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El incipiente ‘boom’ del dron español

Las aeronaves no tripuladas se abren paso en sectores como el agrícola y asegurador

Una de las funciones para la que ya se usan drones es para la supervisión de cables de alta tensión.
Una de las funciones para la que ya se usan drones es para la supervisión de cables de alta tensión. Ralph Orlowski (Reuters)

Hace más de siglo y medio, Europa ya soñaba con aeronaves no tripuladas. En 1849, los austríacos reconquistaron Venecia gracias a unos globos aerostáticos sin piloto que transportaban bombas. Así pudieron sobrevolar los canales que impedían el acercamiento de la artillería. Los rústicos artefactos no tenían control alguno y fueron lanzados al aire con la esperanza de que explotaran al tocar el suelo veneciano. Algunos lograron su cometido. Otros estallaron en el punto de partida. La experiencia, sin embargo, quedó en los anales de la historia de los drones, que ahora prometen ser la herramienta estrella en el futuro de sectores como la agricultura y la construcción, el comercio o la energía.

“Estamos al inicio de una gran revolución”, dice Carlos Matilla, fundador de FuVex, una de las empresas españolas especializadas en la fabricación de estos instrumentos. Impulsados por la industria militar estadounidense, en la última década también ha despegado el uso civil de los drones, tras sentarse las bases para su regulación y desarrollarse prototipos enfocados a actividades recreativas y en menor medida a su utilización profesional.

Los datos lo confirman: desde los 2000, el número de drones no ha parado de crecer. En Europa ya son más de 19.400 los operadores profesionales registrados (con más de 28.100 drones), un 60% de ellos en Francia, Polonia, España y Reino Unido, según la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). En el mercado nacional, el gran despegue se dio hace cuatro años, tras aprobarse la primera normativa que regula el vuelo de estos instrumentos. En 2015, tan solo un año después de estrenarse la regulación, había unos 500 operadores. En agosto de este año la cifra ya sobrepasaba los 3.400 (con más de 4.200 aparatos).

Una industria atomizada

La industria española de drones está muy atomizada. Respecto a los operadores, generalmente está constituida por autónomos (el 61%) y pymes con un único dron. En el país, según los datos de Fomento a febrero de 2018, hay más de 50 empresas especializadas en el diseño y construcción tanto de aeronaves no tripuladas como de sus sistemas de control. Por activos, la mitad estas tiene un tamaño inferior a 100.000 euros, y solamente el 30% supera los 500.000 euros. Respecto al volumen de negocio, aproximadamente un 50% tiene un volumen de negocio de hasta 50.000 euros anuales y menos de un 30% supera los 500.000 euros.

“Mucha gente se ha convencido de que los drones son la profesión del futuro y que simplemente convertirte en piloto puede salvarte la vida”, arguye Manuel Oñate, presidente de la Asociación Española de RPAS (aviones controlados de forma remota, por sus siglas en inglés). La expectativa es que el número de operadores en el país siga en ascenso y que la cifra de aeronaves alcance las 51.400 en 2035 y crezca hasta las 53.500 en 2050, según el Ministerio de Fomento. Un boom que generaría un volumen de negocio de 1.200 millones de euros. Estas previsiones se basan en la esperanza de que un mayor número de actividades adopten está herramienta, ahora empleada principalmente —en un 95% de las aplicaciones profesionales— para fotografía y vídeo.

“Hay oportunidad de negocio en todas partes”, comenta Salvador Bellver, presidente de la Asociación Española de Drones y Afines (Aedron). “En el futuro, las aeronaves no tripuladas serán como los coches, los utilizarán desde los abogados hasta los bomberos”, destaca el experto. En el los próximos años se estima que estos aparatos amplíen su hasta ahora incipiente participación en sectores como la agricultura, minería, construcción, energía, medio ambiente y seguros. En el campo español, por ejemplo, los nuevos usos de los drones se centrarán en la toma de datos (para controlar el crecimiento de las plantas y el tamaño del fruto) y en el transporte y distribución de productos para la fertilización de cultivos, según Fomento.

Para 2035 se espera que el sector agrícola español emplee unos 19.500 drones, y que su impacto económico supere los 500 millones de euros. De igual manera, las aeronaves no tripuladas tendrán una participación importante en las tareas de seguridad y salvamento, con 14.700 aparatos en 2050. En concreto, Fomento estima que habrá un dron por cada cuatro coches de policía y uno por cada dos camiones de bomberos.

“La especialización en el desarrollo de productos y soluciones para industrias específicas será determinante para impulsar a la industria de los drones”, argumenta David Matanzas, consejero delegado de AirK Drones, una empresa que ha apostado por la fabricación de aparatos para el tendido eléctrico. También en este sector las expectativas son positivas: en 2050, se espera que 1.500 aeronaves no tripuladas contribuyan a los trabajos de inspección de instalaciones de generación de energía y de las redes de transporte.

El comercio electrónico y la paquetería, sin embargo, continúan siendo una de las grandes esperanzas de este naciente negocio. Empresas nacionales e internacionales están preparando sus aeronaves para sobrevolar el mercado español, donde hay una demanda de 645 millones de servicios de entrega anuales, según Fomento. El potencial es elevado: al menos ocho millones de paquetes podrían ser entregados por cerca de 1.500 aeronaves no tripuladas. “Al igual que hoy las motocicletas son una herramienta para el cartero, el dron deberá de ser un instrumento para entregar el pedido”, explica Jordi Escruela, subdirector de innovación de Correos, empresa que desde 2014 realiza pruebas con drones.

Pero antes de tener una flotilla de aeronaves sin piloto encima de nuestras cabezas, habrá que ajustar las reglas de uso, espeta Bellver. Hasta ahora, pese a las buenas perspectivas, AESA no ha otorgado ni un solo permiso para sobrevolar zonas urbanas y aglomeraciones de personas de los casi 200 que se han solicitado. Ni siquiera se han autorizado vuelos nocturnos o en espacio aéreo controlado, aunque la nueva normativa, de diciembre de 2017, lo contemple. “Las reglas se modificarán las veces que haga falta para cumplir las perspectivas”, agrega Oñate, de la asociación RPAs: “La regulación es todavía un gran freno para el negocio”.

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