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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo pueden los republicanos hundir EE UU

Si Trump pierde el voto popular, pero gana en el Colegio Electoral, sería el fin de la democracia en el país

Paul Krugman
Donald Trump, en un momento de un mitin en Orlando.
Donald Trump, en un momento de un mitin en Orlando.Jonathan Ernst (REUTERS)

Después de lo ocurrido en 2016, nadie puede ni debería dar nada por sentado, pero Joe Biden tiene probabilidades de vencer a Donald Trump, muy posiblemente por una mayoría aplastante. Sin embargo, el partido de Trump podría estar aún en posición de infligir un enorme daño a Estados Unidos y al mundo en los próximos años.

Para empezar, si bien los demócratas son también los favoritos para hacerse con el control del Senado, sus probabilidades no son ni mucho menos tan altas como en las presidenciales. ¿Por qué? Porque el Senado, que da al votante medio de Wyoming un peso 70 veces mayor que el del votante medio de California, es un órgano muy poco representativo. Y tiene pinta de que un presidente que probablemente no será reelegido —y que perdió la votación popular ya en 2016— junto con un Senado que representa a una minoría de los ciudadanos estadounidenses están a punto de instalar una supermayoría de extrema derecha en el Tribunal Supremo.

Si quieren un adelanto de lo mal que puede salir esto, fíjense en lo que está pasando en Wisconsin. En 2018, los votantes de este Estado eligieron a un gobernador demócrata. Los legisladores demócratas obtuvieron también una mayoría holgada —53%— de los votos. Pero debido a la forma en que están diseñados los distritos electorales del Estado, los demócratas acabaron ocupando solo 36 de los 99 escaños que tiene la Asamblea Estatal. Y el poder judicial electo de Wisconsin está también dominado por los republicanos.

Probablemente no les sorprenda saber que el Partido Republicano de Wisconsin ha intentado usar el poder que le queda para debilitar al gobernador Tony Evers. Lo que a lo mejor no saben es que ahora este asalto al poder se está volviendo letal.

Me explico: Wisconsin está experimentando una escalada aterradora del coronavirus, que parece a punto de igualar a la que golpeó a Arizona en verano. Arizona logró contener con el tiempo la oleada imponiendo el uso obligatorio de mascarillas, cerrando los bares y limitando las reuniones en lugares cerrados. Pero el legislativo republicano de Wisconsin ha obstaculizado los intentos de Evers de controlar la pandemia. Y el pasado miércoles, un juez republicano bloqueó una orden que limitaba el número de personas que pueden reunirse en bares y otros espacios públicos. En Wisconsin, por lo tanto, un partido rechazado por los votantes está consiguiendo infligir un daño inmenso, que probablemente incluya cientos de muertes innecesarias. Y algo similar pero mucho peor podría ocurrir muy fácilmente a escala nacional.

Lo primero de todo, aunque Trump tiene muy pocas posibilidades de ganar la votación popular, podría hacerse con una victoria en el Colegio Electoral. Si lo logra, podría significar el fin de la democracia estadounidense. Un resultado más probable es que Trump pierda, pero los republicanos conserven el Senado. En ese caso, sabemos qué va a pasar: un sabotaje fiscal a gran escala. Es decir, los republicanos, que se han mostrado completamente indiferentes ante los déficits presupuestarios durante el mandato de Trump, redescubrirán repentinamente los males de la deuda pública y bloquearán cualquier esfuerzo del Gobierno de Biden para sostener la economía y el nivel de vida frente a la pandemia.

E incluso si los demócratas se hicieran con el Senado y la Casa Blanca, es casi seguro que ahora se encontrarán frente a una minoría de 6-3 en el Tribunal Supremo: es decir, un Supremo dominado por jueces nombrados por un partido cada vez más extremista que solo ha obtenido la mayoría de los votos emitidos por los ciudadanos una vez en las últimas tres décadas.

En las sesiones para debatir el nombramiento de Amy Coney Barrett, los demócratas han insistido, con razón y comprensiblemente, en la posibilidad de que dicho Tribunal Supremo emplee argumentos claramente espurios para revocar la Ley de Atención Sanitaria Asequible, lo que significaría que decenas de millones de estadounidenses perderán su cobertura sanitaria. La despenalización del aborto corre también un peligro evidente.

Pero yo diría que la mayor amenaza que planteará este Supremo es para la política ambiental. Digámoslo de este modo: parece que Charles Koch está invirtiendo millones en un intento de que se confirme a Barrett. Y no lo hace porque sea un detractor apasionado del derecho al aborto, ni siquiera, probablemente, porque quiera una revocación de la ley sanitaria. Lo que busca es un tribunal que bloquee la regulación gubernamental de las empresas y sobre todo un tribunal que restrinja los esfuerzos del Gobierno de Biden para tomar medidas contra el cambio climático. Y cómo no, durante su presentación, Barrett, cuando se le preguntó sobre el cambio climático, pronunció las temidas palabras: “Ciertamente, no soy científica”. A estas alturas todo el mundo sabe lo que eso significa. No es una expresión de humildad; es señal de que el hablante pretende obviar la ciencia y oponerse a cualquier intento de evitar la mayor amenaza a la que se enfrenta la humanidad.

Es difícil exagerar lo peligroso que será que el poder del Tribunal Supremo acabe siendo utilizado para debilitar la protección medioambiental. Biden ha dejado claro que las medidas climáticas constituirán el núcleo de su programa económico. Y esas medidas ya llegan tarde. Empezamos a ver ya los efectos del calentamiento global en forma de incendios e inundaciones, y si desperdiciamos los próximos años probablemente será demasiado tarde para evitar la catástrofe. En otras palabras, si un Tribunal Supremo atestado de republicanos bloquea una política climática efectiva, no solo será una atrocidad, sino también un desastre, tanto para Estados Unidos como para el mundo. De modo que no podemos permitir que eso ocurra. Da igual todo lo que se diga sobre las normas (que, de todas formas, solo parecen aplicables a los demócratas). Lo que está en juego aquí podría ser el futuro de la civilización.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2020. Traducción de News Clips

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