Los dos colosos que alumbran a Cádiz rejuvenecen
Endesa sustituye los cables de alta tensión de las torres de suministro que salvan la bahía, tan singulares que están protegidas y son “únicas en España”
La anécdota más estrambótica de todas las posibles que atesoran las dos inmensas torres hiperbólicas de electricidad de Cádiz en sus 60 años de historia tiene por protagonista a Marisol. La artista Pepa Flores cantó el Porompompero en español chino e inglés, vestida de gitana y rodeada de bailarines de aspecto futurista a 150 metros de altitud para recrear un año —2001— que, en el otoño de 1971, al realizador Valerio Lazarov se le debía antojar muy bizarro. Aunque la realidad es menos marciana, de cerca y en las alturas, no cuesta imaginarse por qué escogió como localización uno de esos dos inmensos mecanos de acero galvanizado. “Estamos ante algo único en España. Son un icono representativo de la ingeniería del siglo XX”, resume Jose Manuel Revuelta, director general de Redes de Endesa, poco antes de subir los casi mil peldaños que llevan a la cima de la construcción ubicada sobre Matagorda (Puerto Real).
Aunque las Torres o Pilones de Cádiz sean tan únicas que están incluidas en el Catálogo General de Bienes Inmuebles del Patrimonio Histórico Andaluz desde 2007, no dejan de ser dos inmensas torres de tendido eléctrico ideadas en los años 50 del siglo pasado para que el suministro pudiese sortear la Bahía de Cádiz. En esa tarea siguen y, precisamente por ello, acaban de someterse a la actuación más importante de sus últimos 40 años de historia: la sustitución de los seis cables de alta tensión de 2,4 kilómetros que garantizarán su vida útil otras cuatro décadas más. En total, Endesa —la actual propietaria de ambas infraestructuras— ha invertido 700.000 euros en renovar 14.928 metros de cables sometidos al considerable desgaste de salvar 1,6 kilómetros de una bahía azotada constantemente por los vientos y temporales atlánticos.
“Ha sido un año de trabajos en laboratorio para diseñar todo el despliegue”, explica José María Díez, responsable de Alta Tensión de Andalucía. Y se han materializado desde el 2 de noviembre hasta este pasado jueves, el tiempo que han necesitado 30 operarios e ingenieros de Endesa y Ametel para sustituir cable por cable en dos equipos de trabajo simultáneo, ayudados por maquinarias de gran tonelaje, como frenos y bobinas.
Pese a que se rebajó la altura máxima de la parte central de los cables de los 50 metros habituales a los 15, la faena a 150 metros en los brazos de las torres no era negociable. “Ha sido una obra de altura, con pesos y longitudes tremendas de cable, en el que la seguridad de los trabajadores ha sido fundamental. Hemos tardado de cuatro a cinco días por cable y hemos terminado sin sorpresas”, ha detallado un satisfecho Revuelta. “Nos ha pillado, lluvia, viento, de todo... Pero a mí me gusta trabajar en las alturas. Las vistas son muy bonitas, aunque mi familia no ha querido ver ni ver fotos mías colgado”, explica Agustín Morales, montador mecánico de Ametel.
Cuando un gaditano enciende un interruptor, pone en marcha un flujo eléctrico que pasa principalmente por estos dos pilones —conectados por dos circuitos de 132 kilovoltios—, ayudados desde hace años por otro recorrido de torres —estas no tan singulares— que discurren por otro punto de la bahía. Pero cuando el Instituto Nacional de Industria (INI) franquista ideó las dos infraestructuras en los años cincuenta, en realidad lo hizo para poder sacar la energía de una central térmica que operaba en el istmo de Cádiz. Los ingenieros de la época pensaron en distintas opciones para salvar la geografía gaditana: desde cables subterráneos a soterrados por el brazo de tierra que conecta la capital a su provincia. Sin embargo, encontraron la situación más idónea en el estrecho de Messina (Italia), donde dos enormes pilones salvaban el mar con una solución similar, hasta que en 1992, una nueva canalización subterránea los dejó en desuso.
Sin embargo, las torres de Mesina poco tienen que ver en diseño con las de Cádiz. El ingeniero italiano Alberto Toscano las concibió y diseñó a imagen y semejanza de la torre de comunicaciones rusa de Shújov (Moscú), construida en los años 20 del siglo pasado. Revuelta advierte trazas de esa estructura hiperboloide, aunque también vislumbra la genialidad que el ingeniero Gustave Eiffel supo darle a su creación en el monumento más famoso de París. Los pilones de Cádiz están concebidos como una celosía de miles de piezas de acero galvanizado “que se montan como un mecano”, como añade el director de Redes de Endesa. El objetivo que logró Toscano es doble, garantizar la construcción con piezas pequeñas, más económicas en la época que otras grandes, y darle mayor solidez a sus creaciones, ya que la celosía de hierros garantiza el reparto de fuerzas y evita el colapso ante cualquier debilitamiento estructural. “Por eso son tan emblemáticas y únicas”, justifica.
Los dos inmensos rompecabezas —el de Cádiz se llama, en verdad, Pórtico de San José y el de Puerto Real, de la Cabezuela— necesitaron hasta tres años en estar terminados. Desde entonces, el mantenimiento “es constante”, como explica Revuelta: “Dos veces al año se revisan desde tierra y desde el aire con drones y helicópteros”. Lo de subir a pie —el montacargas de la torre puertorrealeña ya no está operativo— se reserva a trabajos concretos, como los realizados ahora, o a visitas especiales y contadas, como la realizada este viernes a los medios por Endesa para mostrar el resultado de los trabajos de cambio de cables.
Y eso que a las torres de Cádiz, convertidas ya en un emblema involuntario de la ciudad, no les faltan pretendientes que quieran asomarse a los segundos puntos más altos de la ciudad (el puente de Cádiz, de 185 metros de alto, les robó el primer puesto). “Es una instalación industrial. Es complicado que sean visitables” reconoce Diez mientras habla desde una cima en la que se nota el suave balanceo de hasta un metro con el que una de ellas combate los vientos. Por suerte para el común de los mortales, siempre quedarán los testimonios gráficos de quien, sobrecogido, inmortaliza Cádiz desde su cielo. Entre ellos, Lazarov y Pepa Flores al ritmo trilingüe del Porompompero más futurista.
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