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Europa se asoma a una nueva época de ajustes fiscales

Los países de la zona euro buscarán reducir sus desequilibrios presupuestarios con el difícil reto de mantener la inversión necesaria para las transiciones digital y verde

Nadia Calvino antes del Ecofin del pasado julio, en Bruselas
Nadia Calviño (centro) , en la reunión del Ecofin el pasado 14 de julio, en Bruselas.Thierry Monasse (Getty Images)
Manuel V. Gómez

Europa se prepara para apretarse el cinturón. En los últimos años, el gasto público se ha convertido en la red de seguridad que amortiguó la caída y evitó un cataclismo de dimensiones mayores por la pandemia y la invasión rusa de Ucrania. Pero los Estados ya han empezado a cerrar el grifo. El déficit en el primer trimestre del año en la zona euro fue del 3,2%. Y la tendencia seguirá si los países cumplen con el compromiso que asumieron sus ministros de Finanzas en el último Eurogrupo: “Lograremos la necesaria orientación fiscal restrictiva global en la zona del euro para 2024″. Esta misma semana el Fondo Monetario Internacional (FM) ha llamado a seguir ese camino.

Alemania, la gran economía del continente, ha querido marcar el camino con un recorte de 36.000 millones en su proyecto de Presupuestos del año que viene. Pero no está nada claro que los demás países quieran seguir ese ritmo. Ajustes, sí. Austeridad como la aplicada en la década pasada, no. La Comisión Europea no ha planteado esto último en sus documentos. En marzo desactivó la cláusula que soltó el corsé fiscal del Pacto de Estabilidad para que los Estados pudieran salir al rescate de la economía con la pandemia. Una clara señal del cambio de época. Pero eso no supone un giro de 180 grados. En las recomendaciones presupuestarias de primavera, el Ejecutivo comunitario no habla de austeridad. Y su propuesta de reforma de reglas fiscales para el medio plazo tampoco camina en ese sentido.

“Va a haber un cambio de ciclo. Vienen años de saneamiento fiscal. Desde la pandemia, el nivel de deuda ha subido. Ahora toca reconsiderar lo que se ha hecho hasta ahora, porque se ha aumentando la deuda”, ratifica el economista Carlos Martínez Mongay. Pero eso, explica, no es lo visto en la década pasada. Las cifras apuntalan lo que explica este antiguo cargo de la Comisión: la deuda pública del área monetaria ascendía a una cantidad equivalente al 84% del PIB y ahora está en el 91,2%, cuando la economía ya hace tiempo que recuperó la actividad perdida.

La misma descripción sobre lo que va a suceder desarrolla la italiana Cinzia Alcidi, directora de investigación del think tank bruselense CEPS: “La economía de la UE ha funcionado bastante bien, sin duda mejor de lo que muchos esperaban. No cabe duda de que el Fondo de Recuperación y la política fiscal nacional han desempeñado un papel importante. A medida que los shocks temporales vayan remitiendo, las políticas deberán ir nomalizándose. Esto es crucial también teniendo en cuenta que pueden venir otros choques”.

La apuesta del Ejecutivo europeo pasa por iniciar una senda de ajuste que combine reducción de deuda -el déficit ha perdido protagonismo en los análisis en los últimos años-, sobre todo para los países más endeudados (Grecia, Italia, Portugal, España, Francia...), con el mantenimiento de la inversión pública para no perder comba en la doble transición verde y digital. ¿Cómo? Desenchufando las ayudas públicas extraordinarias y destinando ese dinero a bajar la deuda. Para mantener la inversión, confía en los miles de millones que llegan a las capitales por el Fondo de Recuperación.

Esa es también la apuesta de Judith Arnal, investigadora senior del Real Instituto Elcano. Ella destaca, además, que en lo peor de la pandemia la deuda llegó al 97% del PIB y que ahora está bajando: “Esta tendencia debe continuar y asentarse sobre planes de consolidación fiscal creíbles a medio plazo. Es necesario generar espacio fiscal para poder contar con márgenes de actuación fiscal ante posibles nuevas perturbaciones macrofinancieras adversas”. La también profesora del máster de Banca de la Universidad de Navarra añade que este ajuste debe tener en cuenta “el entorno geopolítico actual y ser compatible con las importantes inversiones, en los planos energético, ecológico y digital, que ha de realizar la UE”.

Este análisis es compartido en bastantes instituciones. El Banco Central Europeo (BCE), por ejemplo, ha lanzado recientemente una advertencia de que hacen falta inversiones públicas y reducir la deuda al mismo tiempo. Eso pasa por subir impuestos o recortar otras políticas de gasto, sobre todo en los Estados miembro con un elevado nivel de deuda. La posición del Consejo Fiscal Europeo, presidido por el veterano danés Niels Thygesen, es similar, aunque con un lenguaje más duro. “El entorno económico favorable lleva al Consejo a considerar que una política fiscal restrictiva es lo apropiado en 2024. Además, la caída de la inflación y la subida de tipos de interés traerán menos confianza en las finanzas públicas”.

No obstante, combinar esos ajustes que se piden para rebajar la deuda mientras se mantiene la inversión pública, no parece que vaya a ser fácil. En el mismo informe en el que advierte de la necesidad de ajustes se viene a decir que el Fondo de Recuperación (cerca de 800.000 millones de euros entre 2021 y 2026) no es suficiente. Hace falta más. La propia Comisión Europea en su último informe de prospectiva da un dato de esos que cuesta imaginar: la doble transición digital y verde precisa 750.000 millones de inversión anual en la UE. “La mayor parte de esto tendrá que venir del sector privado, pero los presupuestos de los Estados miembros jugarán un papel importante”, abunda.

Y aquí empiezan a surgir análisis que dudan mucho de que se pueda soplar (invertir) y sorber (reducir deuda) a la vez. “La postura de la Comisión Europea es un gran error. Es un pensamiento primitivo y una posición precientífica. No hay un problema si el crecimiento de la deuda se destina a inversiones productivas. Al igual que en el sector privado, debemos analizar tanto los activos como los pasivos del Gobierno”, ataca con contundencia Paul de Grauwe, profesor de Política Económica en la London School of Economics. Está de acuerdo en que es la hora de acabar con las ayudas extraordinarias de la crisis energética, pero no en que ese dinero tenga que ir a reducir deuda. “La inversión pública tiene un efecto multiplicador más alto en el PIB que las transferencias [ayudas aprobadas por la crisis]. El sistema de apoyo tiene que acabar y hay que aumentar la inversión”, remacha.

Este prestigioso economista belga ya fue una de las voces más críticas con las políticas de austeridad de la pasada década y ahora mantiene un análisis similar desde la autoridad que da haber advertido de errores en el pasado: “El recorte en el presupuesto alemán es un error. Alemania necesita inversión pública, su stock de capital público está cayendo”. Y, de nuevo al contrario que la Comisión, no cree que haya que diferenciar entre los países más o menos endeudados ni que la subida de tipos de interés del último año, que han encarecido las emisiones de bonos, sea un problema: “Alemania está pagando un 2,4%. ¡¿Es eso mucho?! Bélgica está pagando un 3,1%. ¡¿Es eso mucho?!”. “Si no invertimos, perderemos competitividad respecto a China y EEUU. China está invirtiendo masivamente. Ellos no se preocupan por el 3% de déficit o el 60% de deuda [referentes fiscales del Pacto de Estabilidad] y estas tonterías”, lanza provocador.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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