y un 57%, con entretenimiento.

Pese a estas cifras positivas, hay una porción importante de empleados que vincula la actividad laboral a conceptos muy negativos. Por ejemplo, el 52% asocia el trabajo con el sentimiento de agotamiento y el 41% lo relaciona con la ansiedad. De nuevo, los jóvenes, las mujeres y las clases bajas hacen el peor diagnóstico: el 46% de los que tienen menos recursos económicos ligan trabajo y ansiedad, mientras que en la cúspide de la pirámide lo hace el 36%. Las mujeres (43%) y los más jóvenes (48%) también mencionan más esos sentimientos que los hombres (39%) y los mayores de 59 años (34%).

Los dos aspectos que más preocupan a los ciudadanos son el sueldo y la estabilidad laboral. De hecho, cuatro de cada 10 se muestran insatisfechos con lo que ganan. Las estadísticas europeas de Eurostat dan la razón a los encuestados y ponen de manifiesto que hay camino que recorrer para reducir la brecha con Europa. El salario medio por un empleo a jornada completa (29.155 euros brutos al año) es todavía inferior a la media europea (33.627) y está muy por debajo del que perciben en promedio los alemanes (44.416), franceses (39.868) o italianos (29.996). La cifra, la última disponible, es de 2021. Ese escenario no ha mejorado en los últimos años, puesto que España está entre los países de la OCDE que más poder adquisitivo se dejaron durante la crisis de precios.

Los datos de España tampoco están entre los mejores si se observan las horas trabajadas (37,8 a la semana), ligeramente por encima de la media (37,3), o el reparto de la jornada a lo largo del día (España es el país con mayor proporción de actividad después de las 18.00 horas). Tampoco si se toman en cuenta las jornadas parciales no deseadas, con el segundo peor dato de la OCDE; los datos de siniestralidad laboral; o la temporalidad, un mal endémico que se ha logrado corregir muchísimo tras la reforma laboral. La variable laboral más contundente, la tasa de desempleo, otorga a España la peor posición: es de un 11,9%. Esa proporción ha mejorado en los últimos años, pero el paro español sigue siendo el doble que el promedio de la Unión Europea.

Según la encuesta de 40dB., la idea muy generalizada de que existe explotación laboral es predominante, ligeramente superior entre las mujeres (78%) que entre los hombres (76%). También cunde más entre desempleados (82%) que entre trabajadores (75%). Y también hay diferencias entre generaciones: quienes menor explotación advierten son los de la generación Z (de 18 a 26 años), un 72% de los encuestados, por debajo del 77% de la generación milenial (de 27 a 42 años), del 78% de la generación X (de 43 a 58 años) y del 77% de los boomers y de la generación silenciosa (de 59 años o más). Aun así, los ciudadanos encuestados también detectan fraude entre los trabajadores. Por ejemplo, ausencias no justificadas (en torno a un 59%).

Según los datos del instituto 40dB., la ciudadanía cree que los autónomos y las pymes son los colectivos que más trabajan. En cambio, señalan a empleados públicos y grandes empresarios como los que menos.

El estudio también aborda la meritocracia al preguntar si para triunfar en el mercado laboral es más importante trabajar duro o tener buenos contactos. El resultado: son tantos los que dicen que el esfuerzo en el trabajo lleva a las personas a prosperar económicamente (66%) como los que sostienen que depende más de los contactos que de la valía (65%). A pesar de que puedan antojarse respuestas contradictorias, estas pueden ser complementarias: con esfuerzo se puede llegar lejos y, a la vez, es habitual que los contactos sean el factor más decisivo.

Desde casa

Otro de los grandes debates tiene que ver con el teletrabajo. Según la encuesta de 40dB., solo el 9% de los empleados trabajan siempre desde casa, mientras que el 24% lo hace a veces. Este dato se asemeja con las estadísticas que viene ofreciendo Eurostat, que indica que en 2022 teletrabajaba generalmente un 7,6% de la fuerza laboral española, por debajo de la media europea (10%) y lejísimos de los países más avanzados, como Irlanda (25%) o Finlandia (23%).

Por generaciones, destaca la implantación en España de este modo de trabajo en la población de entre 27 a 42 años, con un 41% en suma de los que teletrabajan siempre (9%) y los que lo hacen a veces (32%). Esa proporción está muy por encima del 30% del resto de generaciones, incluidos los Z. Es posible que el escaso teletrabajo entre los más jóvenes tenga que ver con las actividades que suelen desarrollar, muy habitualmente en el comercio o la hostelería. Eso también puede explicar que teletrabajen más hombres (37%) que mujeres (28%), dado que ellas son más, por ejemplo, en las actividades que exigen presencialidad, como los cuidados.

