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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los halcones de la austeridad están gripados

El expansionismo fiscal simboliza el declive de sus propuestas restrictivas

El primer ministro holandés, Mark Rutte, durante una rueda de prensa en La Haya, el 5 de febrero.
El primer ministro holandés, Mark Rutte, durante una rueda de prensa en La Haya, el 5 de febrero.KOEN VAN WEEL (EFE)
Xavier Vidal-Folch

Los halcones de la austeridad están gripados. La ratificación por el Parlamento Europeo de la normativa sobre el plan de recuperación (Next Generation EU) de expansionismo fiscal simboliza el declive de sus propuestas restrictivas. Y va más allá: sin desbordar el plan, estira al máximo sus costuras.

Propugna alargar los vencimientos de sus préstamos para que reflejen “la naturaleza de largo plazo del gasto involucrado” (punto 28 del informe TA(2021)0038). Y exige “revisiones y actualizaciones del programa” para discutirlas en la Conferencia sobre el Futuro de Europa (punto 41).

Estrasburgo apunta así a ampliar el plan de recuperación, como propuso el Tribunal de Cuentas (Análisis 06 del 10/12/20), al empeorar la coyuntura por culpa de las sucesivas olas de la pandemia. Y quizás a convertir este plan Marshall de ocasional en permanente; y a alargar los plazos de los eurobonos a perpetuos.

Atención, los estímulos acordados son trascendentales, pero mejorables: el FMI pronostica para EE UU un rebote del crecimiento del 5,1%; para la eurozona, del 4,2%. Así que urge una vía útil para el activismo fiscal —la de Estrasburgo—, y no la suicida autolesión de cancelar la deuda en manos del BCE. Y para vencer las resistencias —de signo contrario— de los halcones.

El otro raíl a mantener recto se dilucida en la reiniciada batalla sobre las reglas fiscales para 2022 y ejercicios siguientes. A los países endeudados y vulnerables nos va en ello la vida.

Se perfilan tres ópticas: la de los halcones; la del aumento descontrolado e ideologista del gasto; la del posibilismo flexible. Todo indica que el mero retorno al Pacto de Estabilidad (y Crecimiento, PEC), suspendido para 2020 y 2021, es improbable. Es cierto que con el tiempo y algunas reformas, esa tabla de la ley se ha ido adaptando a la realidad cambiante.

Pero sus alas van cargadas de plomo. Porque al ser anticíclico, el PEC empeoró la Gran Recesión de 2008-2011, provocando un drama social en el Sur, con los recortes al incipiente Estado del bienestar. Porque acumuló incumplimientos en casi todos los países. Porque sus reglas son casi indescifrables siquiera con el vademécum de aplicación, de cientos de páginas.

Y porque, hijo de las inquietudes antinflacionarias vigentes al alumbrarse (1996), y herederas de los temores alemanes a repetir la hiperinflación que amamantó al nazismo, el PEC se ha quedado tan antiguo como la momia de cualquier Tutmosis. Entonces no se habían producido dos recesiones de campeonato; había inflación; los tipos de interés eran positivos; y las deudas públicas estaban bajo control.

Así que las reglas deberán cambiar, pues un club triunfador se organiza en base a normas y no gracias al caos. Las ideas más sugerentes que han salido a la palestra pública son sustituir el tope al déficit público del 3% sobre el PIB, por una regla de gasto público sencilla: que sea inferior al crecimiento potencial a medio plazo (aunque plasmarlo es complejo). Y el límite del 60% a la deuda, por una proporción sobre el gasto para honrarla (un flujo decreciente pese a que aumente el stock, si se mantienen los tipos cero).

Una esperanza de solución sensata se otea porque todas las fórmulas de ese sesgo las aportan los partidarios de la flexibilidad. Los halcones austeritarios gripados se remiten a la literalidad abrupta del Antiguo Testamento del PEC. Empeño imposible, pues hoy déficit y deuda reales desbordan sus límites, los duplican o triplican, no solo en España o Italia.

Los partidarios del inmovilismo cojean también por la corrupción y violaciones del Estado de derecho de frugales y hanseáticos. Su peor caos es la crisis de gobierno de Holanda, por desviación de fondos públicos ¡en contra! de los inmigrantes. Seguido de la recusación de una exministra danesa de Integración por causa parecida.

O el desplome del Ejecutivo de coalición entre derecha y ultraderecha en Estonia —tras arramblar a manos llenas dinero público para sus partidos—, y su sustitución por otro de centro izquierda. Disponen de poca vacuna para tanta gripe.

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