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Los bancos centrales alertan de la asimetría entre Bolsas y PIB tras el noviembre récord en los mercados

La deuda con intereses negativos escala hasta los 17,5 billones de dólares en todo el mundo, según el coordinador de los bancos centrales

Ignacio Fariza
La sede del BIS, en Basilea, el pasado 30 de enero.
La sede del BIS, en Basilea, el pasado 30 de enero.ARND WIEGMANN (Reuters)

La sensación de desconexión entre las Bolsas y la economía real —el PIB, el empleo, el bolsillo de los ciudadanos de a pie— viene de atrás. Antes de que el virus hiciese acto de presencia, a principios de año, los máximos de Wall Street no guardaban consonancia con un crecimiento que languidecía pese al continuo apoyo de los bancos centrales; las toneladas de liquidez, se decía entonces, tenían la culpa de ese evidente desacoplamiento. En este tramo final de pandemia, en el que las vacunas ya permiten ver la luz al final del túnel, los indicios de desconexión entre parqués y realidad económica se han exacerbado aún más: tras un noviembre récord y a lomos de un exceso de liquidez que no ha dejado de crecer en un intento por evitar males mayores, los parqués estadounidenses han vuelto a batir récords históricos y sus pares europeos han recuperado buena parte del terreno perdido en primavera.

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En ese caldo de cultivo, el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas inglés) alerta este lunes de la “distancia entre las valoraciones de los activos de riesgo y las perspectivas económicas”. Las Bolsas, en fin, van un paso por delante de una economía que sigue sufriendo los rigores de los confinamientos pero que ya ve cercano el día en que el virus dé un paso a un lado y permita a la economía regresar a pleno rendimiento. “Los mercados han evolucionado bien ante las noticias sobre las vacunas y se encuentran por encima o cerca de los niveles de antes de la pandemia, cuando ya se planteaba que las valoraciones podían ser excesivas”, esboza el jefe del departamento Monetario y Económico del organismo, Claudio Borio, al tiempo que advierte del riesgo, todavía importante, de que se produzcan más quiebras en los próximos meses.

La línea entre una toma de riesgos “que es bienvenida” —sin ella, en una economía de mercado el crecimiento económico sencillamente no sería posible— y una “excesiva, que puede generar vulnerabilidades financieras” es “delgada”, en palabras de Borio. “Los bancos centrales son plenamente conscientes de esto, y es un equilibrio delicado: por un lado tienen que ayudar a la economía, que todavía necesita y seguirá necesitando apoyo, pero a la vez esto tiene efectos secundarios”. Las “valoraciones excesivas”, remarca el jefe de análisis del BIS, “son una fuente de vulnerabilidad, de ahí que las autoridades tengan que hacer un seguimiento muy muy exhaustivo”.

Una desconexión europea y, sobre todo, estadounidense

Los datos duros son meridianos. Incluso en el Viejo Continente, donde las medidas de contención del virus han sido —siguen siendo— especialmente duras, con el estirón de noviembre algunos índices bursátiles ya han regresado a las cifras prepandemia. Ese es el caso del DAX alemán: a pesar de que el PIB de la primera potencia europea caerá un 5,6% este año, los grandes nombres de su índice apuran las últimas sesiones de 2020 en niveles cercanos —y en algunos casos, superiores— a los que lucían antes del coronavirus. Cerca de recuperar todo lo perdido quedan, también, el CAC francés y el MIB italiano, que se dejan apenas un 7% y un 6% este año ajenos a las caídas de doble dígito que sufrirán ambas economías.

Algo menos de asincronía se percibe en el Ibex español y el FTSE británico, que se dejan algo más de un 13% con sendos batacazos del PIB del 12%, uno de los reveses más severos no ya de Europa sino de todo el mundo. Y con unas perspectivas que, en el segundo caso, no solo son sombrías por el efecto del virus sino también por una desconexión de la Unión Europea que todavía puede ser abrupta, el peor de los escenarios posibles cuando se empezó a cocer el Brexit.

Entre las Bolsas europeas de menor tamaño, la suiza —desvirtuada, en parte, por la exposición exterior de sus cotizadas— apenas cae un 2% en lo que va de ejercicio pese a que el PIB retrocederá más de un 5% este año. Y, quizá en el caso más significativo, la sueca sube casi un 8% ajena a los números negativos que arroja su economía, que cerrará el ejercicio con un descenso que rondará el 3,4% según las últimas proyecciones de la Comisión Europea.

Aún más ilustrativa es la desconexión entre activos financieros y economía real al otro lado del Atlántico, donde el mayor peso del sector tecnológico en los selectivos —de largo, el que mejor se ha comportado durante la crisis sanitaria— ha permitido al Nasdaq escalar casi un 40% en lo que va de año. Y al S&P500, rozar el 15% de subida. Todo, en un 2020 en el que el PIB estadounidense se dejará un notable 3,7%.

También llaman la atención los caminos divergentes entre Bolsas y economía real en los emergentes y, muy particularmente, en América Latina, una de las regiones más castigadas, tanto en lo sanitario como en lo económico. El PIB mexicano retrocederá más de un 9%, pero el principal índice de su parqué firma tablas; la economía brasileña caerá un 6%, pero el Bovespa se deja apenas un 1%; y Argentina, asediada por una recesión en dos frentes —la suya propia, que arrastra desde hace años, y la de la covid-19—, sufrirá la mayor caída de entre las economías del G20, pero su Bolsa se anota más de un 30% en lo que va de 2020, dando vuelo a la alerta del Banco de Pagos Internacionales en su revisión trimestral.

Brecha entre riesgo e interés, también en la deuda corporativa

La inundación global de liquidez, a raíz del dinero creado de la nada por los bancos centrales para aliviar las consecuencias de la crisis, no solo tiene su expresión en las Bolsas. También los bonos soberanos se están beneficiando, y de qué manera, de las políticas monetarias ultralaxas: el volumen de deuda con intereses negativos —el emisor no paga, sino que cobra por endeudarse— ronda ya los 17,5 billones de dólares, más de 12 veces el PIB español, en máximos históricos. De esa cifra, casi dos billones de dólares se corresponden con deuda empresarial, un mercado en el que —como en las Bolsas— “el dinamismo contrasta con el incierto panorama económico a medio plazo, planteando interrogantes sobre la brecha entre los riesgos subyacentes y los diferenciales”, según se desprende del informe trimestral del organismo con sede en Basilea.

Esto, remarca el BIS, ha empujado a los inversores a la inversión en activos de mayor riesgo —como la Bolsa o la deuda emitida por empresas y países con peor perfil crediticio— en busca de rentabilidad, ese rara avis de nuestros días. Hasta China, el país emergente por excelencia, ha emitido recientemente bonos denominados en euros con intereses negativos y una demanda sin precedentes.

Mucho menos se nota la mano del BCE y la Reserva Federal en los créditos de las entidades financieras a empresas y particulares. “Los diferenciales de la deuda, comprimidos, contrastan con una actitud más cautelosa de los bancos a la hora de prestar. En el pasado, las condiciones de los mercados crediticios corporativos y bancarios se ha movido a menudo en sincronía”, zanja el coordinador de los bancos centrales. “Esta vez, sin embargo, los bancos estadounidenses y europeos han continuado ajustando sus préstamos”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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