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Columna
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Tecnología: ¿dónde quedó la equidad?

Son las políticas redistributivas las que deben asegurar que las ganancias económicas de los cambios se repartan bien

Rafael Ricoy

El desempleo y la falta de oportunidades para encontrar un trabajo estable y acorde a la cualificación adquirida lastra la juventud en los países del sur de Europa, entre ellos España. Simultáneamente, la brecha entre ricos y pobres se ensancha, lo cual también contribuye a propagar un creciente malestar y descontento social, generando procesos como el Brexit, protestas como las de los chalecos amarillos en Francia y un auge de los movimientos populistas, con Vox pisando fuerte en Andalucía. Han sido especialmente las clases sociales más desfavorecidas las que tras la crisis económica se han visto excluidas del progreso económico derivado de los avances tecnológicos y la globalización, pero también parte de las clases medias que han visto mermados sus salarios o perdido sus trabajos. Aunque globalmente ha disminuido la pobreza y en conjunto todos estamos mejor que hace tres décadas, el reparto de la riqueza dentro de cada nación parece haberse polarizado cada vez más. Por un lado, el tamaño de los hogares se ha reducido, con una media de 1,27 hijos por hogar en España y eso lleva a que se transmita la riqueza sin que haya un reparto como ocurriría si el tamaño fuese mayor. Por otro lado, no solo las retribuciones laborales, y especialmente las de los trabajadores ocupados en tareas rutinarias se han visto mermadas, además los ingresos que reciben los más ricos se han incrementado de forma desproporcionada.

Los estudios académicos suelen referirse a tres factores principales para explicar la polarización de la distribución de la renta, que ha ocurrido tanto en los países de la OCDE como en países emergentes y en desarrollo. El primer factor es la globalización, que aunque en teoría y en términos netos incrementa el bienestar, solo cuando se acompaña de las políticas redistributivas adecuadas se materializa en crecimiento económico inclusivo. El segundo es el progreso tecnológico, dado que las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones y el uso de robots e inteligencia artificial han eliminado puestos de trabajo que ocupaban a trabajadores con cualificaciones medias, como operadores turísticos, contables o traductores, y bajas como obreros y ensambladores. Estos cambios tecnológicos, en principio, favorecen principalmente a los trabajadores altamente cualificados. Finalmente, un tercer factor son las instituciones gubernamentales y las políticas económicas y sociales implementadas, las cuales han tendido a descuidar los aspectos relacionados con el bienestar social y la redistribución de la riqueza. Un estudio del Fondo Monetario Internacional afirma que es el cambio tecnológico y no la globalización el principal causante del incremento en la desigualdad en las economías avanzadas. La mitad de la caída de la participación del trabajo en la renta agregada viene explicada por la sustitución de trabajadores por máquinas, mientras que la globalización explica alrededor de un cuarto de dicha caída y el resto lo explican otros factores como la pérdida de poder de negociación de los trabajadores, el aumento de la concentración industrial y el debilitamiento de las prestaciones sociales.

El cambio tecnológico abre la puerta a un futuro incierto con un incipiente aumento del número de robots que se han comenzado a utilizar en los procesos de producción industrial, así como también en campos tan dispares como son la logística y el sistema de salud, etc. Surgen preguntas cómo: ¿Cuál es el futuro del trabajo tal y como lo conocemos hoy? ¿Tendremos que reducir las horas trabajadas?.

Recientemente, José de Gea, director del equipo de producción del Centro de Innovación Robótica del DFKI en Bremen, decía en una entrevista que “los robots y los humanos se complementarán entre sí”, es decir que en una “smart factory” lo que prevalecerán serán equipos híbridos formados por personas y robots. Estos equipos son más productivos y flexibles y asignarán las tareas dependiendo de las habilidades del robot y de las personas. Pues bien, esta afirmación la validan estudios económicos recientes de profesores del MIT, cuyos resultados indican que la automatización y la robótica aumentan el empleo de la economía en su conjunto, aunque desplazando a los trabajadores desde los sectores/tareas que se automatizan hacia el sector servicios.

En conclusión, intentar inhibir el cambio tecnológico o la globalización son respuestas equivocadas al descontento popular con la creciente desigualdad. Por el contrario, son las políticas educativas, sociales, redistributivas e inclusivas las que deben asegurar que las ganancias económicas derivadas de dichos procesos se repartan equitativamente.

Inmaculada Martínez-Zarzoso es catedrática de Economía en las universidades de Gotinga (Alemania) y Jaume I de Castellón.

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