La paradoja del control económico de LaLiga: clubes más sostenibles pero sin capacidad de competir con la Premier League
Los clubes británicos gastan 18 veces más que los españoles en fichajes gracias al dinero inyectado por fondos extranjeros
El Newcastle marchaba en octubre de 2021 penúltimo de la liga de fútbol inglesa. Sin embargo, el beneplácito de la Premier League a la compra del club por parte del fondo soberano de Arabia Saudí (PIF, en sus siglas en inglés) por 350 millones de euros de repente lo cambió todo. A pesar de estar en el furgón de cola, los magpies sacaron la chequera en el mercado de invierno para pescar en caladeros poco habituales para equipos que pelean por no bajar de categoría. Pagó 50 millones de euros al Olympique de Lyon por Bruno Guimarães y otros 16 millones al Atlético de Madrid por Kieran Trippier. El club inglés escaló en la clasificación hasta acabar la temporada en medio de la tabla. Y hoy marcha sexto en la liga y pelea por las plazas europeas. Una historia que dibuja de forma meridiana el poderío de la Premier frente al resto de ligas europeas, incluida LaLiga.
La competición española ha crecido en los últimos años, pero se queda corta si se compara con la Premier. La base sobre la que se asienta ese impulso español ha sido la mejora financiera de los clubes por la imposición del control económico hace una década. Entonces había más de una veintena de clubes en concurso de acreedores que no pagaban las nóminas de los jugadores o las obligaciones con la Seguridad Social. Pero la mano dura del organismo que rige el deporte rey le ha dado la vuelta a la situación. “Hemos aguantado incluso la pandemia. Ha habido problemas, por supuesto, pero no incumplimientos de pago”, explica Javier Gómez, director general de LaLiga y padre del sistema que vela por la sostenibilidad de las cuentas de los clubes españoles.
El control económico pasa por haber fijado un sistema preventivo para evitar la creación de una deuda insostenible. Por ejemplo, a la hora de realizar fichajes, los equipos deben tener en cuenta el límite salarial, que se calcula restando los gastos no deportivos y el pago de la deuda a los ingresos presupuestados. Con esta medida, en la práctica, se han cercenado aquellos movimientos impulsivos que generaban agujeros irreparables en las cuentas.
De esta forma, LaLiga no permite que los equipos lleguen a situaciones límite en los que su viabilidad económica dependa de que el balón cruce la línea de gol o no. “Al principio fue sencillo, para resolver lo importante, pero luego se ha ido complicando. Por ejemplo, al inicio se hacía el control a año pasado. De ahí se pasó a un año vista. Hasta que los crecimientos de ingresos se frenaron con la pandemia y hemos tenido que mirar más allá. El objetivo es hacerlo a tres años y ya se aprobó un primer embrión el pasado 24 de noviembre”, relata el director general del organismo. De hecho, otro de los cambios que ha sufrido esta norma con el tiempo es la capacidad punitiva: “Habrá sanciones si no se cumple, como no poder incluso inscribir jugadores durante un año”, avisa Gómez.
Amenaza exterior
El control económico del fútbol español viene acompañado de una paradoja: ha perdido competitividad en los mercados internacionales. Sobre todo con la Premier League, que devora todo lo que se mueve a su alrededor. A lo que hay que sumar otros clubes Estado fuera de las islas británicas, especialmente el parisino PSG, de un fondo catarí que parece no tener fin y que ahora se ha interesado también por el Manchester United.
Si se miran los datos de las últimas temporadas, la Premier ingresa mucho más que el resto. Si se compara con LaLiga, la competición inglesa factura por derechos televisivos casi el doble (4.036 millones frente a 2.029 millones). Eso, a primera vista, explica buena parte de la capacidad de desembolso que tienen. Desde la temporada 2021-2022, la Premier ha gastado en fichajes casi 3.000 millones más de lo ingresado, mientras que en España los clubes de Primera han desembolsado en ese tiempo 164 millones, según los datos de Transfermarkt. Es decir, en Inglaterra el gasto en compra de jugadores es 18 veces superior al de LaLiga, a lo que habría que añadir el sobrecoste que tienen en salarios. Los números no cuadran, y esa situación es difícil de sostener en el tiempo.
