Polémica en Lisboa por su nuevo y ‘barato’ aeropuerto
Los ecologistas denuncian que el proyecto tendrá un fuerte impacto ambiental en la desembocadura del Tajo
Seis organizaciones ecologistas han denunciado el estudio ambiental que da luz verde al futuro aeropuerto de Lisboa, que se situará en la localidad de Montijo. Después de medio siglo de estudios valorando opciones en distintos lugares, el lugar elegido se sitúa en una base militar aérea, en el estuario del Tajo, el principal humedal del país, con una rica fauna protegida por tratados internacionales. La instalación es fundamental para descongestionar el calificado como “peor aeropuerto del mundo”, según la compañía especializada en reclamaciones AirHelp.
Si los partidos políticos contrarios —PC, Los Verdes y PAN— no lo impiden y si las organizaciones ecologistas Zero, ProTejo, Sociedad Portuguesa para el Estudio de las Aves, Rocha, GEOTA, Fondo para la Protección de los Animales Salvajes y Liga para la Protección de la Naturaleza tampoco logran frenarlo, Lisboa tendrá un segundo aeropuerto en 2023. Estará a 24 kilómetros del actual, al otro lado del estuario que forma el Tajo en su desembocadura en Lisboa.
“El aeropuerto Humberto Delgado de Lisboa no está colapsado, pero sí agotado”, reconocía Francisco Pita, administrador de ANA (Aeropuertos de Portugal), en un encuentro con las agencias de viaje. Las previsiones han fallado y el toro ha pillado al Gobierno portugués. En 2008 se preveía que el primer aeropuerto nacional recibiera 19 millones de personas en 2018. Fueron 10 millones más. Este año superará los 30 millones.
De los 132 aeropuertos analizados por AirHelp, el de Lisboa ocupa el último lugar en un estudio publicado en mayo sobre la puntualidad, la calidad de los servicios y las infraestructuras. En la clasificación de la consultora británica del sector aéreo OAG, la instalación lisboeta ocupa el puesto 1.778 en puntualidad de entre 4.000 aeropuertos.
Hasta que se adapte Montijo, 1,8 millones de turistas dejarán de visitar Lisboa porque no hay más capacidad en el actual aeropuerto.
Todos los partidos políticos están de acuerdo en que se necesita con urgencia otro aeropuerto, pero discrepan en la solución adoptada. Frente a otras opciones, la reconversión de la base aérea de Montijo es la elegida por el Gobierno de António Costa por ser la más barata y la más rápida en entrar en funcionamiento.
La empresa francesa Vinci, concesionaria de los aeropuertos del país desde 2012, correrá con los gastos: 1.150 millones de euros hasta 2028, de ellos 500 para la adaptación de Montijo, 156 millones para obras de acceso y el resto para modernizar el aeropuerto de Lisboa, que seguirá siendo el principal. Entre uno y otro, de los 38 movimientos de aviones por hora se pasará a los 72. Lisboa mantendrá los destinos largos de las líneas bandera y Montijo acogerá los traslados de las compañías de bajo coste si Vinci les ofrece una fuerte rebaja de las tasas.
Montijo es barato, rápido y creará 10.000 puestos de trabajo en la zona, según las previsiones. Su pero es el fuerte impacto ambiental. Las medidas para reducirlo (entre ellas el aislamiento de las viviendas cercanas) pueden suponer un coste de hasta 100 millones, lo que puede dar pie a una renegociación del acuerdo entre Vinci y el Gobierno.
La base aérea y su ampliación se asientan sobre un arenal en las marismas del Tajo, el mayor humedal del país y uno de las más importantes de Europa para la conservación de aves acuáticas. El estudio ambiental reconoce ese daño, pero anuncia medidas para minimizarlo.
La organización ecologista Zero ha denunciado el estudio ambiental por no calcular las emisiones de gases de efecto invernadero de los aviones, que chocarán con el objetivo del Gobierno de alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. “La duplicación del tráfico de pasajeros en los dos aeropuertos, de 30 a 60 millones, es una visión completamente contraria a la sostenibilidad del planeta”, señala Francisco Ferreira, presidente de Zero.
Inundaciones
La subida del nivel del mar, que podría llegar a un metro a final de siglo, 10 veces más que en el anterior según el panel de Climate Change de la ONU publicado este verano, también supondrá mayor trabajo para los ingenieros de la obra. Si no se modifica el proyecto, una de las pistas de Montijo quedaría inundada con las mareas. Tampoco el Gobierno espera que Montijo resista hasta el siglo XXII: le da una vida máxima de cuatro décadas.
Todos los partidos entienden que Lisboa necesita una alternativa, pero la ubicación les divide. El PSD, que lanzó la idea de Montijo hace seis años, ahora, en la oposición, es reticente. El colegio de ingenieros vota por la cercana localidad de Alcochete, al igual que el PC y Los Verdes. Los alcaldes de las vecinas Seixal, Moita y Setúbal también prefieren Alcochete, en la misma ribera que Montijo. Para enredarlo más, un grupo de empresarios sorprendió hace unas semanas con un plan muy detallado para instalarlo en Alverca, en la misma ribera que Lisboa.
El tiempo apremia. El aeropuerto de Lisboa, colapsado o agotado —y en el casco urbano—, no aguanta crecimientos anuales del 10%. El primer ministro, António Costa, recordó en el Parlamento que ya se han agotado todos los calendarios: “Hace ya 20 años que la creación de este aeropuerto era urgente”. Si falla Montijo, cualquier otra alternativa significará un retraso de 10 años más.
Cincuenta años a la búsqueda de una alternativa
“Necesitamos construir un aeropuerto rápidamente”. Ya había prisas en 2008, cuando el entonces primer ministro portugués, José Sócrates, prometía una nueva instalación en Alcochete como complemento al aeródromo ya existente en Lisboa. No era el primero en lanzar la alarma.
Desde 1969, hace medio siglo, los diferentes Gobiernos portugueses han planteado una alternativa al aeropuerto lisboeta Humberto Delgado, abierto en 1942. En los primeros estudios realizados para encontrar una solución, la idea pasaba por sustituirlo, por levantarse en medio de la ciudad; en los últimos proyectos se buscó encontrarle un complemento cercano. En total, media docena de localizaciones.
La revolución del 25 de abril de 1974, que acabó con la dictadura de António de Oliveira Salazar, y la crisis subsiguiente, abortaron la opción de Rio Frio, localidad ubicada al este de la capital.
En tiempos de António Guterres, primer ministro entre 1995 y 2002, se apostó por la localidad de Ota (1999). El plan, que supuso un coste de 40 millones en estudios, tampoco prosperó, y fue abandonado definitivamente a principios de 2008. Llegó Sócrates al Gobierno y apoyó Alcochete con un tercer puente de acceso sobre el estuario de Lisboa. La crisis de 2011 volvió a parar todo.
También se han descartado Sintra (por su perfil montañoso) y el aeropuerto infrautilizado de Beja, situado a 150 kilómetros de Lisboa y que necesitaría la construcción de una línea de tren de alta velocidad. Al final ha ganado la idea más barata y de más rápida ejecución: la adaptación de la base aérea de Montijo, en el estuario del Tajo, y a la vez modernizar el aeródromo de Lisboa.
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