La encrucijada de Garamendi
El presidente de la patronal encara los meses más complicados de negociaciones, en los que se tocarán asuntos que afectan de lleno a las empresas
Las negociaciones para acordar una nueva subida del salario mínimo interprofesional (SMI) concluyeron el pasado jueves con un acuerdo a dos bandas entre Gobierno y sindicatos. El SMI se elevará hasta los 965 euros mensuales en 14 pagas desde el 1 de septiembre. Y por primera vez en dos años, la patronal se ha quedado fuera de la foto. Se rompe con la idílica estampa de unanimidad que se fraguó en los peores momentos de la pandemia, y que ha dejado una colección de diez acuerdos sociales consecutivos con el sí de las tres partes.
El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha recibido críticas de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y de los sindicatos UGT y CC OO por este paso atrás. Pero Garamendi tenía una posición clara: este no era el momento para una nueva subida porque todavía hay una economía en recuperación, la senda era una imposición política del Gobierno y hay sectores como la agricultura que están muy tocados por los últimos incrementos del salario mínimo. “Este no estaba medido y sus consecuencias asumidas”, señala una fuente de la patronal.
El temor que impera, sin embargo, en algunas bancadas del diálogo social es que la negativa de la CEOE a la subida del SMI contamine las negociaciones que se avecinan. En los próximos meses, el Gobierno y los agentes sociales han de intentar alcanzar acuerdos sobre la prórroga de los ERTE, la segunda parte de la reforma de las pensiones y la modernización del mercado de trabajo. “Con todas las presiones que están recibiendo dudo que vayan a salirse de esa cerrazón en la que se han metido”, advierte una fuente sindical.
Desde su llegada a la presidencia de CEOE a finales de 2018, Garamendi ha sorprendido por su capacidad para entablar conversaciones y llegar a acuerdos. Sobre todo desde que entró Podemos en el Gobierno. A pesar de la distancia ideológica que le separa de la ministra Yolanda Díaz, su talante y sentido de Estado han facilitado un clima social favorable en medio de la pandemia. Y la organización empresarial ha recobrado una importancia que no tenía desde hace tiempo.
Pero ese ambiente de cordialidad empezó a tensarse a partir de unas declaraciones en TVE en las que se mostró favorable a los indultos a los líderes independentistas siempre que ayudasen a dejar atrás el conflicto. Las críticas a Garamendi fueron furibundas. Y en parte procedían del PP. En un encuentro público con Pablo Casado, las tiranteces se hicieron evidentes. Una parte de la patronal vio en las declaraciones el síntoma de una relación demasiado cómoda con el Gobierno y en la que solo se reducían daños, pero nunca se obtenían ganancias. En el otro lado de la mesa de negociación, algunas voces consideran que esta situación puede condicionar la voluntad negociadora de Garamendi, máxime cuando además le queda un año de mandato y afronta la reelección.
Sin embargo, el capítulo se considera ya agua pasada en la CEOE. La organización respaldó con una ovación unánime a un Garamendi que no pudo ocultar su emoción. La mayoría apunta que no hay dudas de que, como en los buenos barcos, una fuga de agua en un departamento no tiene por qué inundar el resto. “Garamendi ha pasado página con la subida del salario mínimo y no hará sangre en las demás negociaciones”, señalan fuentes de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Otro miembro del diálogo social coloca la “profesionalidad” de la organización como escudo ante cualquier acusación de revanchismo sobre la patronal. Hasta Unai Sordo, líder de CC OO, negó la posibilidad de que fuera a producirse “una pataleta” de la CEOE que pudiera afectar a los próximos encuentros. Garamendi siempre explica que va a representar los intereses de las empresas y que no abandonará la mesa.
En el seno de los empresarios no creen que la negativa a aumentar el salario mínimo vaya a suponer una pérdida de reputación. Estos advierten, además, de que su posición se fundamentaba únicamente en lo inapropiado de una subida para 2021, pero no se negaban a negociar las de 2022 y 2023. “Creo que en enero estaremos en una posición diferente”, señaló Garamendi el viernes. Si bien después añadió que la subida del SMI podría alterar la recuperación del mercado de trabajo por la desaparición de “cientos de empleos”. En la CEOE preocupan sectores como la agricultura, la limpieza, la hostelería y el comercio, que están muy expuestos a una subida que ha sido bastante intensa en un plazo muy corto. También inquieta el riesgo de que aumente la economía sumergida.
Materias sensibles
Durante toda la semana, el presidente de los empresarios ha estado recibiendo pellizcos públicos de Yolanda Díaz. “A veces no negociando se pierde, no sé si hablo claro. Esta ministra estaba dispuesta a pactar por una cuantía inferior a la que tenemos”, declaró el viernes la también vicepresidenta desde Santiago de Compostela. “Creer que cuando una empresa quiere contratar a alguien va a dejar de hacerlo por pagar 15 euros al mes es ridículo”, le afeó también Unai Sordo, secretario general de CC OO. “Hacemos lo que pensamos que es bueno para el país. En las negociaciones vamos a seguir sentados y si decimos que no, lo haremos de forma educada y daremos nuestras razones, igual que cuando decimos que sí”, se defendió Garamendi. Fuentes de la patronal aseguran que nunca se levantaron de la mesa y que nunca hubo una cifra ofertada por Trabajo.
Y esta es la actitud que pretenden emplear en las conversaciones que se avecinan. El problema consiste en que hasta ahora se negociaba sobre asuntos como los ERTE, en los que se protegía a los trabajadores y el Gobierno ponía el dinero. Pero en los próximos meses se van a tocar materias que afectan de lleno a las empresas, como las cotizaciones, los autónomos o la reforma laboral. Según fuentes de la CEOE, la actual propuesta de Trabajo para reformar el mercado laboral restringe la temporalidad, la subcontratación y la flexibilidad interna. Y aseguran que si se modifica el artículo 41 en los términos que plantea el Gobierno implicaría una contrarreforma de lo aprobado en 2012. En esas condiciones, el no está asegurado. “Las negociaciones van a ser bastante complejas porque las posiciones son bastantes divergentes”, ha reconocido Sordo.
Aun así, en el ala más económica del Gobierno no desesperan. Son conscientes de que en los documentos del Ministerio de Trabajo se han recogido planteamientos algo extremos y directamente alineados con los sindicatos. Pero creen que al final se alcanzará un equilibrio en los cuatro puntos que tienen sobre la mesa: tipos de contrato, los ERTE permanentes, la subcontratación y la negociación colectiva. Y en la CEOE recuerdan que en estas negociaciones esta vez tendrá un papel destacado Bruselas. La entrega de los fondos europeos está condicionada al cumplimiento de reformas. Garamendi tiene por delante unos meses complicados de tira y afloja. Aunque cuenta con un amplio respaldo en la patronal, una negociación desafortunada podría levantar ampollas dentro de su organización. Pero no estará solo en la encrucijada. Tendrá el apoyo de una parte del Gobierno y de Bruselas.
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