El largo adiós de la primera refinería de España
Comienza el desmantelamiento de las instalaciones de Cepsa que permitirá la expansión de Santa Cruz de Tenerife
Nadie que haya visitado Santa Cruz de Tenerife habrá podido evitar cruzar su mirada, siquiera de refilón, con la refinería de petróleo más antigua de España. Una enorme mole de más de 570.000 metros cuadrados de instalaciones de la que ha salido, desde 1930, la mayor parte de la gasolina, el diésel y el queroseno consumidos en Canarias y que ya tiene fecha de caducidad: antes de 2030 debería ser historia. La instalación, que frena la expansión de la ciudad hacia el sur y una de sus salidas naturales al mar, ha empezado a ser desmantelada este lunes, anexionando sus terrenos a la urbe en la que se espera que sea una las mayores reordenaciones urbanísticas de la UE.
Se llegue como se llegue —por aire, por tierra o por mar—, es literalmente imposible llegar a la segunda ciudad más poblada del archipiélago sin toparse con “la refinería”, como la conocen de manera coloquial —casi familiar: son generaciones las que han convivido con ella— los locales. Nacida en lo que en su día era el extrarradio, hace años que ya ha quedado completamente rodeada de edificios, a solo unos pasos de algunas de las principales arterias comerciales de Santa Cruz. El proceso durará años, casi una década, pero es irrevocable: el paisaje urbano dejará de estar dominado por un amasijo de chimeneas, depósitos y cientos de kilómetros de tuberías para posibilitar un ensanchamiento que la lógica reclama a gritos.
Casi un siglo después de abrir sus puertas —apenas un año antes de la proclamación de la Segunda República— y con su actividad reducida al almacenamiento desde hace casi una década, los técnicos de Cepsa —la compañía que la explota desde el inicio de los tiempos— han dado este lunes el pistoletazo de salida a las tareas de desinstalación de equipos y remediación del suelo con un acto protocolario que buscaba visibilizar el fin de una época. En él han estado representados todos los niveles de la Administración (los Gobiernos central y autonómico, el Cabildo y el Ayuntamiento) y EL PAÍS ha acudido por invitación.
Será un adiós largo y por etapas. Los últimos barriles de gasolina, diésel y queroseno salieron de sus instalaciones en un ya lejano junio de 2014, dejando atrás la icónica imagen de las chimeneas y los malos olores asociados. Desde entonces, todo el combustible que consume el archipiélago viene de fuera: de la Península o del extranjero. Aún falta, sin embargo, un último paso: la construcción de los depósitos en el emplazamiento acordado entre la petrolera y las autoridades locales, unos 50 kilómetros al sur.
“El tiempo pasa, y esta era una transformación largamente esperada. Se abrirá un espacio para el Santa Cruz del siglo XXI”, afirmaba este lunes en el acto el presidente del Cabildo de Tenerife, Pedro Martín. “No se entrega un suelo sin más: se entrega un suelo que durante años se ha usado para producir carburante y que se reconvierte en un espacio que será limpio y modélico”, completaba el presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres. El 70% del espacio que ganará la ciudad será de uso público.
Signo de los tiempos
“Sabíamos que este momento iba a llegar, pero es doloroso. Aunque sabemos que es un paso necesario y que el mundo viene de otra manera, nuestro coranzocito está aquí”, relata José Quintana, empleado de la refinería desde hace 25 años e hijo de otro trabajador, frente a una de las chimeneas ya sin uso. Fue, durante años, una de las ocupaciones más codiciadas de las islas. Preguntado por este diario, un portavoz de Cepsa se ha comprometido a que las 150 personas que aún se desempeñan en las instalaciones seguirán en sus puestos el tiempo que dure el desmantelamiento para, “progresivamente”, ser recolocados en “otros centros de trabajo” de la empresa en Canarias o en la Península.
La icónica refinería tinerfeña —un referente para muchos canarios, como Quintana, pero también un emblema de un mundo fósil que poco a poco va quedando atrás— aún tardará en desaparecer. Los planes más optimistas de desmantelamiento apuntan a 2025. Para entonces, Cepsa ya debería haber podido trasladar íntegramente su centro de almacenamiento de combustible al nuevo emplazamiento. Pero no será hasta cinco años después cuando la zona empezará a parecerse al resultado final que buscan las autoridades canarias: una reordenación de calado en la ciudad. “Es la mayor oportunidad de transformación urbana hoy en España y, probablemente, también la más importante en Europa. Debemos ser un ejemplo para el mundo, construyendo una ciudad sostenible donde hoy hay tanques, chimeneas y tuberías”, afirma el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez.
La cuna de Cepsa
Para Cepsa, la refinería, el archipiélago canario, Tenerife y hasta el Teide —en el que está inspirado su logo— es mucho más que una mera rama más de su negocio. Es algo casi fundacional. Y sin el casi: la de Santa Cruz fue la primera instalación de la empresa y durante dos décadas la única de refino que había en España, el germen de lo que, con el tiempo, se convertiría en la segunda mayor petrolera española.
“Nacimos aquí hace casi un siglo y las islas son parte de nuestro ADN, pero ahora estamos reescribiendo nuestro futuro con una nueva estrategia con la que aspiramos a ser líderes en energías verdes y movilidad sostenible, así como referente de la transición energética”, remarcó su consejero delegado, Maarten Wetselaar. Aún queda tiempo para que ese futuro sea una realidad, pero el cierre de la refinería de Santa Cruz es el mejor ejemplo del cambio de eje energético. Y abre un camino “pionero”, en palabras de la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, por el que transitarán otras grandes refinerías y plantas industriales que el crecimiento de las ciudades ha ido anexionando a sus dominios.
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