Asimismo, hay una clara brecha de clase respecto al teletrabajo: el 41% de clase alta puede hacerlo al menos algunos días, mientras que entre la clase baja se limita al 20%. Las actividades de oficina, las que se pueden desplazar fácilmente a los hogares, normalmente, se retribuyen mejor que muchas de las que exigen presencialidad.

Seis de cada 10 encuestados cree que el teletrabajo es muy o bastante positivo, una proporción que escala hasta el 71% entre la generación milenial, justo la generación que más recurre a él. De ahí que la mayoría de los conceptos que se asocian a él sean positivos: un 74% cree que facilita la vida profesional y laboral, casi la misma proporción que incrementa las oportunidades laborales, y un 57% observa una mejora de la productividad. Sin embargo, también hay aspectos negativos. El 56% considera que disminuye el espíritu de equipo y la mitad de los encuestados creen que genera soledad y aislamiento y que dificulta la desconexión del trabajo, mientras que cuatro de cada 10 señalan que implica cargar más a las mujeres con el peso de la conciliación.

Miedo a un conflicto social por la IA

La inteligencia artificial tiene capacidad para cambiar las tareas del 60% de los empleos del mundo, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los organismos internacionales auguran que estos avances, de los que se ha hablado ampliamente esta semana en Davos, supondrán la destrucción de millones de empleos. Sin embargo, también opinan que, de forma paralela, generarán otros puestos de trabajo que compensarán los eliminados.

La encuesta de 40dB. recoge un importante grado de preocupación respecto a esta tecnología: un 58% cree que destruirá muchos empleos, generando un conflicto social grave. A la vez, otros encuestados ponen el foco en aspectos más positivos, como el 51% que anticipa que ayudará a que se trabaje menos y a que nadie tenga que asumir los empleos menos agradables. En global, casi empatan los optimistas con los pesimistas: el 43% cree que tendrá más efectos positivos que negativos ,y el 41%, lo contrario.

Cuanto mayor es el empleado, menos esperanza tiene respecto a esta nueva tecnología. Dos de cada tres jóvenes de 18 a 26 años cree que la inteligencia artificial permitirá trabajar menos, mientras que entre los mayores de 59 comparte esa opinión algo menos de la mitad. Un 52% de los jóvenes cree que tendrá más efectos positivos que negativos, una reflexión similar a la del 38% de los trabajadores veteranos.

Precisamente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abordó esta semana en el Foro de Davos, ante la élite económica y política mundial, los recelos de parte de la clase trabajadora respecto a esta nueva tecnología. ”Tenemos que escuchar estos temores, tenemos que prestar más atención a las preocupaciones de nuestros trabajadores, nuestros jóvenes, nuestros empleados, los ancianos, y menos atención a las promesas vacías de algunos gurús de Silicon Valley a los que les interesa más conseguir seguidores o trepar por la lista Forbes que el verdadero progreso de la humanidad”, avisó Sánchez.

Los expertos anticipan una revolución en las tareas que las empresas demandarán a la mano de obra, tanto por la inteligencia artificial (la primera tecnología con más capacidad de afectar a empleos cualificados que no cualificados) como por el desarrollo de la automatización. A esto se suman las tensiones demográficas por el envejecimiento de los trabajadores de países avanzados o el desacople entre la formación elegida y las necesidades de las compañías, ingredientes que componen el cóctel de la escasez de empleados en algunos perfiles profesionales. Este desafío parece calar en la opinión pública, que cree que el mercado laboral de la próxima década exigirá más formación y cualificación (51%). En ese apartado, los ciudadanos piensan que el ámbito laboral en este decenio producirá conciliación (34%), desigualdad salarial (26%), autonomía de los trabajadores (24%) y estabilidad laboral (16%).

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Sobre la firma

Emilio Sánchez Hidalgo
Redactor de Economía. Empezó su trayectoria en EL PAÍS en 2016 en Verne y se incorporó a Sociedad con el estallido del coronavirus, en 2020. Ha cubierto la erupción en La Palma y ha participado en la investigación de la pederastia en la Iglesia. Antes trabajó en la Cadena SER, en el diario AS y en medios locales de su ciudad, Alcalá de Henares.

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