“No sé cómo lo vamos a hacer”
Los proveedores turísticos muestran desesperación ante el parón de una actividad que creen que será prolongada
“Estoy con un grupo de turistas del último crucero que atracará en Barcelona. Lo están vaciando y los pasajeros desde aquí se van al aeropuerto para regresar a sus casas. El barco, me dicen, se lo llevan a un astillero”. La guía turística Paz Alonso explicaba su situación a las puertas del monasterio de Montserrat, uno de los reclamos turísticos más demandados en los alrededores de Barcelona y que este viernes, cuando atendió por teléfono a EL PAÍS, apenas tenía dos o tres autocares en su aparcamiento. El buque al que se refería era el Allure of the Seas, uno de los cuatro cruceros más grandes del mundo. A Alonso le ofrecieron el servicio casi por urgencia el jueves. Y, a partir de ahora, ya no espera recibir más llamadas.
“La temporada pintaba estupenda, ahora ya la damos por cerrada. Teníamos previstos 50 grupos de estudiantes franceses para marzo y abril y todos están cancelados”, explica. Igualmente, no tendría muchos lugares donde llevar a los posibles turistas. El jueves, como la gran mayoría de centros turísticos y museísticos, la Sagrada Familia decidió cerrar sus puertas. Sine die. Inicialmente decidieron reducir el aforo como medida paliativa para la propagación del coronavirus en el templo, pero apenas unas horas después decidieron cerrar sus puertas. Un portavoz explica que solo en Semana Santa reciben cada año una media de 10.000 visitantes diarios. Excepto este año. “Será un mes duro”, dice. Las calles que rodean el templo, siempre abarrotadas, están irreconocibles.
“No sé cómo lo vamos a hacer”, explicaba la empleada de una empresa de autocares que emplea a unos 150 trabajadores y que opera unos 120 vehículos. Recibieron un primer golpe en febrero con la cancelación del Mobile World Congress y ahora se está reproduciendo la misma situación. Asegura que han perdido más de 500 servicios entre los meses de abril y junio: “Teníamos reservas muy buenas, mejores que las del año pasado, pero cada día hay noticias nuevas y es imposible realizar pronósticos”.
En el sector hotelero el silencio es sepulcral. Se admite en voz baja la situación crítica, pero se evita ponerle nombres propios y no se ofrecen datos sobre la caída de las reservas para Semana Santa. Incluso desde el Departamento de Empresa de la Generalitat de Cataluña, titular de Turismo, se evita atender las peticiones de este diario. Un dirigente patronal explica el caso de una cadena que ha decidido concentrar toda su actividad en un establecimiento tras quedarse su ocupación en el 10%. En otra organización empresarial se hace referencia a un restaurador desesperado por la pérdida de más de un millar de reservas para las próximas semanas. Y todo antes de las últimas medidas anunciadas este sábado.
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