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Wallbox trepa hasta los 2.000 millones de valoración tres meses después de salir a Bolsa

El valor del fabricante de puntos de recarga para coches eléctricos se dispara un 56% pese a perder 38 millones hasta junio

De izquierda a derecha, los ejecutivos de Wallbox Douglas Alfaro, Barbara Calixto, Eduard Castaneda, Jordi Lainz y Enric Asunción, en el tradicional toque de campana en la Bolsa de Nueva York el pasado octubre.
De izquierda a derecha, los ejecutivos de Wallbox Douglas Alfaro, Barbara Calixto, Eduard Castaneda, Jordi Lainz y Enric Asunción, en el tradicional toque de campana en la Bolsa de Nueva York el pasado octubre.JUSTIN LANE (EFE)
Dani Cordero

Los coches eléctricos y todo lo que les rodea parecen estar tocados por una varita mágica. Son solo un pequeño porcentaje los que circulan por las carreteras, pero las expectativas que generan se han convertido en un reclamo de primer orden para los inversores de todo el mundo. Lo sabe Tesla, metida gracias a esa magia en el club de las empresas valoradas por encima del billón de dólares. Y también Wallbox, firma española fabricante de puntos de recarga de carrera fulgurante: fundada en 2015, debutó en la Bolsa de Nueva York el pasado 4 de octubre como un unicornio (empresa emergente con un valor superior a los 1.000 millones de dólares). Ha llegado a una capitalización de 2.500 millones de euros. El viernes cerraba la jornada en 1.980 millones de euros (2.250 millones de dólares) desde los 1.263 millones con los que debutó. Un 56% más pese a tres días consecutivos de caídas.

Solo las esperanzas de futuro explican esa valoración para una compañía que apenas vendió 66.000 cargadores en los tres primeros trimestres del año pasado; que facturó hasta junio 27,3 millones de euros y cuyas pérdidas alcanzaron los 38,4 millones de euros a mitad de 2021, este último un dato anunciado discretamente al regulador estadounidense. Wallbox no prevé alcanzar un ebitda positivo hasta 2024 y los flujos positivos de caja tendrán que esperar hasta 2025. El interés que despierta está asociado a la explosión de las ventas de coches propulsados por baterías y a las infraestructuras que se tendrán que instalar para recargarlos.

No habrá lo uno sin lo otro, y esa es la oportunidad que ve la pléyade de accionistas que se ha unido a la empresa fundada por Enric Asunción (consejero delegado), Eduard Castañeda (responsable de producto), Jordi Cano y Aleix Rull y el motivo por el que el fondo Kensington Capital Partners aceleró su salto al índice neoyorquino a través de una SPAC, un vehículo de inversión. Piensan que copará una posición relevante en el reparto de un mercado global de 280 millones de puntos de recarga en 2030 donde ellos solo esperan vender 4,5 millones. Y de momento, además de un gran grupo de competidores locales, tienen dos referentes en el mercado: la estadounidense ChargePoint (valorada en más del doble que Wallbox) y la china StarCharge. De momento, las ventas de 3,2 millones de coches eléctricos de 2020 no parecen un gran incentivo, pero analistas como los de BloombergNEF esperan que se multiplique por 14 en 2030.

“En nuestro mercado, ser una empresa global [está en 67 países] no requiere solo abrir una oficina en otro territorio. Tenemos que hacer procesos de certificación en cada mercado y esa es una tarea que necesita una gran cantidad de recursos. Podríamos haber optado por buscar una rentabilidad rápida centrándonos en un único país, pero preferimos esperar y ser más ambiciosos”, señala Jordi Lainz, el director financiero de la compañía, por videoconferencia. La casualidad ha querido que la empresa emergente haya celebrado los tres meses de su salida a Bolsa presentando un nuevo tipo de cargador, pensado para Estados Unidos, en la prestigiosa feria tecnológica CES, en Las Vegas.

Ganar cuota en el mercado estadounidense era uno de los objetivos al cotizar. Otro era asegurarse 270 millones de euros para financiar su plan de negocio con el objetivo de llegar a tiempo a la explosión de ventas de vehículos eléctricos, incentivada en Europa por la Comisión Europea con sus objetivos de reducción de emisiones y por la Administración Biden en Estados Unidos. En EE UU entraron en 2020 y en los nueve primeros meses de 2021 facturaron 3,7 millones de dólares. Este pronto podría convertirse ya en su principal mercado -dice Lainz-, por encima de Alemania, donde vendieron cargadores por un importe de ocho millones de euros hasta septiembre, seis veces más que un año antes. Su triunfo a través de Amazon explicaría parte del éxito de ese estreno.

Aunque los dos grandes anuncios de la compañía española se han situado en los productos desarrollados para espacios públicos, Wallbox nació para centrarse en los puntos de conexión de particulares. Las estadísticas que maneja la empresa aseguran que representarán el 87% de las ventas en el futuro. Para instalarlos ha establecido alianzas globales con marcas como Seat y Nissan, pero también otras por países con Volvo, Mercedes o Hyundai, entre otras. Su objetivo, no obstante, es explotar otras potencialidades de los cargadores: como la de poder cargar la batería de los coches cuando la electricidad es más barata y trasladar corriente a la red cuando el megavatio/hora suba su precio. “En nuestra sede de Barcelona, a veces conseguimos desconectarnos de la red y alimentarnos de las baterías de nuestra flota de coches y de las placas fotovoltaicas que tenemos instaladas”, explica Lainz. En Reino Unido han alcanzado un acuerdo con Octopus Electric Vehicles en el que el propietario puede ganar hasta 30 libras al mes si deja que el cargador obtenga la energía almacenada en el coche cuando su producción es más cara. “En todo caso, no sé si el mercado está reconociendo esas tecnologías más a futuro o, simplemente, reconoce que estamos bien posicionados en un mercado que crecerá exponencialmente”, dice el directivo.

Pero Lainz también sospecha que los inversores valoran la autosuficiencia de Wallbox. El hecho de que tenga tres fábricas y esté construyendo una cuarta en Arlington (Texas, EE UU). O que gracias a esa independencia haya podido burlar el quebradero de cabeza de la falta de semiconductores: sus ingenieros modifican sus cargadores en función del tipo de chips que tienen a disposición. Eso sucede en una empresa en la que, pese a la entrada del gran capital, sus dos principales fundadores, Enric Asunción y Eduard Castañeda, retienen el 61% de los derechos políticos.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 

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