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A propósito de los test de estrés bancarios de 2018

Tradicionalmente las entidades españolas han tenido menos capital que el de sus equivalentes europeos, al tiempo que tenían más provisiones

Andrea Enria, presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA).
Andrea Enria, presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA). Bobby Yip (REUTERS)

Una de las lecciones que los supervisores aprendieron de la crisis fue la necesidad de entender mejor los riesgos a los que los bancos se enfrentan en el futuro y medir su capacidad para afrontarlos. A esa necesidad responde un instrumento supervisor nuevo como son los test de estrés.

En el caso europeo, este tipo de pruebas se desarrolla cada dos años, en relación con un número diverso de entidades (48 en el caso del test cuyos resultados se publicaron el pasado viernes) y su liderazgo corresponde a la Autoridad Bancaria Europea, que coordina a los distintos supervisores competentes, y que parte del diseño de escenarios realizado por la Junta Europea de Riesgo Sistémico y el BCE.

El ejercicio que acaba de concluir ha realizado, como es habitual, un doble análisis de la situación de los bancos en un escenario base y en un escenario adverso, o estresado. El escenario adverso de este año consistía en una caída acumulada del PIB en tres años de un 2%, que la tasa de desempleo alcanzase el 9,7% en el año 2020, que la inflación acumulada en los tres próximos años alcance un 1,7 % y por último, que se produjera una caída acumulada en las propiedades residenciales y comerciales de un 19,1% y un 20%, respectivamente, en el mismo plazo de tres años.

No se trata de fijar un límite o requerimiento de capital mínimo a partir del cual los bancos analizados puedan considerarse “aprobados” o “suspendidos” sino de determinar cuál sería su nivel de capital en caso de que se produjera ese escenario adverso.

El diseño del escenario adverso resultaba particularmente exigente para los bancos españoles sometidos a análisis en esta ocasión (cuatro), debido a su modelo de negocio y al peso que tienen en su balance determinadas carteras, lo que puede haber empeorado en alguna medida su resultado comparado frente a otros bancos europeos.

Tradicionalmente, los bancos españoles han tenido unos niveles de capital menores que los de sus equivalentes europeos, al mismo tiempo que solían tener unos niveles más altos de provisiones. Ello también constituye un hándicap para ellos en este tipo de pruebas.

No obstante todo lo anterior, su resultado ha sido en líneas generales positivo con un nivel de resistencia superior a la media, como resultaba previsible de antemano habida cuenta de la mejora de su capitalización en los últimos años, la evolución positiva de su rentabilidad y de la economía española y por ende de la morosidad bancaria y el esfuerzo realizado en la limpieza de balances (sobre todo en los dos últimos años).

En definitiva, otra prueba superada.

Francisco Uría es socio responsable del Sector Financiero de KPMG en EMA y socio principal de KPMG Abogados

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