Alternativas europeas a la energía rusa
La contribución española es necesaria pero no suficiente para que la Unión Europea dé un giro que la aparte de la dependencia energética de Rusia
Las sanciones tienen costes; la cuestión es si esos costes son más altos para el país sancionado y en comparación con las alternativas. La energía es un sector en el que la Unión Europea dispone de una ventaja frente a Rusia.
Hasta ahora, las sanciones occidentales han tenido repercusiones drásticas para la economía rusa. En este momento, se calcula que la economía del país se contraerá un 15% este año. El retroceso se llevará consigo 15 años de crecimiento económico. Los pronósticos apuntan a una inflación del 30% junto con una escasez de productos procedentes del exterior como las que caracterizaban a la Unión Soviética. Las empresas extranjeras rehúyen lo que consideran un comercio tóxico, incluso con las empresas rusas que no están sancionadas. Como los ciudadanos más jóvenes y brillantes abandonan el país por miedo a la persecución política y el hundimiento económico, la fuga de cerebros y las bajas inversiones condicionarán en gran medida las perspectivas de crecimiento a largo plazo.
La congelación de los activos del Banco de Rusia ha sido una de las medidas sancionadoras con mayor impacto. Igual que cuando impuso sanciones a la Federación Rusa en 2014, Occidente ha encontrado el sector en el que su capacidad para hacer daño a la economía es mayor. En 2014 fue el endeudamiento comercial de Rusia en el extranjero. Desde entonces, el país se ha centrado en la estrategia “fortaleza rusa” de prudencia fiscal y acumulación de reservas del Banco de Rusia para aislarse de Occidente. Ahora, la congelación de los activos del banco central está socavando esa estrategia. Alrededor de 300.000 de los 640.000 millones de dólares de reservas ya no son accesibles para las autoridades rusas, lo cual ha obligado al Banco de Rusia a aplicar controles de capital draconianos.
La guerra también tiene un efecto dominó a escala mundial: la inestabilidad extrema de los mercados de materias primas, una inflación elevada, que afecta también a España, donde alcanza casi un 10%, y una revisión a la baja del crecimiento de los mercados desarrollados. Rusia es un proveedor esencial de petróleo, gas y otras materias primas fundamentales, como fertilizantes, paladio, níquel y titanio.
Los mercados de Rusia están empezando a ajustarse a la nueva realidad. La considerable depreciación inicial del rublo casi se ha invertido, debido en parte a los estrictos controles de capital, pero también a las mencionadas entradas. Como consecuencia de los altos precios de las materias primas y la caída de las importaciones, la balanza por cuenta corriente de Rusia alcanzará un máximo histórico de 250.000 millones de dólares en 2022. En poco más de un año, el país podrá reponer los 300.000 millones de dólares de reservas congeladas. Pero retirar la financiación que proporciona la energía tendría un efecto devastador. El petróleo y sus derivados representan el 40% de las exportaciones rusas, y el gas, alrededor del 10%. El petróleo es fundamental para el presupuesto ruso, alrededor del 30% del cual lo aportan la extracción de minerales y los impuestos a la exportación.
La diversificación para no depender del gas de Rusia necesitará tiempo. España, con sus terminales de gas natural licuado (GNL), es fundamental para la soberanía económica europea. El país tiene una amplia capacidad de importación de GNL, pero solo puede distribuirlo en dirección norte hacia Francia, a través de un gasoducto que no basta para acoger el caudal necesario. La contribución española es necesaria pero no suficiente para que la Unión Europea dé un giro que la aparte de la dependencia energética de Rusia. La UE y el resto del mundo tendrán que pagar un precio, ya que la situación geopolítica está transformando irreversiblemente los mercados de materias primas. Tenemos que acostumbrarnos al hecho de que los precios incorporarán el coste de disponer de unas cadenas de suministro seguras y éticas.
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