Europa se recupera
La estrategia del BCE de reducir el ritmo de compra de bonos es adecuada, pero la clave será la velocidad y la intensidad de la retirada de esos estímulos
En marzo del pasado año la pandemia colapsó los sistemas de salud y los gobiernos europeos se vieron obligados a un cierre forzado. La economía se frenó en seco, como cuando en la Fórmula 1 hay un accidente y sacan el coche de seguridad. La vacunación ha llegado antes de lo esperado y la pasada primavera desapareció el coche de seguridad y las economías han salido a toda velocidad. Las empresas pararon en seco sus planes de inversión el pasado año y la recuperación mundial está siendo tan intensa que ha provocado restricciones de oferta y repuntes de precios, principalmente de materias primas e industriales.
El BCE reaccionó rápido y con contundencia en marzo de 2020 para evitar que el colapso de la economía llevara a otra crisis financiera y que los gobiernos no hubieran podido financiar el fuerte aumento de la deuda pública que provocó la pandemia. Su reunión de esta semana, estrenando la nuestra estrategia, había generado mucha expectación.
El banco central revisó al alza sus previsiones de crecimiento, pero siguen esperando que la inflación en 2023 continúe en el 1,5%, por debajo de su nuevo objetivo del 2% a medio plazo. El Consejo estima que el repunte de los precios es transitorio y mantiene sus programas de compras de deuda al menos hasta marzo.
No obstante, la presidenta Christine Lagarde abrió el debate sobre la retirada de estímulos, que será gradual y flexible. Es el mismo mensaje que la Reserva Federal y los inversores lo recibieron con sosiego. El bono español a 10 años bajó su rentabilidad a 0,3% y la prima de riesgo con Alemania se redujo. Si hubiera dudas sobre las compras de deuda, la prima de riesgo volvería a subir como sucedió en marzo del pasado año.
Hay elecciones en Alemania y la inflación siempre es un tema muy sensible para los votantes e inteligentemente el Consejo del BCE se anticipa para evitar posiciones demagógicas. Lagarde habla de recuperar los niveles de PIB anteriores a la pandemia a finales de este año y no tiene sentido que después de marzo se mantenga la intensidad de las compras de bonos que fue necesaria para evitar el colapso durante el confinamiento forzoso.
Manda también un mensaje a Bruselas y a los gobiernos para que comiencen a definir y a comunicar a sus ciudadanos que es el momento de retirar los estímulos fiscales y de reducir el déficit. La estrategia es la adecuada, la clave será la velocidad y la intensidad de la retirada de esos estímulos. Tanto la Comisión Europea como el BCE tratan de no repetir los errores de 2010, cuando se forzó una retirada caótica que provocó una doble recesión y una grave crisis financiera que puso en riesgo el euro y el proyecto europeo.
El nuevo plan de inversión europea no es de recuperación, que ya está en marcha. Pero si es un plan que ayudará a que los gobiernos reduzcan sus déficits sin recortar la inversión y eso reduce significativamente el riesgo de una recaída como en 2012. Que el BCE anuncie una retirada gradual lo refuerza. La clave de los fondos europeos no es si se gastan, sino en qué se gastan para aumentar el potencial de crecimiento y pagar la deuda. La subida de los precios del gas mete viento en contra de la recuperación sobre el sector industrial, fuerza a replantearse la velocidad de la transición energética. Urge revisar los sistemas de precios de la electricidad para reducir la volatilidad de 2021 o el fenómeno de los chalecos amarillos en Francia se puede expandir a otros países. Y el populismo puede poner en riesgo las inversiones en energías renovables, que son las más baratas y la solución a medio plazo.
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