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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa, en modo Hamilton-2

El último debate gira en torno a la cancelación de la deuda de los Estados miembros comprada por el BCE

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, en Bruselas, el pasado febrero.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, en Bruselas, el pasado febrero.FRANCOIS LENOIR (Reuters)
Xavier Vidal-Folch

La decisión de los 27 de mancomunar la deuda través de eurobonos para financiar su gigantesco plan de recuperación es la más federal desde 1957.

Porque asienta la corresponsabilidad de compartir riesgo; desencadena la complicidad política en la defensa del Estado de derecho, y cabalga la estela de Alexander Hamilton, el secretario del Tesoro de EE UU que al asumir en 1790 la deuda de los Estados, los federó de hecho.

Ya antes de gozar de los efectos del plan, surgen ideas para superarlo, hacia un Hamilton-2. Buenas o menos buenas, bienvenida la vitalidad de la discusión. La última es cancelar la deuda de los Estados miembros comprada por el BCE. Tras meses de discutirse en Francia e Italia, en foros izquierdistas ansiosos de repudiar deudas injustas, ha llegado al Parlamento Europeo.

Así, 17 diputados inquieren, suaves, si sus compras “podrán durar y seguir siendo efectivas” y si convendría “considerar la cancelación” de las que acumula el balance del BCE desde 2015 (pregunta Z-071/2020).

Parecido tono usó el presidente de la Eurocámara, David Sassoli, en una entrevista que dio realce al debate, al afirmar que la cancelación es “una hipótesis de trabajo interesante”, pero atención, si se concilia con “el principio cardinal de la sostenibilidad de la deuda” (La Repubblica 14/11/2020).

Los fans de la idea razonan que el tamaño de la deuda francesa, al borde del 120% del PIB, anula los márgenes presupuestarios para los próximos años. Y alegan que al ortodoxo Banco de Pagos Internacionales no le inquieta que los bancos centrales puedan “perder dinero hasta que sus fondos propios se conviertan en negativos”.

Desde el BCE Christine Lagarde responde que el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la UE prohíbe monetizar (directamente) la deuda. Y Fabio Panetta alerta de que los ciudadanos podrían “perder la confianza en la moneda” si se imprimiesen billetes sin cuento, “un desorden” como el de los años veinte en Alemania.

Con agudeza, la economista jefa del Tesoro francés, Agnès Bénassy-Quéré, razona que “si se trata de gastar” a tope para contrarrestar esta recesión, eso ya puede hacerse ahora a bajísimos tipos de interés. Y que si ese propósito es para siempre, entonces, “la cancelación debería producirse todos los años”. Amén de que los fondos propios del BCE son ínfimos en relación a su balance Annuler la dette détenue par la BCE, est-ce légal, utile?, souhaitable?”, Direction Générale du Trésor.

La respuesta más creativa e inclusiva de la inquietud de los eurodiputados reconduce la cancelación —de imposible encaje legal hoy, de arduo consenso y de contraindicaciones por riesgo moral a una conversión de la deuda en perpetua, con virtudes equivalentes y sin sus defectos.

La firma el profesor Massimo Amato, de la Bocconi, en un magnífico artículo: Debito pubblico: non è da cancellare, ma da rinnovare all’infinito (en Valori, 21/11/2020).

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