La Bolsa entra en pánico, ¿dónde invierto mis ahorros en 2019?
Los inversores deben ser muy selectivos y diversificar sus apuestas en un año complejo marcado por la desaceleración económica y las subidas en los tipos de interés
El comienzo de un nuevo año es propicio para los propósitos, desde ir al gimnasio a dejar de fumar. El punto de inflexión que supone cambiar de calendario también es un momento que se presta a reflexionar sobre qué queremos hacer con nuestro dinero. 2019 se presenta muy complicado para el bolsillo, como ya lo fue 2018, un año en el que la mayoría de los activos cerraron con pérdidas. Las sacudidas de las últimas semanas en los mercados son quizás un preludio de lo que puede ocurrir en los próximos meses dentro de un contexto de menor crecimiento económico, subidas en los tipos de interés, pulsos comerciales y todo tipo de incertidumbres políticas. Los ahorradores se enfrentan a un dilema peliagudo: ¿Dejo mi dinero debajo del colchón aun sabiendo que la termita de la inflación se irá comiendo mi poder adquisitivo? ¿O me lanzo al ruedo del parqué aunque intuya que me puedo llevar alguna cornada en el patrimonio?
La respuesta a estas preguntas no es universal, pues depende de la aversión al riesgo de cada persona, sus necesidades de liquidez y el horizonte temporal que prevea para sus inversiones. Sin embargo, hay dos imágenes o símiles que pueden ayudar en la toma de una decisión. La primera es la del bañista. Warren Buffett, uno de los mejores inversores de la historia, que suele decir que “cuando baja la marea es cuando se descubre quién se estaba bañando desnudo”. La marea, en este caso, es la ingente liquidez que han inyectado los bancos centrales en la última década y que ahora empiezan a retirar. Este cambio tendrá —de hecho, ya está teniendo— un impacto en el mercado. “A medida que la política monetaria vuelve a situarse en un nivel más normal, numerosos activos deberán valorarse sin el importante apoyo prestado por los bancos centrales. En algunos casos esto podría conllevar importantes ajustes”, advierte Bob Jolly, director de estrategia macro global de la gestora británica Schroders.
Otra consecuencia de la bajada de la marea monetaria es la vuelta a un escenario de mayor volatilidad. O mejor dicho, el regreso a un rango de oscilaciones más acorde con la media histórica del mercado después de que los ingentes estímulos suministrados hayan anestesiado durante un largo periodo de tiempo cualquier vaivén de cierta intensidad. Por lo tanto, el consejo está claro: habrá que tener templados los nervios y abrocharse los cinturones ante la montaña rusa que asoma en el horizonte. “El principal obstáculo en los próximos meses será la falta de catalizadores en un escenario en el que el objetivo será obtener rentabilidades positivas, aunque sean reducidas. La volatilidad continuará siendo elevada y el mercado se moverá en muchas ocasiones conforme a diferentes noticias que relegarán a un segundo plano los fundamentales”, según Bankinter.
La rebaja en los tipos de interés y la compra masiva de deuda por los bancos centrales también trajo una alta correlación entre el precio de las diferentes clases de activos. El dinero barato hizo que subiese casi todo al unísono. Ahora el consejo de los expertos es que hay que ser mucho más selectivos. “El punto clave no es dibujar un escenario binario sobre si conviene estar dentro o fuera de la Bolsa. El verdadero desafío es averiguar la dosis correcta”, subraya Klaus Kaldemorgen, experto de DWS.
La eterna promesa emergente
Las economías emergentes vivieron un año muy complicado en 2018. Por un lado, muchos de estos países son exportadores de materias primas y sus ingresos se vieron mermados por la caída del precio de la mayor parte de las commodities. Por si esto fuera poco, se desató otro incendio que afectó a estos mercados: la subida de los tipos de interés en EE UU. Cuando la Reserva Federal encarece el precio del dinero la rentabilidad de la deuda pública estadounidense aumenta, atrayendo flujos de capital que en otros momentos podían dirigirse a los países en desarrollo. Otra consecuencia del endurecimiento de la política monetaria fue la apreciación del dólar, un duro golpe para unos países que tienen buena parte de su deuda externa denominada en la divisa estadounidense. Por si esto fuera poco, el mundo emergente tuvo que cargar con el efecto contagio que suscitaron crisis individuales, como las de Turquía y Argentina.
