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Visiones de 2018

Es hora de un pacto de rentas, de retribuciones más acordes a los beneficios empresariales

Santiago Carbó Valverde
Fátima Báñez, ministra de Empleo, con los representantes sindicales y de la CEOE.
Fátima Báñez, ministra de Empleo, con los representantes sindicales y de la CEOE.Ballesteros (EFE)

Ahora que el diccionario digital de la RAE acaba de incluir la palabra “posverdad”, uno puede considerar que la económica es una vertiente particularmente manipulada de la realidad. Sobre todo cuando adopta una visión muy politizada. Ahí solo parece caber el “todo va bien sin posibilidad de crítica” o el “esto es un desastre absoluto”.

Están también las visiones más económicas o sociales, que plantean escenarios de acción política , pero se desproveen de la narrativa extrema. La economía española se enfrenta en 2018 a dos visiones. Una es que los datos apoyan una cierta continuidad de un crecimiento notable, con sus riesgos pero con tasas de actividad y de creación de empleo significativas. Las tensiones en torno a Cataluña seguirán siendo un factor de incertidumbre pero la sugiere que deberían ir a menos o, en cualquier caso, a alejarse del abismo.

La otra visión, menos optimista, es la que se inspira en aquellos que no han sentido la recuperación, bien por una situación de persistente o intermitente desempleo, por bajos salarios o, por una percepción general de que sus condiciones de vida han empeorado.

Transitando de lo general a lo específico, un familiar me señaló el aparente tono pesimista de mi tribuna en este mismo diario de la pasada semana sobre los mercados internacionales. En realidad, considero que las perspectivas siguen siendo positivas y que hay menos riesgos. Solo que los que hay son de incidencia potencial importante. Aunque parezca que la economía global pueda estar tocando techo, este año seguirá siendo favorable. Incluso aunque Estados Unidos parece haber perdido parte de ese “piloto automático” que había sido el mejor de sus pilotos, con reformas como la fiscal (pan para hoy y más deuda mañana) o azuzando tensiones geopolíticas.

Pero algunas cuestiones sí que están cambiando fuera y las notaremos en el seno patrio. El turismo tiene sus límites y ha habido circunstancias desgraciadas para otros destinos que han sido un beneficio importante pero no infinito para España. Lo principal, sin embargo, es que ya no queda mucho recorrido para el gran viento impulsor de la política monetaria expansiva. Como mucho, puede durar lo que lo haga Draghi. Poco más. A largo plazo, habrá costes de financiación más elevados y no olvidemos que España sigue muy endeudada.

Cierto es que la inflación no acaba de repuntar pero eso, especialmente en países como España, se debe, en buena medida, a la debilidad del empuje del coste salarial tras la crisis. La relación con la productividad debe ser el marco general donde fijar salarios pero no debe ser como un martillo pilón. Es hora de un pacto de rentas, de retribuciones del trabajo más acordes a la evolución de los recuperados beneficios empresariales. Y es hora de una apuesta más decidida por la inversión (fundamentalmente privada) que permita esas mejoras de productividad. El mundo entero está transformando su modelo productivo aupado en la tecnología y aquí la inversión en I+D+i sigue cayendo. Se puede estar perdiendo la oportunidad de cambiar ahora que se crece.

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