Fusión entre Caixa y Bankia: la culpa no es solo del virus
Los escasos márgenes que dejan los tipos reducidos, la competencia de las tecnológicas y las exigencias de capital de los supervisores abocan a las fusiones
Las negociaciones para alcanzar una fusión entre Caixabank y Bankia se producen en un momento de grandes dificultades para la banca. El sector ya padecía problemas estructurales a los que ahora se une una crisis provocada por la pandemia y en la que se espera que se dispare la morosidad tras un fuerte aumento de la liquidez concedida a las empresas para que aguanten el vendaval. Según se calcula en un reciente informe del Banco de España, un tercio de las empresas tendrá este año una probabilidad alta o muy alta de impago, que el supervisor cifra en superior al 3% o superior al 5%, respectivamente.
Pero los achaques de la banca ya venían de antes: en un contexto de tipos de interés negativos, los bancos tienen más difícil cobrar sus servicios y se enfrentan a un problema de márgenes y beneficios. Las entidades han de ser muy grandes para acometer los enormes desarrollos informáticos que necesitan para digitalizarse y competir con las tecnológicas como Google y las fintech, que amenazan con comerse en algún momento el mercado bancario. También para protegerse de las absorciones. Además, Caixabank y Bankia no se habían internacionalizado como sí hicieron el Santander y el BBVA. Y con el tamaño que ganarían si se cierra la fusión tendrán más fácil dar el salto al extranjero, una necesidad cada vez mayor para las entidades porque cuanto más diversificadas están mejor aguantan los problemas, como ya ocurrió en la anterior crisis financiera.
“Crecer orgánicamente en el negocio de la banca es hoy prácticamente imposible, así que la única alternativa son las fusiones, que permiten crecer en beneficios reduciendo costes”, señala Juan Fernando Robles, profesor de banca del Centro de Estudios Financieros.
Tipos bajos durante mucho tiempo
Con la perspectiva de unos tipos en negativo para mucho tiempo, las entidades presentan unas rentabilidades hundidas. Y tienen la necesidad imperiosa de ganar dinero. Porque si no obtienen beneficios, no son atractivos en Bolsa y les cuesta mucho levantar capital y, por tanto, cumplir con los requisitos regulatorios de solvencia. Y esa menor solvencia a su vez les dificulta crecer dando créditos o comprando otras entidades. A menos que se trate de una entidad pequeña, bien gestionada y protegida en un nicho, un banco que no sea muy grande se queda en terreno de nadie y expuesto.
Y para ganar dinero con el que escapar de esa situación no les queda más remedio que reducir gastos. En tales circunstancias solo se puede crecer eliminando entidades y sus consiguientes estructuras duplicadas. Ya se hizo en los noventa, en los 2000 y ahora. Es una tendencia mundial. Los supervisores la están alentando. Y la crisis de la covid precipitará un gran baile de fusiones.
Estructuras duplicadas
Las dos entidades que arrancan el baile tienen muy duplicadas sus estructuras con mucha presencia por ejemplo en Madrid. Cualquier solapamiento entre ambas desaparecerá eliminando gastos y produciéndose despidos. Pese a tratarse de una fusión y aunque Goirigolzarri acabe siendo el presidente, se espera que predomine la cultura de Caixabank. Tiene más tamaño y quedaría con una participación de control mediante la Fundación La Caixa del 30%. Bankia tiene un volumen de activos superior a los 200.000 millones de euros. Y Caixabank unos 400.000, casi el doble. La suma llegaría a los 650.000. Si bien el Santander es el más grande con más de un billón de euros en activos en todo el mundo, la entidad resultante sería el banco con más activos en España y lideraría el mercado nacional. Además, Bankia y Caixabank reúnen perfiles de negocio parecidos con mucho cliente minorista y algo de pymes, lo que facilitará la integración.
Por otra parte, el memorando de rescate europeo obligaba al Gobierno español a deshacerse de su participación en Bankia. Y hasta ahora no ha sido posible hacerlo a buenos precios salvo un par de colocaciones. Con esta operación el Estado pierde la prima de control, pero por lo menos será más fácil colocar un 14% de una nueva entidad con más valor tras las reducciones de coste que un 60% de una entidad más pequeña.
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