Bancos ciegos y sordos, así es la desconexión de SWIFT
La exclusión de Rusia del SWIFT acelerará el desarrollo de los sistemas alternativos de Moscú y Pekín
Las siglas SWIFT significan Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication. Es un sistema de mensajería global —creado en 1973 y puesto en marcha en 1977— que conecta miles de instituciones financieras en todo el mundo.
Fue creado inicialmente por un conjunto de bancos americanos y europeos que necesitaban tener un sistema estandarizado único de comunicación y que querían evitar que una institución concreta desarrollase su propio sistema, teniendo un monopolio. Tiene su sede en Bélgica y en la actualidad es de propiedad conjunta de más de 2000 bancos e instituciones financieras. Se gobierna por el Banco Nacional de Bélgica en conjunto con los siguientes bancos centrales: Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Holanda, Suecia, Suiza, el Reino Unido y los Estados Unidos. Con ello, SWIFT ha asegurado y posibilitado a lo largo de su existencia transacciones internacionales seguras a cualquier banco, ya que al ser de propiedad conjunta en principio nunca toma partido en ninguna disputa.
En la actualidad SWIFT conecta a más de 11.000 instituciones financieras en más de 200 países y territorios. Es, por tanto, el sistema que permite a los bancos estar informados sobre las transacciones que se están ejecutando. No mueve el dinero, mueve la información sobre el dinero. Actualmente, se estima que se envían más de 40 millones de mensajes al día para posibilitar que trillones de euros cambien de manos entre empresas y gobiernos de todo el mundo.
Dejar a los bancos sin SWIFT es como dejarnos sin Internet, o a la Generación Z sin el conjunto de sus redes sociales. La desconexión de un banco de SWIFT significa que se quedaría solo y “ciego”. Los flujos monetarios en teoría serían posibles, pero sin la información complementaria (de dónde viene, hacia dónde va, para qué es) el banco no podría operar. Es precisamente por ello que es tan importante que bancos en todo el mundo tengan la seguridad de contar con un sistema agnóstico, seguro y del que formen parte pase lo que pase.
Y es que hacen falta acontecimientos extraordinarios para poner de acuerdo a tantísimos actores para conseguir la exclusión de algún banco del sistema. De hecho, hasta los desgraciados eventos de estos días, sólo se ha llegado a la exclusión de los bancos de un país en una ocasión: En 2012 Irán fue excluida de SWIFT como parte de las sanciones impuestas por su programa nuclear. Las consecuencias fueron muy notables, ya que perdió casi la mitad de sus ingresos de sus exportaciones de petróleo, así como el 30% de su comercio exterior. En 2014, cuando Rusia se anexó Crimea, se le amenazó con su exclusión, aunque este último extremo en aquel entonces no llegó a producirse.
Tanto China como Rusia llevan ya años siendo conscientes del riesgo que para ellos tiene la falta de alternativas a SWIFT y con ello han hecho grandes esfuerzos en el desarrollo de sus propios sistemas de mensajería financiera. Así, China en 2015 puso en marcha CIPS (Cross-border Interbank Payment System). Es administrado por el People’s Bank of China y se utiliza principalmente en el tráfico de transacciones entre Hong Kong y China. El Banco Central Ruso ha desarrollado desde 2014 el sistema SPFS (Sistema de Transferencia de Mensajes Financieros). Se puso en marcha en 2017 y en la actualidad tiene ya un alto grado de adopción local y ha conseguido la adhesión de algunas instituciones financieras internacionales en su área de influencia, así como el acceso a SPFS desde las filiales de los grandes bancos rusos en Alemania y Suiza.
En términos absolutos, la expansión internacional de ambos sistemas es aún muy limitada. Cuán rápido se podrían conectar a otros sistemas —o cuan fácil sería una teórica interconexión de los sistemas rusos y chinos ante una crisis— es algo sobre lo que solo se puede especular, pero que debemos temer a largo plazo. Y claro está, la sanción actual acelerará el desarrollo de estos sistemas alternativos, y seguramente también sus ganas de interconectarse. Un escenario sin duda escalofriante.
La sanción significa inmediatamente la imposibilidad de ejecutar un sinfín de operaciones financieras entre empresas e instituciones financieras y hasta el acceso del propio banco central ruso a sus reservas internacionales. Tendrá, sin duda alguna, consecuencias muy severas sobre la economía rusa. Ya al día siguiente el rublo cayó casi un 30 por ciento mientras que el Banco Central Ruso elevaba los tipos de interés al 20% en un intento de contrarrestar lo evidente. Como decía el mismo Banco Central “las condiciones externas para la economía rusa han cambiado drásticamente”.
La exclusión parcial pretende dar margen de maniobra para intentar maximizar el daño económico sobre Rusia y minimizar a su vez el daño a los intereses de gobiernos y empresas europeas, especialmente en lo que se refiere a los pagos por las importaciones de gas. En los próximos días seguramente se sabrá más sobre cuáles de las aproximadamente 300 instituciones financieras que utilizan SWIFT están afectadas por la medida. Pero una cosa está clara: aunque la eliminación de SWIFT signifique para Rusia volver a unos sistemas antiguos y analógicos, mucho más lentos y caros, para el mundo financiero significará también el fin de una era: la de tener un único sistema universal de mensajería financiera.
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