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La universidad donde es imposible falsificar títulos

Investigadores de Oxford crean el primer centro del mundo basado en 'blockchain', en el que los ordenadores controlan cada movimiento de la vida académica

Los investigadores de Oxford Rachel Wood y Jonathan Duquette, cofundadores de Woolf University.
Los investigadores de Oxford Rachel Wood y Jonathan Duquette, cofundadores de Woolf University.
Ana Torres Menárguez

En la Universidad de Oxford, el 80% de los investigadores tiene un contrato temporal. Joshua Broggi es uno de ellos y hace un año y medio se juntó con otros 13 colegas para buscar una solución a su situación precaria. Se les ocurrió crear la primera universidad basada en blockchain del mundo, un centro de enseñanza superior en el que el personal administrativo sería sustituido por una cadena de ordenadores que se encargarían de gestionar toda la burocracia, y así ahorrar gastos. Todo el dinero de la matrícula de los estudiantes se destinaría a pagar el sueldo de los docentes. A su lucha por unas condiciones salariales decentes, se suma un logro sin precedentes: con el blockchain nadie puede falsificar las notas o los títulos. Todos los movimientos académicos del alumno y del profesor se registran en tiempo real en miles de ordenadores repartidos por el mundo.

El lanzamiento de la Woolf University por parte de 14 investigadores de Oxford llega en un momento en que la universidad pública en España atraviesa una crisis de credibilidad con el caso Cifuentes y las presuntas irregularidades en su obtención del título de un máster en la Universidad Rey Juan Carlos. "Cualquier cambio sobre la vida académica de un alumno requeriría el acuerdo de miles de ordenadores. Los cambios con efecto retroactivo son virtualmente imposibles, se necesitaría una conspiración global", explica preguntado por ese tipo de irregularidades Joshua Broggi, director y miembro fundador de Woolf, la que definen como la primera universidad 100% blockchain del mundo. 

¿Qué es exactamente el blockchain y cómo se puede aplicar a la educación? Es una técnica capaz de registrar a un coste mínimo operaciones en multitud de ordenadores, sin que nadie pueda eliminar o modificar lo que ya está anotado. Los datos se almacenan de forma segura y sin mediador, lo que consigue acabar con los intermediarios. El blockchain o cadena de bloques (en su traducción al español) mejora la transparencia y la trazabilidad de cualquier transacción o intercambio.

En su aplicación a la universidad, la principal ventaja es que se prescinde de todo el personal administrativo y de los costes asociados a la compra de material y al mantenimiento de las  infraestructuras. Los procedimientos administrativos se automatizan gracias a los conocidos como smart contracts (contratos inteligentes), la base de la tecnología blockchain en la que se establecen las normas y directrices que tendrán que seguir los ordenadores. 

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Woolf nace como una plataforma online en la que los profesores ofrecen un contenido y los alumnos son aceptados o no. Su modelo de enseñanza está inspirado en el de Oxford, de forma que los alumnos se matriculan de un curso, elaboran dos ensayos a la semana y tienen una tutoría personalizada con el docente una hora a la semana en la que repasan esos trabajos.

La principal diferencia con los conocidos MOOC (cursos masivos, online y gratuitos), que ofrecen universidades como Harvard o MIT en sus plataformas edX o Coursera, es que Woolf no ofrece vídeos con lecciones magistrales de docentes, sino encuentros cara a cara. La fecha y el lugar del encuentro se gestionan en su site, inmodificable gracias a la tecnología blockchain. En Woolf, una vez que profesor y alumno comienzan la tutoría, ya sea presencial o virtual, ambos deben marcar un botón de check-in en su móvil para indicar que se produjo el encuentro. Cada movimiento queda registrado. 

El informe Blockchain in Education, publicado por la Comisión Europea en 2017, señala que el blockchain todavía no está en la agenda de proyectos educativos nacionales porque los gobiernos no conocen las ventajas. El control de las calificaciones, la acreditación, los pagos, el registro de los movimientos de los estudiantes o la propiedad intelectual son algunas de las aportaciones de esa tecnología, apunta el estudio, que destaca la inmutabilidad de los registros, la imposibilidad de modificarlos.

El trabajo repasa algunas experiencias piloto en la Open University de Reino Unido; la Universidad de Nicosia o el MIT y advierte del potencial de esa tecnología y de la amenaza que supone para las universidades tradicionales. Los autores del estudio destacan que el blockchain permitiría verificar automáticamente toda la experiencia de aprendizaje de una persona sin la necesidad de contactar con la institución que emitió el título. 

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La transparencia en los procesos de decisión es otra de las patas de Woolf, que en sus primeros años de vida intentará reclutar a profesores con doctorado de las 200 mejores universidades del mundo según el ranking Times Higher Education, del diario británico The Times. "Cuando un profesor solicita una plaza como investigador, muchas veces los comités se reúnen a puerta cerrada y aplican criterios que no forman parte de lo estipulado en las bases de la convocatoria. Lo más importante es que queremos cambiar las políticas de contratación de la universidad", remarca Joshua Broggi. 

Los alumnos pagarían una tasa inferior a la de las universidades británicas, unos 10.000 euros al año. El coste de las tutorías sería de unos 121 euros por sesión. Si el estudiante vive en otro país, el encuentro se puede realizar a través de Skype o Google Hangouts. "Nuestro lanzamiento oficial será a finales de 2018, ahora estamos en la fase beta y seguimos buscando financiación", aclara Broggi. En diciembre Woolf University lanzará su primer college, Ambrose, integrado por 30 profesores e investigadores de Oxford.

Sobre la firma

Ana Torres Menárguez
Redactora de Juventud. Antes, pasó por las secciones de Educación y Tecnología y fue la responsable del espacio web Formación, sobre el ámbito universitario. Es ganadora del Premio de Periodismo Digital del Injuve (dependiente del Ministerio de Derechos Sociales). Fue redactora de la Agencia EFE y del periódico regional La Verdad.

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