El precio de la luz
Nacionalizar las eléctricas, como piden los populistas de izquierdas y de derechas, no es la solución
En 2002, Daniel Kahneman y Amos Tversky, ambos psicólogos, fueron galardonados con el premio Nobel de economía. La economía estudia el comportamiento humano ante problemas de escasez y ellos demostraron que los humanos somos animales racionales, pero primero animales y a ratos racionales.
La pandemia nos ha ofrecido otro experimento que confirma sus teorías. Como nos enseñaron los escolásticos de mi querida universidad de Alcalá hace 500 años, y formalizaron matemáticamente los economistas de la universidad de Cambridge hace más de 100 años, el precio de mercado lo determina la última unidad consumida o producida, que tiene que ser igual para que haya equilibrio o de lo contrario no habrá intercambio y no habrá precio.
En abril, el precio de la electricidad en el mercado mayorista se desplomó hasta 20 euros por megavatio provocando fuertes pérdidas a las empresas eléctricas y eso permitió que las familias, según el IPC del INE, pagáramos un 30% menos de precio de la luz, niveles no vistos desde 2009. ¿Cuál fue la causa? El confinamiento provocó un desplome de la demanda y la mayor parte de la electricidad se generó con energías renovables, principalmente eólica, abaratando significativamente el precio gracias al mercado. La noticia pasó desapercibida para los medios en las secciones de economía.
Filomena ha disparado la demanda de electricidad y la última unidad producida fue con gas, una fuente primaria que permite ajustar rápidamente los picos de demanda. La alternativa es que muchas casas se hubieran quedado sin calefacción. El gas se produce principalmente en Rusia y Oriente Medio y los chinos han aumentado su demanda de gas provocando un fuerte aumento del precio. Es el mismo mercado de abril, pero ahora ocupa todas las portadas y los telediarios. ¿Por qué? Lean a Tversky y Kahneman para comprender nuestro sesgo cognitivo animal.
Enseguida aparecen los populistas de izquierdas y de derechas pidiendo intervenir el mercado. La propuesta estándar es nacionalizar las empresas, algo que no ha cambiado desde la dictadura franquista. Con un monopolio público en 1979, los precios de la electricidad se multiplicaron por cuatro por la crisis del petróleo. Por lo tanto, lo que los planificadores quieren realmente es cargarse el mercado y fijar ellos los precios por ley, como en la dictadura franquista. Ese ha sido el modelo en Argentina en las últimas décadas y no sería una opción recomendable para replicar en España.
La ola de frío pasará, la demanda se normalizará, la oferta de fotovoltaica en los dos próximos años estallará –hay de nuevo una burbuja solar– y los precios de la luz seguirán cayendo gracias al mercado y a la tecnología. De hecho aumentará tanto la oferta en los próximos años que habrá que cambiar la regulación para fijar un precio mínimo que garantice cubrir los costes de la red y el sistema.
Si los planificadores fueran racionales deberían pedir nacionalizar también toda la producción agrícola para fijar precios y que nadie pase hambre. Es lo que hizo Fidel Castro en Cuba y tampoco funcionó.
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