El FMI prevé un crecimiento de la economía global del 3% durante los próximos cinco años, el más bajo desde 1990
La directora gerente del organismo llama a vigilar los riesgos financieros: “No es momento para la complacencia”
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, ha repasado este jueves en Washington las perspectivas de la economía global durante un discurso en vísperas de la Reunión de Primavera del organismo. Sacudida por tres impactos consecutivos, la pandemia, la guerra de Ucrania y la espiral inflacionista, la economía mundial creció el año pasado poco más del 3%, la mitad que el anterior. Este año, así como los cinco próximos, rondará esa tasa sin superarla, por lo que la economista búlgara ha pedido “medidas políticas enérgicas” para impulsar “una recuperación sólida”. Sus expectativas se corresponden con las previsiones adelantadas en enero, cuando la institución vio un “punto de inflexión” en el comportamiento de la economía global, y son algo más optimistas que las publicadas en octubre, en la Reunión de Otoño.
La hoja de ruta de la economía mundial, que será explicitada la semana próxima en la cumbre bianual del organismo en Washington, avisa de la ralentización económica, tanto a corto como a medio plazo. “El crecimiento mundial en 2022 cayó casi a la mitad, del 6,1% al 3,4% [respecto a 2021]. La desaceleración ha continuado este año [y] esperamos que la economía mundial crezca por debajo del 3% en 2023″. Esa tasa se mantendrá prácticamente sin cambios “durante los próximos cinco años, nuestra previsión de crecimiento a medio plazo más baja desde 1990″, ha apuntado Georgieva.
Buena parte del motor del crecimiento está las economías emergentes, pero “se prevé que alrededor del 90% de las economías avanzadas registrarán un descenso de su tasa de crecimiento este año”. En cuanto a los países con menos ingresos, la tasa de expansión económica se mantendrá por debajo. “Con el aumento de las tensiones geopolíticas y una inflación aún elevada, sigue siendo difícil lograr una recuperación sólida. Ello perjudica las perspectivas de todos, especialmente de las personas y los países más vulnerables”.
Para impulsar el crecimiento, Georgieva ha señalado que hay que superar tres cimas: “Combatir la inflación y salvaguardar la estabilidad financiera; mejorar las perspectivas de crecimiento a medio plazo, y fomentar la solidaridad para reducir las disparidades globales”. Georgieva se ha referido gráficamente a los tres deberes como “montañas que hay que escalar”. La empecinada inflación es el principal desvelo del Fondo. “Esperamos que los bancos centrales mantengan el rumbo en la lucha contra la inflación”, ha dicho Georgieva, sin olvidar mencionar, por encima, los episodios de inestabilidad provocados recientemente en EE UU y Europa por el colapso de algunas entidades. “La clave [de la estabilidad financiera] está en vigilar atentamente los riesgos de los bancos y las instituciones financieras no bancarias, así como la debilidad de sectores como el inmobiliario comercial”, cuya vulnerabilidad se ha puesto de manifiesto por ejemplo en la crisis inmobiliaria china.
Amenaza de la ‘banca en la sombra’
La amenaza de la banca en la sombra al resto del sistema financiero es con todo el principal desafío a la estabilidad. “No es momento para la complacencia”, ha subrayado la máxima responsable del Fondo, en relación a los bancos, si bien ha mostrado su confianza en un sector “en general más fuerte y resistente” que por ejemplo en el cataclismo de la Gran Recesión de 2008. “Dicho esto, sigue preocupando la vulnerabilidad oculta, no sólo en los bancos, sino también en las entidades no bancarias”.
Para garantizar un desarrollo sostenido a medio plazo, hay que dar pasos ambiciosos, ha dicho Georgieva, y uno fundamental es impulsar la productividad y el potencial de crecimiento, así como “la transformación verde”. “Se calcula que se necesita un billón de dólares al año sólo para energías renovables. Esto dará dividendos en términos de crecimiento y empleo”.
Georgieva abogó por un nuevo modelo de cooperación internacional que beneficie a todos, a las economías más avanzadas pero también a aquellas que se han quedado descolgadas, también en el plano tecnológico. “Nuestra investigación muestra que el coste a largo plazo de la fragmentación del comercio podría alcanzar el 7% del PIB mundial, lo que equivale aproximadamente a la producción anual conjunta de Alemania y Japón. Si se añade la desvinculación tecnológica, algunos países podrían sufrir pérdidas de hasta el 12% del PIB. Y la fragmentación de los flujos de capital, incluida la inversión extranjera directa, sería otro golpe para las perspectivas de crecimiento mundial”.
Por último, y con la tinta del enésimo acuerdo suscrito con Argentina aún fresca, Georgieva ha recordado la contribución del organismo para apuntalar a países en apuros, como nuevas líneas de financiación a Ucrania o Sri Lanka, o la propia Argentina, arrollada por la hiperinflación. La institución ha prestado casi 300.000 millones de dólares a 96 países; tiene “una asignación histórica de 650.000 millones de los fondos de reserva [SDR, en sus siglas inglesas]” e innovaciones tales como ventanillas especiales para crisis alimentarias urgentes, como la de Sri Lanka o los países del sur global por la interrupción de suministro de grano a consecuencia de la guerra de Ucrania. Para que el FMI pueda continuar prestando ayuda, dijo Georgieva, los países ricos deben también implicarse en “ayudar [a los desfavorecidos] a hacer frente a la carga de la deuda”.
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