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Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson ganan el Premio Nobel de Economía 2020

La Academia Sueca ha premiado sus innovaciones en la teoría de subastas

Desde la izquierda, Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson. En vídeo, entrega del Premio Nobel de Economía 2020.Vídeo: FOTO Y REUTERS
Álvaro Sánchez

Los estadounidenses Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson, matemáticos y profesores de la Universidad de Stanford, obtuvieron este lunes el Premio Nobel de Economía “por sus mejoras en la teoría de subastas y la invención de nuevos formatos de subastas”, según anunció la Real Academia de las Ciencias Sueca. Las investigaciones de ambos revolucionaron dicho campo, crearon un mercado más eficiente para compradores y vendedores, y contribuyeron a maximizar los ingresos de las arcas públicas en el mercado eléctrico, petrolífero o de telecomunicaciones. La decisión consolida el dominio norteamericano en el galardón.

La elección no ha causado sorpresa. Milgrom, de 72 años, y Wilson, de 83, obtuvieron en 2012 y 2015 respectivamente el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, que ya habían sido entregados en más de una decena de ocasiones a futuros poseedores del Nobel. Y son considerados “gigantes de la economía” por algunos expertos.

Nacido en Detroit, Milgrom se licenció en Matemáticas en Michigan y se especializó en Estadística en la Universidad de Stanford, donde enseña desde 1987. Robert B. Wilson (Geneva, Nebraska), es profesor emérito de la misma institución, y tuvo a Milgrom entre sus alumnos. Sus trabajos no son un ente abstracto: han permitido a las arcas públicas recaudar sumas multimillonarias al ser capaces de diseñar nuevos formatos de subasta de bienes y servicios difíciles de vender al modo tradicional.

El mejor ejemplo de ello llegó en 1994, cuando las autoridades estadounidenses utilizaron por primera vez uno de sus formatos de subasta para vender frecuencias de radio a operadores de telecomunicaciones. Desde entonces, muchos otros países han seguido sus pasos, entre ellos España, que durante la etapa de Álvaro Nadal como ministro de Energía —entre 2016 y 2018— utilizó su teoría para las subastas eléctricas. “Sus descubrimientos han beneficiado a vendedores, compradores y contribuyentes de todo el mundo”, recalca la nota de la academia sueca.

Wilson ha contribuido al diseño del mercado eléctrico. Sus tarifas multidimensionales se usan en numerosos sistemas eléctricos de todo el mundo, y entre otras cosas han permitido financiar inversiones en nueva capacidad eléctrica y reducir los cortes de suministro a consumidores. Además, demostró por qué los postores racionales tienden a colocar ofertas por debajo de su mejor estimación: están preocupados por la maldición del ganador, es decir, por pagar demasiado y perder.

Milgrom ha hecho lo propio en el ámbito de las telecomunicaciones, con la subasta de frecuencias del espectro radioeléctrico, e incluso creó una consultora para asesorar en dicha área, pero también en el mercado de madera, diamantes, gas natural o software. En sus trabajos, analizó las estrategias de licitación, y probó que el vendedor obtiene mayores ingresos cuando las empresas que compiten entre sí conocen una estimación de las ofertas de las demás. Es decir, recomendó el sistema de pujas abiertas.

“Aparte de sus contribuciones científicas, parte del Nobel se debe a su impacto en la vida de los ciudadanos”, subraya Juan José Ganuza, catedrático del departamento de Economía y Empresa de la Universidad Pompeu Fabra.

En un sistema donde buen parte de los ingresos de gigantes como Google provienen de subastas digitales, y compañías como eBay han universalizado la puja por objetos, se puede decir que ambos estudiosos fueron pioneros: sus modelos permitieron a los Gobiernos mejorar la competencia y sacar partido en los mercados eléctricos, de telecomunicaciones o petrolífero. “El principio fundamental de las subastas es que quien más puja es quien puede obtener más beneficio con la licencia, por lo que suele ir a las manos del que mejor puede explotar el negocio. Es una asignación eficiente mientras a la vez recaudas más para el sector público”, añade Ganuza.

Dominio estadounidense

Ambos se repartirán un premio de 10 millones de coronas suecas, casi un millón de euros. Wilson no empleará su parte en subasta alguna. En conexión telefónica, dijo que nunca ha participado en una, y que dado que no puede viajar por la pandemia, se limitará a ahorrarlo para su esposa e hijos. El ganador del Nobel explicó que Internet ha alterado profundamente el campo en el que lleva trabajando décadas. “Las empresas realizan subastas continuamente, como las de anuncios en Google, pero también públicas y en los mercados financieros”.

La elección consolida aún más el abrumador dominio estadounidense. 45 de los 86 galardonados hasta ahora poseían dicha nacionalidad, una superioridad que la academia atribuye a que tras la Segunda Guerra Mundial EE UU ha invertido más que Europa en el terreno académico. No es el único desequilibrio. Solo se ha reconocido la labor de dos mujeres en sus 52 ediciones: la estadounidense Elinor Ostrom en 2009, y la francesa Esther Duflo el año pasado.

La carrera de obstáculos por el galardón

El premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, nombre oficial del galardón, que se concedió por primera vez en 1969 para celebrar los 300 años de vida de la institución, pone el cierre a la edición de 2020. Es habitual que sea compartido. Así ha sucedido más de la mitad de ocasiones: 25 veces se concedió a una persona, 20 a dos, y siete a tres. El reconocimiento implica superar muchos filtros. El comité de la Academia pide opinión a 3.000 expertos. Con los nombres se elabora una lista de entre 250 y 300 nominados. El comité envía sus recomendaciones a la Real Academia Sueca de Ciencias, y los miembros de esta votan al ganador o ganadores.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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