Si bien el panorama general para 2019 no es mucho más halagüeño (la Fed subirá como mínimo dos veces más los tipos en un entorno de desaceleración económica), los expertos creen que lo peor para los mercados emergentes habría podido quedar atrás, con el florecimiento de buenas oportunidades de inversión para aquellos que estén dispuestos a asumir una dosis de riesgo mayor.
“Hay una progresiva mejora apoyada en una reducción gradual de los desequilibrios”, destacan los analistas de Bankinter. Eso sí, reconocen las “profundas diferencias” entre las grandes economías emergentes, con una fase de desaceleración en China acentuada por el impacto negativo de la guerra comercial y unas perspectivas más positivas en Brasil una vez despejada la incertidumbre electoral e India. “En las Bolsas emergentes los niveles de valoración son atractivos tras las fuertes ventas de 2018”, continúan en Bankinter. “No obstante, la recomendación de compra es selectiva, limitada a Brasil e India y condicionada en todo caso a la mejora de los datos macro de la economía brasileña y a la evolución de la campaña electoral y al proceso de saneamiento del sistema financiero indio”, añaden.
Los analistas de UBP insisten en el mensaje de la gran disparidad que ofrecen los mercados emergentes, por lo que habrá que analizar caso por caso a la hora de tomar cualquier decisión de inversión. “Los países más frágiles, incluyendo a Turquía y Argentina, están en riesgo de ahondar sus crisis. En otros como Indonesia e India la actividad económica puede verse obstaculizada por políticas más estrictas a principios de año, para luego recuperarse”, comentan.
Las economías emergentes son muy sensibles también a los giros políticos que se producen en sus gobiernos. Un ejemplo es la elección como presidente de México de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Tras su histórica victoria en las urnas, la Bolsa local, medida en el índice Mexbol, cayó con fuerza y ahora, aunque parece que ha tocado suelo, no consigue remontar el vuelo. En Andbank recuerdan que AMLO está recurriendo a consultas para “justificar un giro populista” en sus políticas y que esa incertidumbre no es buena para los inversores. “Gran parte del deterioro en las perspectivas podría estar ya descontado en las cotizaciones, aunque apreciamos pocos revulsivos para una revalorización de los activos mexicanos”, advierten desde Andbank.
Los fondos de gestión pasiva, que se limitan a replicar índices y gracias a ello ofrecen precios más baratos han sido una bicoca en los últimos años para los ahorradores, pero si se cumplen las previsiones y la tarea de lograr rentabilidades se complica, la gestión activa tendrá su momento, ya que habrá que rebuscar para encontrar oportunidades potables. Otra orientación para 2019 es la importancia de construir carteras muy diversificadas. “Inevitablemente surgirán riesgos empresariales, políticos e individuales. La mayoría de ellos, no obstante, serán propios de países y mercados concretos, y pueden evitarse mediante la diversificación de las inversiones dentro del amplio abanico de opciones que ofrece el mercado”, recuerda UBS en su informe de perspectivas.
Junto al del bañista, el segundo símil que sugiere un momento de mercado que apura los últimos momentos de un largo periodo alcista es el del piloto. “Avanzar en un ciclo de mercado es como pilotar un avión”, dice Karen Ward, estratega jefe de JP Morgan AM. “La parte peligrosa, en la que tienes que asegurarte de hacerlo bien, es el despegue y el aterrizaje. Los inversores no deben perder de vista el panel de mandos ni dejarse distraer por las turbulencias normales al atravesar las nieves durante el descenso”, añade.
No hay dos viajes iguales, pero las horas de vuelo suelen ayudar a manejar imprevistos en el aterrizaje. Por eso, los expertos sugieren echar la vista atrás y ver cómo son los patrones de comportamiento de los mercados en las fases finales de las etapas de crecimiento. Y la conclusión, para aquellos con nervios de acero, es que tampoco conviene retirarse a los cuarteles de invierno antes de tiempo. “El ciclo se encuentra en una fase avanzada, pero la recesión aún no es inminente. Nos inclinamos por mantener un sesgo de crecimiento en las carteras. Eso significa invertir en activos que sistemáticamente han tenido una rentabilidad relativa superior en la última etapa de las expansiones económicas anteriores”, apuntan en Credit Suisse.
El mejor resumen de cómo se presenta el nuevo curso quizás sea el de Julius Baer: “El reto para los inversores en renta variable será conseguir plusvalías, mientras que los que opten por los bonos tendrán dificultades para preservar su capital”. A continuación los expertos consultados ofrecen una descripción detallada de lo que puede pasar con cada clase de activo en el nuevo curso.
