El interés del bono español se sitúa en negativo por primera vez en el mercado secundario
La batería de liquidez presentada ayer por el BCE también llevó al bono español a diez años a caer por debajo de cero en el mercado primario
Han hecho falta menos de 24 horas para que el mercado secundario de la deuda, el zoco en el que los inversores se intercambian el papel ya emitido, se fuese también a tasas negativas. El jueves, el Tesoro español emitió por primera vez en su historia obligaciones a 10 años en las que, contraviniendo la lógica económica, en vez de pagar recibía dinero a cambio de financiarse. A primera hora de este viernes, la deuda a una década en circulación también se veía arrastrada a cifras negativas: los inversores —muchos de ellos no comunitarios que quieren tener en cartera activos denominados en euros— abonan por los títulos españoles de deuda más dinero del que recibirán a vencimiento. Un potente chute de confianza con la economía atravesando su mayor crisis desde la Guerra Civil.
España ha sido el último país de la eurozona en el que se posa la aparente paradoja de los tipos negativos. Pero ni mucho menos solo en ese cada vez menos selecto club: ya son 11, más de la mitad, los que tiene su deuda a 10 años —la referencia del mercado— en negativo. ¿Qué hay detrás de este fenómeno? Grosso modo, dos factores. Primero, el giro radical en la gestión de la crisis en Fráncfort (al BCE no le ha temblado el pulso: el legado de Mario Draghi y su huella en el día a día de Christine Lagarde son profundas) y Bruselas (donde la austeridad mal entendida es historia; y donde los jefes de Estado y de Gobierno han logrado alumbrar un plan de recuperación financiado con emisiones mancomunadas). Con los pilares comunitarios infinitamente más firmes que en la última crisis de deuda soberana —Angela Merkel es otra; los ansiados eurobonos han llegado para quedarse—, una Europa mucho más unida a ojos del resto es la mejor garantía posible para quienes invierten en el sur de la Unión.
Segundo, aunque no menos importante, unos mercados inundados de liquidez por la acción de los bancos centrales en los que el dinero busca acomodo en todo tipo de activos: Bolsa, deuda pública, deuda privada y hasta monedas virtuales sin más respaldo que el de las fuerzas de la oferta y la demanda. Y, con los activos tradicionalmente más seguros —oro, deuda alemana—más caros que nunca, los bonos soberanos de los países periféricos de la UE, e incluso de algunos emergentes, son la alternativa perfecta para cuadrar el sudoku de muchos gestores de cartera en su eterna búsqueda del equilibrio entre riesgo y rentabilidad. Encontrar en el mercado activos sólidos que ofrezcan réditos positivos, por pequeños que sean, es estos días casi como dar con una aguja perdida en un pajar.
El cambio total de paradigma en la acción de la Unión Europea se ha visto aún más reforzado el jueves con la garantía de que el BCE seguirá ofreciendo financiación barata a los Gobiernos hasta, como pronto, 2022. Un argumento más que ha empujado a la baja la rentabilidad del bono español: mientras el Eurobanco se mantenga firme en su respaldo a las capitales, los inversores podrán dormir tranquilos. No en vano, el instituto emisor ya tiene la cuarta parte de la deuda en circulación de los países del euro, con foco especial en el arco mediterráneo, de largo el más golpeado por el virus.
No solo España se ha sumado en la última semana al creciente ramillete que cobran por pedir prestado. Portugal, que tuvo que ser rescatada en la anterior crisis financiera y cuya deuda ha discurrido por un camino paralelo al de España, también disfruta de tipos negativos desde hace unos días: que los inversores hayan tenido que pagar intereses a cambio de recibir deuda lusa unos días antes que en el caso del país vecino tiene que ver, únicamente, con una cuestión del calendario de emisiones de ambos Tesoros. Aunque el déficit público portugués muestra una mejor trayectoria que el español, este factor se ve compensado con un mayor endeudamiento acumulado: su sector público cerrará el año debiendo más del 135% del PIB, aún por encima del 120% de España.
Frente a los tipos solo ligeramente negativos de la deuda española y portuguesa, en Alemania, locomotora europea y gran punto de referencia sobre el que gravita cualquier comparación entre los Estados miembro, pagar por financiarse ni es flor de un día. El camino que hoy inicia España allí comenzó tres años atrás, y los intereses exigidos a los inversores no son ni mucho menos de la misma magnitud: el -0,005% español este jueves palidece al lado del -0,63% bund germano. Ambas ya están en el mismo saco, pero la prima de riesgo —que no deja de ser la diferencia entre la rentabilidad entre ambos bonos— se mantiene en el entorno de los 60 puntos básicos.
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