Las suelas sobre las que caminan los viejos rockeros
La murciana New Rock se convierte en internacional gracias a su estética ‘heavy’ de cuero y tachuelas
Con la camiseta de los Beatles, vaqueros y unos zapatos tirando a discretos, Nicolás Ortuño pasea por su empresa New Rock como si estuviera en un estudio de cine. Desde Yecla (al norte de Murcia, con 34.092 habitantes), produce el calzado que viste a celebrities, actrices y cantantes de medio mundo. Para llegar hasta esa industria, el descendiente de una familia de trabajadores del zapato ha tenido que quemar muchas suelas en ferias, exhibiciones o tiendas de pueblo.
La sede de su empresa es una suerte de museo, planta de fabricación, almacén y hasta espacio para organizar desfiles. La familia Ortuño ha levantado un imperio que no requiere establecimientos físicos para despachar sus 5.000 productos —entre botas u otros artículos, como chaquetas o bisutería— y facturar cerca de cinco millones y medio de euros al año.
"Mi hermano Antonio y yo somos la tercera generación de zapateros en la familia", explica. Su abuelo empezó en el pueblo a trabajar en un taller —"en 1929 era zapatero de silla"—, pero fueron su padre y su madre, Pedro y Mari Loli, quienes le dieron un empujón al negocio: en 1978, el progenitor —que quería ser cantante y pregonar los temas de Raphael o Julio Iglesias de verbena en verbena— registró la marca actual. De Marathon, nombre original fundado en 1970, se transformó en New Rock por "la idea que llevaban desarrollando" y que encajaba más con esa estética "de nuevo rock, de darle una vuelta a lo motero. Mi padre siempre fue muy innovador y libre".
Surgieron nuevas invenciones. La clásica bota de cuero derivó en una explosión de hebillas, pinchos, tacones metálicos y colores inusuales. Uno de sus modelos, el 373, fue el emblema: cuatro décadas después aún se ve esa jarra de cuero hasta la rodilla, con cierres laterales y un diseño a prueba de jirones. "Es su insignia: motorista, roquera...", suspira Ortuño acariciando un ejemplar. "En su gira de 1992 por España, Michael Jackson salió con unas New Rock al escenario y la gente se empezó a fijar. Luego se veía el logo cuando Winona Ryder subía unas escaleras en Alien: Resurrección, de 1997, y entonces nos empezaron a llamar de Los Ángeles".
Al otro lado del océano se acostumbró a viajar Ortuño desde pequeño. Padre e hijos fueron forjándose un espacio en la meca del cine con sus creaciones —que cuestan entre 150 y 400 euros, aunque las hay de hasta 3.000, en el caso de la edición limitada con cristal Swarovski—. "Fue el reconocimiento a todo aquello que mi padre ideaba, a esos modelos raros en los que empeñaba su energía".
El público apostó por la empresa: su clientela que va desde Madonna hasta los miembros del grupo heavy andaluz Medina Azahara. "Estuvieron aquí ayer, que actuaban en las fiestas de Yecla, y se montó una buena". Compran directamente, sin intermediarios. "Tenemos 40 empleados, pero indirectamente se generan unos 200 puestos", calcula Nicolás. Sin locales ni agentes mediadores. Una horizontalidad que ha llegado a más de 80 países y que es capaz de surtir a un sótano de Hong Kong o a una boutique exclusiva de Nueva York en 48 o 72 horas.
"Es cierto que también proveemos a tiendas que a lo mejor luego suben el precio y que a veces nos piden muchos pares para una superproducción y no sabemos qué van a hacer con ellas", comenta, refiriéndose a casos como los de Tomb Raider o la saga Fast & Furious, en los que también aparece la enseña, pero con derecho de ser retocada. "Firmamos contratos en los que se les permite alterar el diseño", puntualiza. La materia prima proviene de la zona. "Tiramos de fábricas de Almansa, en Albacete, o alrededores. Casi todas las piezas son nacionales, aunque tenemos trato con empresas italianas. Y, lamentablemente, en Europa no hay tantas vacas como para cubrir la cantidad de piel que necesitamos, así que comerciamos con otros países", asegura.
Decantarse por un abastecimiento más sostenible y de proximidad se adapta a lo que llaman "una nueva filosofía millennial, en consonancia con el medio ambiente y con la protección de los animales. "Buscamos pieles certificadas y hemos abierto una línea con más de 120 modelos veganos", aclara, "y con esto no nos referimos a hacer algo de plástico, sino a unas botas de calidad y durabilidad sin utilizar cuero". La reputación les ha llevado a tener muchos imitadores. Algo "bueno" porque significa que son un "referente". "Seguimos leales a nuestro origen. Hacemos todo a mano y no paramos de innovar", afirma delante de una impresora 3D que construye suelas o lengüetas. "Somos de las pocas empresas europeas que tienen una", presume mientras explica el funcionamiento.
Con una crisis que ha forzado el cierre de muchos negocios como el suyo, piensa que han resistido porque "hay 'gente New Rock', de carácter muy fuerte que viste nuestro producto como una seña de identidad". Los gustos de sus clientes son tan variados como los modelos que ofrecen. Hay quien elige el calzado con tacones en forma de clave de sol; otros prefieren un talle medio con luces. Góticas, ciberpunks, technos, heavies... muchas han sido las etiquetas que les han querido colgar. Ellos aceptan a todo el mundo. "Tenemos un nicho concreto de viejos roqueros", agrega con sorna Antonio Ortuño en conversación teléfónica, "y es curioso porque ahora sus hijos empiezan a querer unas New Rock".
Si no se hubieran empeñado en arriesgar con nuevas formas, recapacitan, estarían "sepultados". "Pruebas modelos que a lo mejor no funcionan. ¡Anda que no se ha echado mi madre las manos a la cabeza al ver algunos bocetos! Y luego hay otros que en una época no encajan, pero luego renacen los mismos gustos y se venden 20 años después", arguye Nicolás. "Mi padre tiene 69 años y no deja de manejar el negocio", cavila el vástago, "porque no se puede vivir ni de las rentas ni de los recuerdos".
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