Las refinerías españolas disparan el valor de sus exportaciones en la crisis energética
Pese al encarecimiento de las importaciones de crudo, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, parte de las rentas se queda en el país gracias a la potencia de tiro de sus instalaciones
La agitación de los precios al son de la crisis energética encierra algunas paradojas: con una de las cifras más bajas de exportación de gasolina, diésel y queroseno en casi una década, España obtuvo en 2022 unos réditos históricamente altos por esta vía. Así, a pesar del encarecimiento del crudo que ha de importar —la producción nacional es nula—, con el barril de Brent de nuevo por encima de los 100 dólares en varios momentos del año, la potencia de tiro de sus plantas de refino permitió que parte de las ganancias del pastel se quedaran en el país. Una anomalía en comparación con otros vecinos europeos.
En total, las exportaciones (y reexportaciones) españolas de petróleo y derivados sumaron algo más de 29.000 millones de euros en 2022, según los datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Es casi un 67% más que un año antes, cuando la crisis energética ya empezaba a asomar tímidamente las garras, pero el consumo de carburantes aún seguía lejos de los niveles precovid. Los dos primeros destinos de las exportaciones españolas de productos refinados el año pasado fueron, por mucho, Francia y Estados Unidos. En ambos casos se registró, además, un aumento respecto a los volúmenes de 2021, según los datos de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores).
Las cifras de 2022, sin embargo, solo cuentan una parte de la historia. Aún falta el último capítulo, el que se está escribiendo en estos primeros compases de 2023, donde dos factores permiten aventurar un nuevo auge exportador: el veto al diésel ruso, desde el pasado 5 de febrero —que deja a España como país clave para el suministro de gasóleo en Europa— y las huelgas en Francia, que ha reducido drásticamente la actividad de sus refinerías y —por tanto— aumentado sus necesidades importadoras.
Las compras españolas de crudo y derivados en el exterior aumentaron, por su parte, algo más del 72% el año pasado. El saldo final fue, en consecuencia, aún más deficitario que en 2021: 29.100 millones, frente a casi 16.300, en parte por el mayor consumo interno de carburantes. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de vecinos europeos —que además de pagar más por el crudo tuvieron que asumir también el brutal aumento en el margen de las refinerías— España pudo capturar una parte de esas rentas, históricamente elevadas. Ese buen comportamiento contribuyó, también, a que el sector exterior español en su conjunto aguantase mejor en 2022 que el alemán, el francés o el italiano.
Ocho refinerías y exportador neto de carburantes
España cuenta con uno de los mayores parques de refinerías de Europa, con un total de ocho instalaciones: cinco de Repsol (A Coruña, Bilbao, Tarragona, Cartagena y Puertollano), dos de Cepsa (Huelva y Algeciras) y una de BP (Castellón). Es, además, exportadora neta de gasolina y de diésel desde hace una década, una condición especialmente importante en un momento como este, en el que todo el gasóleo procedente del mayor suministrador de la UE (Rusia) está vetado por las sanciones.
“Entre 2008 y 2012, la industria española del refino hizo una apuesta contraria a la de otros países europeos y a lo que el ciclo económico parecía recomendar. Hoy España tiene el sistema de refino más flexible y competitivo de la UE”, saca pecho una portavoz de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP). “Es ahora, desde la invasión de Ucrania por Rusia, cuando esta apuesta se ha revelado como un auténtico activo estratégico, posicionándonos en una situación muy distinta a la de otros países europeos”, añade.
“La producción de productos petrolíferos se destina, primero, a reservas estratégicas para asegurar la garantía de suministro del país y, después, a asegurar la demanda interna. El excedente se destina a exportación, principalmente a Francia y EE UU”, exponen desde Repsol. Mientras que en la última década 24 refinerías han echado en Europa, reduciendo la capacidad de refino del Continente en un 10%, la mayor petrolera española afirma haber invertido 1.000 millones de euros anuales en sus plantas desde 2008, “para aumentar su capacidad y su flexibilidad (capaz de procesar cualquier tipo de crudo, desde el más pesado al más ligero)”. En 2022, sus márgenes de ganancia en este segmento se multiplicaron por seis.
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