Rotación injustificada
España sigue teniendo un empleo muy precario y una altísima rotación laboral
Se acaban de publicar los datos de afiliados del mes de agosto y empezamos a ver síntomas de desaceleración. La tasa de crecimiento interanual ha pasado en un año del 3,5% al 2,9%. Pero, en mi opinión, lo más preocupante sigue siendo la precariedad del empleo y la altísima rotación laboral asociada. Y es que el mercado laboral español es disfuncional en esta dimensión. No es lógico que tengamos 18,8 millones de afiliados a la Seguridad Social y cada año se den de alta y de baja más de 26 millones de afiliados. ¿Qué está pasando?
En un trabajo de investigación reciente de Fedea, titulado Calendar Effects in Daily Aggregate Employment Creation and Destruction in Spain y realizado conjuntamente con Luis A. Puch, Manuel García y Jesús Ruiz, tratamos de aportar algo de luz a esta cuestión. En primer lugar, encontramos que la creación y destrucción de empleo tiene unos efectos de calendario desorbitados que van mucho más allá de la estacionalidad de nuestro modelo productivo. Es decir, la economía española no solo crea empleo el primer día del mes para destruirlo el último día, sino que también crea empleo los lunes para destruirlo los viernes. El lector puede anticipar fácilmente qué es lo que pasa cuando el último día de la semana coincide con el último día del mes. Pues exactamente lo que ha pasado este 31 de agosto, que no solo era el último día del mes y de la campaña del verano, sino que además era viernes: en un solo día se destruyeron más de 300.000 empleos netos.
En segundo lugar, encontramos que las altas tasas de creación y destrucción de afiliados se han amplificado con la recuperación económica. Es decir, en lugar de mejorar la estabilidad en el empleo cuando la economía crece y las empresas se enfrentan a una mayor demanda de los bienes y servicios que producen, resulta que abusan aun más de la temporalidad y la rotación de los trabajadores.
Las nuevas tecnologías deberían facilitar que las empresas adapten su fuerza laboral a su demanda utilizando contratos estables, aunque sean de carácter parcial, como por ejemplo los fijos discontinuos o utilizando las ETTs. Pero, al contrario, con la recuperación las empresas están usando la rotación, y la precariedad asociada a los contratos de cortísima duración, para adaptar su producción a su demanda. Y esto, por un lado, es injusto para los trabajadores que la padecen, que no pueden llevar a cabo una vida normal, pues tienen cerrado el acceso al crédito y muchas dificultades para emanciparse o formar una familia. Pero, por otro lado, tiene efectos muy negativos sobre la productividad, dado que reduce los incentivos por parte del trabajador y por parte del empresario para la inversión en el capital humano específico de las empresas. ¿Qué sentido tiene formar a un trabajador que se va a rotar? Acabar con la precariedad laboral es el gran reto que tenemos por delante, y que ningún Gobierno en los últimos 30 años ha sido capaz —o ha querido— solucionar.
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