Renta variable
Allegro ma non troppo. La Bolsa se presenta, para la mayoría de gestores, como la alternativa de inversión más interesante de 2019. Eso sí, reduciendo su peso en las carteras y adoptando una actitud más defensiva en el sesgo de selección de valores. “La renta variable continúa siendo el activo con mayor potencial de revalorización, aunque se recomienda mantener un sesgo menos cíclico”, apuntan en Banca March. Esta opinión es similar al análisis que hace Renta 4 Banco: “Mantenemos nuestra clara preferencia por las acciones frente a los bonos. El ciclo económico se mantiene sólido; hay desaceleración, pero no recesión. Este es un entorno positivo para la renta variable, cuyas valoraciones son atractivas en términos históricos y también en términos relativos frente a la renta fija, especialmente europea”.
En 2018 los beneficios empresariales crecieron mientras que las Bolsas cayeron. Es decir, no hubo expansión de múltiplos, lo que significa que las cotizaciones en cierta medida se abarataron. Sin embargo, como en los mercados cotizan las expectativas de crecimiento, la evolución de los beneficios futuros será clave para determinar si hay margen alcista para el precio de las acciones o si se cumple el viejo axioma bursátil que avisa de que lo que hoy nos parece barato mañana puede resultar caro. “Los márgenes empresariales probablemente están cerca de sus máximos del ciclo. Esto, que suele ser señal de madurez, no excluye que los beneficios no puedan ir a más. En consecuencia, el mercado tiende a castigar a las empresas que defrauden las expectativas”, según Andbank.
Desde la salida de la gran crisis financiera, la renta variable estadounidense ha sido la clara vencedora de la mano de los grandes grupos tecnológicos. En 2018 Wall Street contaba con el viento de cola de la reforma fiscal, pero sus principales índices terminaron sucumbiendo al nerviosismo general. Los expertos se dividen ahora entre aquellos que piensan que las recientes caídas son una oportunidad para ganar exposición a EE UU a precios más contenidos, y los que opinan que es una señal para diversificar buscando empresas de otras geografías. “El crecimiento de los beneficios corporativos debería converger también hacia un ritmo más lento, aunque todavía positivo. Es posible que los inversores en renta variable busquen carteras con una mayor diversificación regional y traten de reducir el riesgo centrándose en acciones de gran capitalización de calidad en sectores históricamente defensivos”, comenta Karen Ward, de JP Morgan Asset Management.
El entorno de crecimiento global y la abundante liquidez favorecieron en los últimos años en Bolsa a los denominados valores de crecimiento (growth), especialmente las compañías de tecnología e Internet. Los grandes olvidados de esta etapa, los sectores más defensivos o value, compuestos por compañías con ingresos menos efervescentes pero más estables (eléctricas, concesionarias, consumo básico), empiezan ahora a entrar en el radar de los inversores. “Somos cautelosos con las compañías con altos niveles de endeudamiento o con aquellas que no pueden aumentar los precios para compensar el aumento de los costes a los que se enfrentan. El sector de las telecomunicaciones es el mejor ejemplo en este sentido”, advierten en Schroders.
En un entorno donde los retornos esperados para la Bolsa en 2019 no llegan en el mejor de los casos al 10%, cobra importancia dentro de cualquier estrategia de inversión la política de dividendos de las compañías. Solo en el tercer trimestre de 2018 se repartieron en el mundo 354.2000 millones de dólares. La previsión para el conjunto del año es que la retribución al accionista alcance un nuevo récord histórico con 1,35 billones, según las cifras recopiladas por la gestora Janus Henderson. Finanzas y materias primas encabezan el crecimiento de los dividendos mundiales, seguidos por alimentación, energía y tecnología.
Renta fija
En un marco de mayor volatilidad e incertidumbre, la renta fija debería ser un refugio de libro para aquellos inversores más conservadores. Sin embargo, la política monetaria de los bancos centrales ha cambiado de fase. Primero, han puesto fin a los estímulos basados en la compra de deuda. El siguiente paso son las subidas en los tipos de interés. La Reserva Federal lleva la delantera (cuatro subidas solo en 2018) y a finales de año se le podía sumar el Banco Central Europeo (BCE). En este punto, conviene recordar que la rentabilidad de los bonos se mueve de forma inversa a su precio, es decir, si los rendimientos suben, el valor del bono cae por lo que, salvo para aquellos inversores que se limiten a cobrar intereses y esperar al vencimiento, el riesgo de incurrir en pérdidas aumenta.
“La renta fija ha generado rentabilidades impresionantes en los últimos siete años, pero será difícil que estos resultados se repitan en los próximos ejercicios debido a la política de endurecimiento monetario”, reconocen en UBS.
