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La odisea de esquilar ovejas a 10.000 kilómetros

Los ganaderos españoles reciben a centenares de especialistas uruguayos para retirar la lana tras dos meses de espera y burocracia con las fronteras cerradas

Juan Navarro
Tres esquiladores uruguayos "pelan" a las ovejas de una nave de Santa Colomba de la Vega (León).
Tres esquiladores uruguayos "pelan" a las ovejas de una nave de Santa Colomba de la Vega (León).OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

El uruguayo Alfonso González esquila a ritmo de los australianos ACDC en Santa Colomba de la Vega (al oeste de León, 262 habitantes). El altavoz compite con un coro de balidos, ladridos, el sonido de cinco cuchillas hiperactivas y onomatopeyas humanas cada vez que una oveja intenta escaparse del esquilador que la atrapa para acercarla a la máquina. Algunas se resisten, pero pronto las libran de sus lanas. Alfonso se seca el sudor y sigue a lo suyo entre cuatro colegas, todos con mascarilla. Dos de ellos son uruguayos y han venido al campo español tras una odisea de burocracia internacional para aliviar el sofoco de ganaderos y de animales que empiezan a pasar calor.

Los esquiladores uruguayos están muy cotizados en el rural español por su habilidad para despojar a las ovejas de su grueso abrigo, y cada primavera cruzan el Atlántico para reforzar a las cuadrillas locales, diezmadas por la nula renovación del oficio. Pero la campaña de pelar, como dicen los charrúas, a los rebaños ha empezado muy tarde. Ambos compatriotas de Alfonso llegaron a España justo antes del cierre de fronteras por el coronavirus, pero este y otros 250 colegas han tenido que esperar unos dos meses de burocracia, papeleos de embajadas y permisos para conseguirlo. Este hombre, de 30 años y vestido con ropa cómoda y gorra blanca, resopla mientras merienda y recuerda esta odisea. Una vez conseguidos los permisos, las ocho empresas españolas que los contratan fletaron un vuelo, por más de 500.000 euros, para traerlos. Y de Madrid al campo, PCR negativo mediante.

La historia va de Alfonsos. El leonés Alfonso Suárez, que asegura haber pedido “10.000 permisos”, dirige Esquiladores de León, una compañía con ocho trabajadores españoles que incorpora a otros 50 especialistas sudamericanos. El abandono de las tradiciones rurales y el desinterés de la juventud conlleva esta desproporción. Suárez critica junto a Andrés Alonso, propietario de esta explotación de unas 600 cabezas de ganado que en unas horas estarán afeitadas, cómo se desdeña lo agrario. “Luego dirán que los extranjeros vienen a quitarnos el trabajo. ¡Vienen a hacer lo que tú no quieres, es distinto!”, exclama. Los 16,5 millones de ovejas de España necesitaban que alguien les retirara los hasta cinco kilos de lana que acumulan y que puede causarles enfermedades o problemas en el parto por impedirles levantarse. Lo que les faltaba a los ganaderos, castigados por el descenso de demanda de carne ovina derivada del coronavirus.

Un pastor barre la lana de las ovejas que esquilan las cuadrillas.
Un pastor barre la lana de las ovejas que esquilan las cuadrillas. OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

El mundo al revés en su país, explica González. Las afamadas escuelas de esquiladores cuentan con alumnos interesados en el secreto de retener a los animales, de unos 60 kilos, tranquilizarlos, pasar la cuchilla por toda su piel y soltarlos en un santiamén. El uruguayo relata que los alumnos acuden con ciertos conocimientos sobre los ovinos y la maquinaria. Una semana intensiva les aporta el diploma, pero no basta con eso. “Los primeros cinco años hay que acreditar que has estado pelando”, asegura el esquilador, para que el carnet siga vigente. También hay una especie de examen, con maestros observando el desempeño. Una vez superado el lustro de práctica, añade entre risas, “¡Ya eres libre!”.

Esta es su sexta visita a España. “Los ingresos son mayores acá y por menos tiempo”, destaca. Cobran aproximadamente un euro por cada oveja de las 200 diarias que son capaces de esquilar. Las cuentas le salen, más allá de la complejidad de esta temporada. Los ganaderos calculan que la ayuda extranjera resolverá la campaña en algo menos de dos meses. Suárez detalla que su empresa sirve a varias explotaciones ganaderas como las de Alonso y que el grupo pasará la maquinilla por unos 700.000 borregos. Ambos coinciden en que hay negocio y, ardua labor mediante, se gana un buen dinero. Las perspectivas económicas son menos halagüeñas para los ganaderos. China ha sustituido a aquellos comerciantes de Flandes que valoraban el prestigioso vellón merino en el siglo XV. La crisis sanitaria provoca que lo que el año pasado se pagaba a 1,8 euros por kilo ahora, con suerte, se venderá a 0,4 euros.

Esquilar en tiempos de crisis sanitaria

La pandemia también salpica a Santa Colomba de la Vega. Los profesionales se protegen con mascarillas a pesar de que les supone “sensación de ahogo”. La Bañeza, a tres kilómetros, registró un fuerte impacto del virus. Los tres uruguayos conviven en un piso cercano que les habilita la empresa y desde allí se desplazan a las naves de quienes les requieren.

Alfonso González admite que la tarea “es más complicada” porque ahora comen con los “tuppers marcados” y deben usar tapabocas. Hay que adaptarse para tranquilizar a sus familias. “Están preocupados, me pidieron que evite multitudes”, indica el uruguayo, consciente de que pocas aglomeraciones verá en esa comarca. El lugar es de los más rezagados en la desescalada, pues Castilla y León aplica las fases por zonas de salud. Hasta la fase 1 era imposible tomar una caña en una terraza. En su lugar, los esquiladores optaban por acompañar una lata de cerveza con embutido casero. Tampoco es mal sustituto.

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Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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