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Chile apuesta por el cobre verde

La competencia de nuevas zonas productoras lleva al país sudamericano a impulsar un mineral más sostenible

Rocío Montes
Un trabajador de la mina de cobre El Teniente, de la empresa pública Codelco en Rancagua (Chile).
Un trabajador de la mina de cobre El Teniente, de la empresa pública Codelco en Rancagua (Chile).IVÁN ALVARADO (REUTERS)

Chile es un viejo distrito minero. Algunas de las explotaciones que opera Codelco —­la empresa más importante del mercado del cobre, propiedad del Estado— tienen más de 100 años de antigüedad. En los últimos años, al calor del boom de las materias primas, el país ha crecido en su nivel de ingresos y se ha colocado a la cabeza del desarrollo en América Latina. Sin embargo, la producción de este mineral es cara: la mano de obra, el agua, el espacio, la logística… Y eso hace que no pueda competir en precios con zonas mineras más jóvenes, como Mongolia. Chile puede mejorar su regulación, invertir, cambiar las leyes y flexibilizar sus procesos, pero la extracción del cobre en el país seguirá siendo más cara que en algunos de sus competidores, a los que dobla en PIB per capita.

En ese contexto, con el fin de proyectar su minería y alargar el modelo de desarrollo basado en las materias primas —Chile sigue dependiendo en buena medida del cobre, que representa entre un 10% y un 15% de sus ingresos—, el país se ha fijado como objetivo ser fuerte en el conocido como cobre verde, un producto sobre el que se puede fijar su trazabilidad en relación con su proceso productivo.

Dependencia de los recursos naturales

Entre los expertos existe cierto consenso en que el modelo de desarrollo chileno, basado en la exportación de recursos naturales, no está en crisis. Pero a Chile, como le sucede a países como Japón, cada vez le cuesta más crecer. El capital invertido en hacer lo mismo, en definitiva, va rindiendo menos. La matriz exportadora es similar a la de hace unos 40 años y el país sudamericano sigue dependiendo en buena medida del cobre (tiene un 27% de participación en la producción mundial, es el líder a nivel global y cuenta con un 22% de las reservas).

Codelco tiene buenos yacimientos, a los que le quedan al menos seis décadas de producción, pero el país continuará con un proceso de desaceleración como en los últimos 15 años, a menos que encuentre una nueva estrategia. Para los impulsores del cobre verde, Chile debe imitar lo que hizo a comienzos de los años noventa, cuando en el retorno a la democracia apostó a favor de las tendencias mundiales, como la apertura. La nueva tendencia global, a la que Chile mira, es la revolución de la trazabilidad.

“Vamos a certificar, bajo estándares globales, la trazabilidad de nuestro cátodo, que es el formato en que se comercia el cobre en los mercados internacionales”, explican en Codelco. “Los cátodos de Codelco contarán con un sello que dará garantías a nuestros clientes respecto de ocho dimensiones de su proceso productivo: huella de carbono, huella de agua, huella de emisiones, seguridad, transparencia, inclusión, impacto en la comunidad y respeto por los derechos humanos”. El economista Óscar Landerretche, expresidente del consejo de Codelco y principal impulsor de la iniciativa, lo explica con un ejemplo: “La situación de la minería chilena frente a la peruana o la de Mongolia es parecida a la de la industria de radios y artefactos de música de los alemanes frente a la de Taiwán. ¿Cuál es la opción que tomaron los alemanes? Decidieron hacer radios más caras, porque son más caras, pero mejores”.

Landerretche indica que el problema es que, a diferencia de los alemanes con sus equipos de música, lo que Chile vende es una materia prima. Por tanto, no existen variedades de cobre: ni cobre más bonito, ni de mejor calidad. ¿Dónde podría Chile, entonces, tener una ventaja comparativa respecto de sus competidores? “Lo que está ocurriendo con una cierta tendencia en los mercados internacionales, de darle valor a la trazabilidad de la producción de muchas cosas —empezando por los alimentos—, da una oportunidad. Porque lo que sí puede vender Chile, lo que lo diferencia, es que es un país cuyas instituciones son bastante más maduras, transparentes y tienen mejores prácticas”, señala el economista. “El desafío es cómo uno convierte esa ventaja comparativa chilena en una ventaja competitiva para proyectar nuestra minería. La solución que se me ocurrió fue la del cobre verde”.

Desde que en noviembre pasado Codelco anunció el proyecto en un encuentro minero en Shan­ghái, la compañía ha rubricado tres acuerdos con importantes firmas internacionales: Nexans en Francia, Mitsui en China y BMW en Alemania. “El Gobierno promueve el cobre verde”, señala el subsecretario de Minería, Pablo Terrezas. “Tenemos la corporación público-privada Alta Ley, cuyo objetivo es la innovación en la industria minera en Chile y la producción de cobre verde, para que se nos abran nuevos mercados”. En la cuprífera indican que, en paralelo, el proyecto de cobre verde comenzó a ejecutarse este año en uno de los centros productivos de Codelco ubicado en el norte del país, la División Gabriela Mistral. “Esto nos permitirá embarcar a finales de 2018 nuestra primera producción de cátodos de cobre verde, que representará un 5% de la producción de Codelco. El objetivo es que, a mediano plazo, el 100% de nuestra producción de cobre cuente con este sello”, informan desde la empresa estatal.

Producto diferenciado

“Es el camino a la desvinculación del cobre de la idea de las commodities”, indica Landerretche, que ha emprendido una cruzada para convencer de que su país debe ponerse delante de esta tendencia mundial y no ser solo un receptor. Apostar por un mercado diferenciado del cobre de acuerdo a la trazabilidad, como sucede ya con productos como el aluminio, el cobalto, los diamantes o en sectores como la agroindustria. Pero ¿necesariamente un mercado diferenciado posibilitará que Chile pueda ponerle un precio mayor a su cobre, como suelen preguntarse los mineros del país? “En el caso de los diamantes, sí. Son más caros. La apuesta es que haya cobre que tenga ocho, seis, dos o apenas un sello. Algunas compañías no van a poder certificar que el uso de los recursos sea completamente transparente, algo que Chile sí puede. Es un país que, en general, se comporta bien y que institucionalmente tiene relativas buenas prácticas”, agrega.

Los ocho sellos elegidos por Codelco siguen la línea de grandes empresas como Apple o ­Boeing, cuya trazabilidad está determinada por categorías que no solo tienen relación con el medio ambiente, sino con lo ético y la relación con la comunidad. No habrá un cambio en el producto que Chile vende al mundo —­cobre fino y concentrado, fundamentalmente—, sino una nueva estrategia de agregación de valor a los productos mineros. De tener éxito, la apuesta por diferenciarse en trazabilidad podría extenderse a otros sectores productivos del país sudamericano.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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