Muriel Pénicaud, ministra francesa de Empleo: “La reforma laboral sola es insuficiente”
El Gobierno Macron prepara nuevas medidas de corte social tras liberalizar el mercado de trabajo
Emmanuel Macron ha puesto en marcha el tren de las reformas y no piensa detenerlo. Después de la reforma laboral en 2017, su primer año en el poder, en 2018 plantea completarla con una reforma de la formación y el aprendizaje profesional y otra del seguro de desempleo, entre otras propuestas que comparten un objetivo: transformar la economía francesa para sacarla del marasmo de la última década y hacerla más atractiva a los inversores. Por ahora, y al contrario que sus antecesores, ha encontrado pocas resistencias en la calle y en el Parlamento. Para que las mejoras se noten en la economía real habrá que esperar.
“Es demasiado pronto, y será multifactorial”, explica en un encuentro con los corresponsales del grupo de diarios europeos LENA la ministra francesa de Empleo, Muriel Pénicaud, al mando de buena parte de las políticas que acabarán definiendo el legado del presidente Macron.
“La reforma laboral”, continúa Pénicaud, “no es suficiente por sí sola. Los decretos se aprobaron a final de año, y se trata de una reforma estructural que cambiará el paisaje para los próximos 20 años. Se estima que los efectos serán progresivos. Cuando hayan pasado entre 18 y 24 meses empezarán a ser significativos, y se ampliará con el tiempo. Las reformas estructurales requieren un poco de tiempo para surtir su pleno efecto, pero los efectos son duraderos y profundos”. El objetivo es que, al final del mandato de Macron, en 2022, el paro haya bajado al 7% (ahora se encuentra cerca del 9,5%), es decir, un millón de desempleados menos.
Pénicaud (Versalles, 1955) es una pieza clave en el Gobierno del primer ministro, Édouard Philippe. Procedente del sector privado (fue directora general de recursos humanos en el Grupo Danone y miembro del comité ejecutivo de Dassault Systèmes), tiene experiencia en el sector público (dirigió Business France, el organismo encargado de promocionar las empresas francesas en el extranjero), pero no en la política activa. Su recorrido es atípico para el cargo, pero no en el equipo de Macron, nutrido de personalidades desligadas de la militancia y algunas procedentes de la sociedad civil y el mundo empresarial.
La ministra de Trabajo es el miembro de Gobierno con más patrimonio, 7,5 millones de euros, según publicó en diciembre la Alta Autoridad para la Transparencia de la Vida Pública (HATVP, por sus siglas en francés) y ha recibido críticas desde la izquierda, como Macron, por una reforma de corte liberal —porque agiliza la contratación y el despido— y por las rebajas de impuestos que pueden beneficiar a contribuyentes con patrimonio como ella. Al mismo tiempo, ha demostrado mano izquierda en la negociación de unos sindicatos debilitados y divididos. Ella no se considera liberal, o no sólo. Añade el adjetivo social.
De su propia trayectoria proviene, dice, “la convicción de que podemos lograr que converjan lo económico y lo social”. “Lo social por sí solo se llama caridad. Lo económico por sí solo no responde a los retos de la cohesión social”, dice. Y añade: “No podemos tener una sociedad que deje a una cuarta parte de los ciudadanos al borde de la cuneta, al menos en una democracia. Una democracia, por su naturaleza, debe buscar la inclusión y la emancipación de todos”.
La conjunción de “lo social” y “lo económico” que defiende la ministra concuerda con la ideología “ni de izquierdas ni de derechas” —o “tanto de izquierdas como de derechas”, en su versión más incluyente— de Macron. Es lo que irónicamente se llama la filosofía del “al mismo tiempo”, en alusión a una muletilla que el presidente suele usar en sus discursos para abordar las dos facetas de todo problema. En términos prácticos se traduce en una combinación de medidas de ambos flancos. Si 2017, con la reforma laboral, fue el año de “derechas” o de “lo económico”, 2018 debería ser el año de las políticas de “izquierdas” o de “lo social”.
En el centro de estas políticas, figura la reforma de la formación profesional y el aprendizaje, que parte de la constatación de que “hay empresas y sectores que buscan competencias y no las encuentran”, dice Pénicaud. “Como desde hace tiempo hay desempleo masivo, y solo una de cada diez personas que buscan empleo accede a una formación cada año, muchas carecen de las calificaciones necesarias para acceder al mercado laboral. El desajuste entre oferta y demanda es muy fuerte. Además, los oficios se transforman: incluso personas que tenía uno y llevan más de dos años sin empleo ven cómo entretanto ha evolucionado”. Otra reforma en 2018 debe ser la del seguro de desempleo, para permitir que puedan beneficiarse los autónomos y, una vez cada cinco años, los trabajadores que por su cuenta decidan dimitir para emprender otro proyecto profesional. Esta reforma también contempla mayores controles para que los desempleados efectivamente busquen trabajo.
“Las reformas en curso son como un cubo de Rubik”, describe Pénicaud. Es decir: hay que resolver todas las caras del cubo para que las reformas funcionen. Macron —y Pénicaud— han ganado la primera batalla. Su guerra aún no está ganada.
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