A pesar de los riesgos crecientes que presenta este activo, una buena selección de bonos puede generar rentabilidades a los inversores, ayudando a estabilizar las carteras. En este sentido, todas las miradas se dirigen a EE UU, donde las subidas de tipos ya están más avanzadas, lo que hace que el binomio entre rentabilidad y riesgo (sobre todo para un ahorrador en dólares) sea favorable al compensar la inflación. “Los bonos del Tesoro estadounidense a dos años son muy atractivos. Estos bonos ofrecen un rendimiento prácticamente igual al de los títulos de deuda a 10 años, con menos de la mitad de la volatilidad”, sugieren en DWS. En el caso de la deuda pública europea, los expertos aconsejan ser muy selectivos. “Mantenemos la cautela ante la deuda de los países periféricos de la zona euro, cuyo nivel de valoración consideramos excesivo”, dicen en Andbank.
Dentro de la renta fija, los bonos corporativos, sobre todo de aquellas compañías con una calificación crediticia débil (high yield o bonos basura), han dado grandes alegrías a los inversores en los últimos años. Ahora el escenario de tipos de interés invita también a la calma. El tramo final del ciclo económico coge a muchas compañías muy apalancadas y, con la subida de tipos, su coste de financiación se encarecerá. “Podríamos asistir a mayores niveles de impagos en el sector corporativo (es decir, que las empresas incumplan los pagos de los intereses de sus bonos)”, avisan desde Schroders. “El riesgo deberá descontarse de manera más realista y rigurosa, lo que quiere decir que podría ser el momento de dejar a un lado las perspectivas demasiado optimistas, en particular en las partes del mundo en que la deuda ha ido aumentando silenciosamente hasta alcanzar niveles récord”, añade la gestora de fondos británica.
Divisas
En un momento de mercado tan complejo, donde será difícil cazar rentabilidades que logren batir a la inflación, un factor que se presume clave son los tipos de cambio. Una apuesta equivocada en las divisas en las que se invierte (o la ausencia de una cobertura) puede llevarse por delante buena parte de las posibles plusvalías que se obtengan. 2018 fue el año del dólar: muy pocas divisas, con la principal excepción del yen japones, lograron hacer doblar la rodilla al billete verde.
Tras la fortaleza mostrada por la moneda estadounidense el pasado año, la previsión más generalizada para 2018 es que se produzca una estabilización o una corrección a la baja frente a otras divisas como el euro. “Los niveles actuales del dólar son excesivos y creemos que en los próximos meses el deterioro de los déficits de EE UU ofrecerá mejores oportunidades de compra”, dicen en Banca March.
Tras una depreciación del euro próxima al 5% frente al dólar en 2018, los analistas de Renta 4 creen que la moneda europea, actualmente en 1,13 dólares, podría moverse en 2019 en un rango entre 1,10 y 1,20 dólares, con una gradual apreciación a medida que el BCE vaya subiendo los tipos, la Reserva Federal se acerque a su objetivo “y se vaya reduciendo el riesgo político en la eurozona”. Uno de esos riesgos, el Brexit, atenaza a la libra esterlina, que el pasado curso se depreció un 6%. El próximo 29 de marzo se ejecutará la salida del Reino Unido de la Unión Europea y dependiendo si la desconexión es con acuerdo o por las bravas, la divisa británica podría recuperar terreno o ahondar su debilidad.
Materias primas
El pasado año fue complicado para las materias primas. El recorte de las perspectivas de crecimiento mundial, sumado a la revalorización del dólar, en el que se nominan los contratos de futuros, ha afectado a muchas commodities. En el caso del petróleo, además, en el mercado planeó el fantasma de la sobreoferta y el precio del barril de Brent —crudo de referencia en Europa— acumula un desplome del 35% desde el pasado mes de octubre.
Los expertos creen, sin embargo, que el petróleo podría haber tocado ya un suelo desde el que rebotar. “El exceso de oferta fue una de las claves de la caída, pero creemos que tanto la OPEP como Rusia tienen margen para manejar la situación mediante una reducción de la producción”, aseguran en BlackRock. Menos optimistas se muestran en Andbank: “Algunos factores podrían mantener los precios del petróleo deprimidos en 2019. Entre ellos se encuentra la prueba a la que se enfrenta la alianza entre Rusia y Arabia Saudí, la posible moderación de la demanda energética en el mundo ante el menor crecimiento y una oferta de crudo iraní que podría superar lo esperado”.
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