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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La inflación caerá; los tipos no deben subir

Fráncfort no debería apresurarse en rebajar y cancelar su programa de compras de bonos pandémicos

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, el pasado mes de mayo en Lisboa.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, el pasado mes de mayo en Lisboa.Armando Franca (AP)
Xavier Vidal-Folch

La inflación caerá a medio plazo, salvo catástrofe. Es temporal, no solo porque lo digan los banqueros centrales, sino por la fuerza de la gravedad. Veamos.

El BCE prevé que el IPC de la eurozona crecerá al 2,2% este año (-0,3% en 2020); bajará al 1,7% en 2022, y al 1,5% en 2023. De momento, cerró septiembre al 3,4%. Los precios suben hoy porque la recuperación dispara la demanda. Y la oferta (energía, chips, semiconductores...) es reducida, o la acaparan grandes compradores con poder de mercado.

Pero también por un efecto rebote. Partían de un nivel muy bajo, propio de la parálisis pandémica. Entre abril de 2020 y el pasado 28 de septiembre, el barril de petróleo se duplicó, pasó de 38,33 dólares a 78,8. Por Navidad podría alcanzar los 90. El gas se decuplicó, de 6,2 euros por megavatio a 66,3, a 17 de septiembre.

Esos aumentos se trasladan en cascada a toda la cadena de producción y distribución. Pero cuando la recuperación se normalice deberían bajar... quizá hacia niveles de 2019: cuando el petróleo se situó en 64,7 dólares (abril) y el gas osciló durante ese año entre 10 y 20 euros.

Así que la inflación bajará. Salvo que ocurra una —o varias— de estas tres cosas: que los agentes económicos se pongan de los nervios, anticipen alzas continuas, y las repliquen; que las cadenas de suministro no solo flaqueen, sino que colapsen, o que llegue un caos inesperado, como el que Boris Johnson ha fraguado con el Brexit en el Reino Unido.

De modo que el BCE debiera poder cumplir sus promesas de no subir los tipos de interés hasta que se cumpla la triple condición que se autoimpuso el 19 de septiembre: llegar al 2% de inflación en tres años; de forma duradera hasta entonces y con una inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni energía, más volátiles) coherente con esas proyecciones. El caso de la Reserva Federal es distinto, porque los ritmos del PIB y el empleo van mucho más acelerados en EE UU.

Pero Fráncfort tampoco debería apresurarse en rebajar y cancelar su programa de compras de bonos pandémicos (PEEP), previsto “al menos” hasta marzo de 2022. Lo lanzó (18-3-2020) en función del “panorama” económico europeo (¡enorme avance!), no solo para una mejor transmisión monetaria. Y juró que duraría “hasta que la crisis esté vencida” (9-9-21). ¿Cuándo es eso? ¿Al recobrar el nivel precovid? ¿O al que estaría si no hubiese habido crisis, como propugnó Mario Draghi el pasado junio?

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