El presidente de LaLiga, Javier Tebas, en un encuentro con periodistas económicos el pasado mes, describió esta competencia desleal como un modelo de ricos. “La Premier League tiene un modelo a pérdidas que es insostenible. Se ha convertido en una competición de magnates y clubes Estado… ¿Es bueno eso para el futuro del fútbol?”, se preguntaba de forma retórica.
En las últimas semanas ha salido a la palestra, además, la posible venta de dos clubes ingleses históricos: el Manchester United y el Liverpool. Los dos, precisamente, con propietarios de Estados Unidos. “El inversor norteamericano no quiere perder dinero, no es de los que cuentan con petrodólares y lo utilizan como un juego o para limpiar su imagen. Por eso buscan venderlo bien y así compensar el gasto realizado en los últimos años”, explica una fuente cercana al comité ejecutivo de la UEFA.
La pelota está ahora en el tejado del máximo ente del fútbol europeo. De hecho, Tebas elogia el trabajo realizado por el organismo que dirige Aleksander Ceferin y apunta al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS): “La UEFA ya los ha sancionado algunas veces, aunque luego el TAS lo ha tumbado. Ahí es donde está el problema: hay un gran conflicto de intereses y no creo que sea el tribunal al que debamos ir”, zanja el presidente de la patronal del fútbol.
El Plan Impulso como respuesta
LaLiga ha buscado un balón de oxígeno con la inyección del fondo CVC: 1.994 millones de euros por el 8,2% de la comercialización de la competición en los próximos 50 años (derechos audiovisuales, digitales y resto de negocios). Se trata de una financiación finalista, ya que están fijados unos límites en cada una de las partidas a las que se puede dedicar el dinero —principalmente para que no se emplee todo en futbolistas—, que implica algunos riesgos. El principal, que reciben unas cantidades ahora, por adelantado, a cambio de ceder una parte del pastel futuro. Es decir, será beneficioso si la parte que sigue en poder de los equipos se revaloriza mucho más rápido de lo que lo hubiera hecho con la inercia que llevaba antes de esa inyección. Y eso está por ver.
Los dos transatlánticos (Real Madrid y Barcelona) no se unieron al pacto e intentaron tumbarlo por dos vías: convenciendo al resto de votar en contra y en los tribunales. Pese a este intento, el denominado Plan Impulso salió adelante con 38 clubes adheridos. “Los equipos por sí solos no habrían podido acceder a esta inversión en estas condiciones, excepto los grandes. Por eso lo hemos planteado de forma conjunta. Es algo estratégico”, explica Tebas.
Cada caso era muy diferente. El apoyo llegó como agua de mayo para el grupo más castigado por la pandemia, que necesitaba apoyo financiero. “No habríamos invertido en marca o infraestructura este dinero ahora”, explica Quico Catalán, presidente del Levante. La motivación de las entidades que no estaban con el agua al cuello fue otra: por ejemplo, tratar de impulsar sus infraestructuras. “Nos va a permitir tener nuestra primera ciudad deportiva en propiedad”, resalta Amaia Gorostiza, presidenta del Eibar, un club saneado pero con escaso músculo para acometer grandes inversiones. En el caso del Valencia, la inyección será clave para terminar el nuevo Mestalla, al que dedicarán dos tercios de los fondos que reciba del plan (80 millones).
En CVC, por su lado, están convencidos de que sacarán tajada a futuro del negocio de LaLiga. Aunque Javier de Jaime, responsable del fondo en España, les puso deberes a los clubes: “Confiamos en el proyecto, pero hay todavía mucho trabajo por hacer. Hay que meter más en la gestión, tanto como en lo deportivo. Necesitamos un plan ambicioso que multiplique el valor de los clubes y LaLiga”.
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