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CRISIS DEL CORONAVIRUS
Tribuna
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El ojo del huracán se muda a América Latina

A pesar de los avances y la consolidación de nuestras economías, cuando el bloque desarrollado estornuda a nosotros nos da una neumonía

Una mujer camina por Buenos Aires en plena pandemia del coronavirus.
Una mujer camina por Buenos Aires en plena pandemia del coronavirus.Juan Ignacio Roncoroni (EFE)
Alejandro Grisanti Capriles

Han pasado solo 12 semanas desde que comenzamos la cuarentena, aunque pareciera que hubieran pasado años. La pandemia, que arrancó en China y se propagó con toda su fuerza por Europa y Estados Unidos, hoy está causando grandes estragos en América Latina. Todo parece indicar que en las próximas semanas la pandemia seguirá su fase exponencial en la región, potenciada por las deficiencias en la infraestructura hospitalaria y una alta tasa de informalidad que obliga a los ciudadanos a salir a ganarse los ingresos del día para poder subsistir.

Estamos viviendo una situación sin precedentes, de gran incertidumbre, cuyo análisis precisa mucha humildad. Es el momento del pragmatismo, pues debemos asimilar que se van a cometer errores en un contexto en el que se deben definir las equivocaciones que no se pueden cometer. Hay que dar espacio a lo impensable. La pandemia atacó con fuerza a países desarrollados con sistemas de control de epidemias muy enflaquecidos, dado que hacía años que no padecían una. Si bien es cierto que los países de América Latina y África dedican una mayor proporción de su presupuesto de salud a sus centros epidemiológicos, también lo es que los recursos son escasos.

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Haciendo la salvedad de que las estadísticas que se están generando son de mala calidad, estas indican que el pico de la pandemia se produjo en los países europeos a finales de marzo y que estos han sido capaces de reducir el número de nuevos casos de manera más acelerada que EE UU, donde el pico se produjo a mediados de abril y ha venido cayendo de una forma mucho más lenta. Lo que llama profundamente la atención es que América Latina, que había logrado una tasa relativamente baja entre febrero y marzo, está ahora en una fase exponencial, sufriendo el mayor número de casos nuevos en el mundo. En los siete días anteriores al 31 de mayo, el mundo presentaba un promedio de 108.719 nuevos casos, de los cuales 44.689 o el 41,1% correspondían a América Latina.

Desafortunadamente, es posible esperar que, dada la menor capacidad de infraestructura hospitalaria, será esta región la que tendrá la mayor tasa de mortalidad en comparación con el resto del mundo: de las 3.862 muertes diarias (en promedio) que el mundo ha sufrido en los siete días previos al 31 de mayo, 1.432 o 37,1% de los fallecimientos por la covid-19 se han producido en América Latina. Por último, en vista de las altas tasas de informalidad laboral, muchos latinoamericanos tienen que salir todos los días a generar sus ingresos de subsistencia sin poder guardar la debida cuarentena, lo que hará que la reducción en el número de nuevos casos —y por ende el número de muertos— sea mucho más lenta que la de EE UU y la de Europa.

En este ambiente de tanta incertidumbre hay una sola certeza: las economías del mundo están en caída libre. La mayoría de los países, quizás con la excepción de China, van a sufrir contracciones de dos dígitos en el segundo trimestre del año y la mayoría de los bancos de inversión han seguido incrementando sus estimados de contracción. En EE UU, principal economía del mundo, se estima que el desempleo llegará a 25% y que la contracción económica se situará entre 30% y 40% para el segundo trimestre del año, pudiendo llegar a dos dígitos en 2020.

Al igual que en términos sanitarios, todo parece indicar que la crisis económica será mucho más profunda en América Latina que en Europa o en los Estados Unidos. En general, los países de la región tienen muy poco espacio para hacer políticas fiscales y monetarias expansivas que detengan el impacto. Y la mayoría de los países van a ver reducidos sus ingresos por la caída del precio de las materias primas, la desaparición del turismo, la gran contracción de las remesas y el rompimiento de las cadenas de suministro, con una muy deteriorada capacidad de respuesta. América Latina, que fue una región con muy bajo crecimiento en la década pasada, tiene un cuadro poco alentador al comienzo de esta: a pesar de los avances y la consolidación de nuestras economías, cuando el bloque desarrollado estornuda a nosotros nos da una neumonía.

Alejandro Grisanti es economista y miembro del comité de expertos nombrado por Juan Guaidó para la renovación de PDVSA.

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