Previsiones y riesgos al alza
Resulta difícil calibrar los efectos de las políticas fiscales y monetarias, por lo que la inflación podría subir más de lo previsto o ser más persistente
A pesar de las noticias que nos abruman con las dificultades que está generando la aprobación de vacunas, las terceras y cuartas olas de la pandemia y la fatiga generalizada que se percibe en nuestras sociedades, el panorama económico global está mejorando y muchos analistas han revisado al alza las previsiones de crecimiento mundial para los próximos dos años. Así lo hizo hace un par de semanas el FMI en sus previsiones de primavera, y así lo hemos hecho en BBVA Research en las publicadas esta semana.
Los factores que apoyan la recuperación son conocidos: el evidente efecto rebote después de un año de hundimiento del PIB, un menor impacto sobre la actividad de las nuevas olas de contagios gracias a lo ya aprendido, el ritmo de vacunaciones, que continúa en general con pocos retrasos respecto a lo previsto, un ahorro acumulado por muchos consumidores durante el último año que en parte se gastará tras la reapertura de las economías y, sobre todo, el apoyo de las políticas económicas. De hecho, es este último factor y, en concreto, la apuesta masiva por los estímulos fiscales en EE UU lo que hace revisar al alza no solo sus previsiones de crecimiento (a más del 6% en 2021 y del 5% en 2022), también las de muchos otros países emergentes y avanzados. Según nuestros cálculos, la economía global podría crecer casi un 6% y un 4,8% en el ejercicio 2022, lo que supone una mejora de más de medio punto en ambos años.
Los sucesivos paquetes fiscales aprobados hasta ahora para 2021 en EE UU equivalen al menos al 13% del PIB, y están en discusión nuevas políticas de gasto en infraestructuras que, aunque se vean compensadas por mayores impuestos, probablemente supondrán un estímulo adicional al menos en el corto plazo. Todo esto puede parecer excesivo, como ha argumentado recientemente Larry Summers, peso pesado de la política económica de las administraciones demócratas y defensor de largo recorrido de un fuerte estímulo fiscal.
Y es de ahí de donde provienen los riesgos para la economía global, que no solo están ligados a nuevas variantes de la covid-19. Ante cambios tan bruscos en los niveles de actividad y disrupciones tan asimétricas entre sectores, es difícil calibrar los efectos de las políticas fiscales y monetarias, por lo que la inflación podría subir más de lo previsto o ser más persistente. De momento, los bancos centrales están haciendo un buen trabajo en controlar esos temores, que se han reflejado en subidas de tipos de interés a largo plazo. Pero el riesgo de pasarse de frenada y desencadenar desequilibrios bruscos en variables financieras y reales es evidente.
Miguel Jiménez González-Anleo, de BBVA Research.
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