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Boeing se arrepiente del contrato del Air Force One que firmó con Trump

La fabricación de dos 747 modificados para el presidente de Estados Unidos le está generando pérdidas multimillonarias a la compañía

Miguel Jiménez
El entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una imagen de 2019 en el Despacho Oval de la Casa Blanca, ante una maqueta del futuro Air Force One.
El entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una imagen de 2019 en el Despacho Oval de la Casa Blanca, ante una maqueta del futuro Air Force One.Jonathan Ernst (Reuters)

El Air Force One es el avión en el que viaja el presidente de Estados Unidos. Está dotado de todo tipo de avances tecnológicos y de seguridad. Desde que Franklin D. Roosevelt voló a Casablanca en 1943 a bordo de un hidroavión B314, Boeing ha sido el proveedor habitual del avión presidencial. Se supone que eso le aporta imagen y prestigio. Sin embargo, el último contrato firmado por Boeing en febrero de 2018 con el entonces presidente Donald Trump para suministrar dos nuevos 747-8 que hagan las funciones de Air Force One se ha convertido en una pesadilla para la compañía, que está sufriendo pérdidas millonarias con ese contrato y se arrepiente de haberlo firmado.

La compañía comunicó ayer a la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos (la SEC, por sus siglas en inglés), que las pérdidas acumuladas en este acuerdo de 4.300 millones de dólares (cerca de 4.100 millones de euros) aumentaron en 660 millones de dólares en el primer trimestre de este año, hasta sumar ya 1.146 millones. Y la cosa puede empeorar: “Persiste el riesgo de que tengamos que registrar pérdidas adicionales en periodos futuros”, dice en su comunicación a la SEC la empresa, que culpa de esas pérdidas a mayores costes de proveedores y de completar ciertos requisitos técnicos y a retrasos en la ejecución del programa.

El consejero delegado de la compañía, Dave Calhoum, confesó este miércoles en una conferencia con analistas para presentar los resultados del primer trimestre que firmar ese contrato fue un error. “El Air Force One es un momento único, una negociación única, una serie de riesgos únicos que Boeing probablemente no debería haber tomado”, señaló. “Pero estamos donde estamos y vamos a entregar grandes aviones”, añadió, según la transcripción íntegra de la conferencia con analistas recogida por Bloomberg.

Los 660 millones de dólares de pérdidas generadas en el trimestre por ese contrato contribuyeron a que Boeing tuviera unos números rojos de 1.242 millones de dólares (1.180 millones de euros), más del doble que en el mismo periodo del año anterior. Los ingresos cayeron un 8%, hasta los 13.991 millones de dólares (alrededor de 13.300 millones de euros) . También pesó un cargo de 367 millones en el programa del avión militar de entrenamiento T-7A Red Hawk por sobrecostes derivados de las presiones inflacionistas, el atasco en la cadena de suministros y la covid. Como los contratos se firmaron con un precio fijo, Boeing debe asumir los sobrecostes. A todo eso se unió otro cargo de 212 millones que la compañía atribuye a la guerra de Ucrania.

Las acciones de Boeing se han desplomado un 7,5% este miércoles en Bolsa después de publicar los resultados, aunque en algún momento la caída llegó a ser del 12,6%. Las acciones han cerrado la sesión en Wall Street en 154,46 dólares, su nivel más bajo desde noviembre de 2020.

Una negociación de Trump

Los actuales aviones presidenciales cuentan con una suite presidencial, habitaciones para sus acompañantes, sala de conferencias, equipos de seguridad, médicos y de comunicaciones avanzados que permiten al presidente ejercer sus funciones desde el aire mientras vuela. El contrato del Air Force One fue firmado por Trump y por el entonces consejero delegado de la compañía, Dennis Muilenburg, y contempla la entrega de dos nuevos aviones 747-8 adaptados a las necesidades de la Presidencia. El primero debería ser entregado en 2024 y el segundo, al año siguiente. Los actuales aviones presidenciales son de 1990.

Trump amenazó con cancelar el pedido, realizado antes de asumir la presidencia, y logró finalmente una rebaja. Cuando se firmó el nuevo acuerdo, Boeing tuiteó desde su cuenta oficial: “Boeing se enorgullece de construir la próxima generación del Air Force One, proporcionando a los presidentes estadounidenses una Casa Blanca voladora con un precio excepcional para los contribuyentes. El presidente Trump ha negociado un buen acuerdo en nombre del pueblo estadounidense”. El que no negoció un acuerdo tan bueno fue Boeing.

El avión presidencial

Cualquier avión de la fuerza aérea en el que viaje el presidente de Estados Unidos pasa a ser en ese momento el Air Force One. El nombre, sin embargo, se usa principalmente para referirse a los aviones especialmente adaptados a las necesidades presidenciales.

El actual Air Force One tiene la capacidad de recargar a mitad del vuelo y, por tanto, alcance ilimitado. Los equipos electrónicos están protegidos frente a impulsos electromagnéticos y el avión cuenta con comunicaciones seguras avanzadas, permitiendo que la aeronave funcione como un centro de comando móvil en caso de que haya un ataque a los Estados Unidos, explica la Casa Blanca.
Adentro, el presidente y sus acompañantes de viaje disfrutan de 372 metros cuadrados de espacio en tres niveles, incluyendo una suite amplia para el presidente con una oficina grande, un cuarto de baño y un salón de conferencias. También hay una consulta médica que puede funcionar como un salón de operaciones y siempre viaja un doctor a bordo. El avión tiene dos áreas de preparación de comida con capacidad para alimentar hasta a 100 personas al mismo tiempo.
El Air Force One también tiene habitaciones o espacios para las personas que acompañan al presidente, incluyendo colaboradores, agentes del servicio secreto, la prensa que viaja con el presidente y otros invitados.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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