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La inversión acelerada en renovables, el mejor antídoto frente a futuras crisis petroleras

La solar y la eólica disminuyen el impacto económico de una escalada abrupta en el precio del crudo y el gas, según la consultora Cambridge Econometrics

Ignacio Fariza
Un parque eólico, en los alrededores de Canberra (Australia), en una imagen de archivo.
Un parque eólico, en los alrededores de Canberra (Australia), en una imagen de archivo.David Gray (REUTERS)

Los países importadores de petróleo, entre ellos España, llevan una vida maniatados ante a los designios de los productores: poco o nada podían hacer frente a un estallido de precios. Así sucedió hace medio siglo, en la crisis del crudo más icónica y dañina de la que hay registros. También el año pasado, tras la invasión rusa de Ucrania. En las próximas décadas, sin embargo, este ramillete de naciones dependientes contará con una poderosa herramienta para reducir su exposición al siempre caprichoso bazar global del crudo: las energías renovables.

Un estallido de precios del petróleo como el de los años setenta de la década pasada reduciría el PIB mundial en hasta 10 billones de dólares (9,2 billones de euros, algo más de siete veces el producto español), según una proyección publicada este lunes por la consultora británica Cambridge Econometrics. Una suma que se reduciría sustancialmente, hasta los 6,5 billones de dólares, si el ritmo de despliegue de las renovables crece sustancialmente, tanto como para cumplir con el —ya muy complicado— objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales.

“De mantener la actual trayectoria en la lucha contra el cambio climático [un desarrollo de las renovables sustancial pero insuficiente], un shock petrolero haría desaparecer 555.000 millones en un solo año, casi la mitad de la economía estadounidense”, describe Ha Bui, economista principal de Cambridge Econometrics y coautor del estudio, que ve la luz en plena celebración de la COP28 en Dubái (Emiratos Árabes Unidos). “Invertir en renovables y en eficiencia energética hoy limitará los efectos negativos de una subida de precios del crudo y del gas, tanto en el corto como en el largo plazo, aumentando la resiliencia de la economía”. La correlación es nítida: cuanta mayor es la apuesta por la solar, la eólica y el almacenamiento —una variable, esta última, que cobrará aún más importancia en los próximos años—, menor es el zarpazo de los combustibles fósiles caros.

Transporte y más

Hoy, el transporte supone aproximadamente el 60% de la demanda mundial de crudo. De esa cifra, la gran mayoría se corresponde con automóviles, autobuses y camiones, los segmentos más fáciles de electrificar y en los que los progresos son importantes —aunque, de nuevo, insuficientes— año tras año. Más difíciles de descarbonizar son los sectores de transporte marítimo y aéreo, en los que, no obstante, las renovables también desempeñarán un papel clave: tanto el metanol y el amoniaco (en el primer caso) como el SAF (en el segundo) tienen como ingrediente principal el hidrógeno verde, generado con sol y viento.

Aún más evidente es el vínculo en el sector gasista. Industria al margen, una parte sustancial (y creciente) de este combustible se utiliza parar generar electricidad. Y ahí, la sustitución de lo fósil por lo renovable no podría ser más directa. Sobre todo cuando, en unos años, las baterías —tanto domésticas como, sobre todo, a gran escala— permitan dotar al sistema eléctrico de la firmeza que hoy aportan los ciclos combinados, centrales en las que se quema gas para obtener electricidad y que hoy por hoy son clave para garantizar el suministro cuando no hay sol y/o no sopla el viento.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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