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“Sin talento para las matemáticas también se puede disfrutar de los números”

El académico británico Michael Atiyah reflexiona sobre los retos de la educación en su especialidad y anima a los estudiantes a decantarse por esta ciencia exacta

Javier A. Fernández
El matemático octogenario, Michael Atiyah durante su última visita a España.
El matemático octogenario, Michael Atiyah durante su última visita a España. Víctor Sainz

A sus 88 años, este científico británico viaja por el mundo para hablar de su gran pasión, las matemáticas. A lo largo de más de medio siglo, ha contribuido a su desarrollo gracias a varias teorías que le han valido la Medalla Fields en 1966 y el Premio Abel, conocido como el Nobel de esta disciplina, en 2004. Pasó por Madrid para ofrecer una conferencia de la mano de la Fundación Ramón Areces, institución privada orientada al mecenazgo científico, y la Real Sociedad Matemática Española (RSME). En esta visita, Atiyah, que ha llevado a cabo sus investigaciones entre las universidades de Cambridge, Princeton, Oxford y Edimburgo, ha tenido tiempo para reflexionar sobre educación, un ámbito al que ha estado muy ligado durante toda su carrera.

Pregunta. ¿Existe el talento matemático?

Respuesta. Sí. Como para la música, para las matemáticas hace falta algo de talento. Pero incluso quien no lo tiene puede aprender a disfrutar de ellas. No todos somos Mozart, pero podemos apreciar la música. La labor del profesor para alentar al alumno es primordial.

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P. Pero con lo hueso que son, ¿cree que alguien puede gozar de ellas?

R. Claro, solo necesitas los estímulos adecuados y algo de práctica. En general, a la gente le gustan. En los periódicos hay páginas dedicadas a problemas, a sudokus… Disfrutamos porque suponen un reto para la mente.

P. ¿Pero se pueden disfrutar de la misma forma que el arte, por ejemplo?

R. Sí, solo necesitas algo de experiencia, algo de ánimo y que estén presentadas de manera atractiva para que capten tu atención. Se pueden disfrutar de la misma manera que una obra de teatro. Si es mala, no te entusiasmará, pero si es buena...

P. ¿Cómo alentaría a los estudiantes que suspenden esta asignatura?

R. Diciéndoles que hagan un esfuerzo por comprenderlas. A nadie le gustan las matemáticas si no las entiende. Si no tienen claro a qué se quieren dedicar en su vida, les diría que estudien matemáticas hasta donde puedan porque serán muy útiles en muchos aspectos de su vida y en muchas profesiones. Las matemáticas nos brindan una de las múltiples maneras que tenemos de pensar. Nuestra mente es muy complicada y utiliza otras inteligencias como la artística o la emocional para manejar situaciones. Ninguna de ellas explica la vida por sí misma.

Los matemáticos, además, pueden trabajar en coalición con expertos en muchísimas disciplinas. Especialmente en el desarrollo del conocimiento del cerebro, el gran reto del nuevo siglo.

P. ¿Cómo animaría a los padres que ven fracasar en matemáticas a sus hijos?

R. Les diría que tengan paciencia y los alienten y, sobre todo, que no olviden estimularlos en otros aspectos: que los lleven a exposiciones, que les enseñen a leer el periódico y que, por qué no, les dejen ver la televisión.

P. ¿Ha oído hablar de los youtubers que imparten clases de matemáticas online?

R. Claro que sí. Tenemos que usar todos los medios de comunicación disponibles con fines educativos. En el pasado tenías tu voz, tus manos y la pizarra; ahora puedes llegar a todo el mundo desde tu ordenador. Eso sí, es peligroso para el espectador porque hay personajes populares de calidad incierta. Es un riesgo que hay que correr.

P. Muchos jóvenes graduados abandonan España porque no encuentran becas para desarrollar sus investigaciones. ¿Qué opina de esta situación?

R. Los Gobiernos gastan mucho dinero en muchas cosas y no pueden cubrirlo todo. Algunos países hacen más que otros, por supuesto. Me doy cuenta de que las entidades privadas conceden cada vez más ayudas. Bill Gates o Mark Zuckerberg invierten dinero en educación por el mundo y fundaciones como la Ramón Areces lo hacen en España. Este país debe pensar en sus intereses y ser competitivo; si no, sus estudiantes se marcharán a otras economías.

P. ¿Es beneficiosa la competitividad entre científicos?

R. Sí, pero yo destacaría por encima la cooperación. El mundo depende de ella. He colaborado durante toda mi vida. Me gusta el intercambio de ideas. Te ayuda a clarificar tus teorías. Si tengo que explicárselas a alguien, las comprendo mejor, y recibo comentarios con los que complemento mi trabajo. Yo que he vivido tanto he aprendido muchísimo, el problema ahora es no olvidarlo (risas).

P. ¿Qué relación hay entre la filosofía y las matemáticas?

R. Tienen una relación muy estrecha. Los grandes filósofos del pasado, como Platón, también reflexionaban sobre matemáticas. Contemporáneos como el británico Bertrand Russell, por ejemplo, combinaban ambas disciplinas. Hay muchos ejemplos de filósofos presentes en el establecimiento de los pilares de las matemáticas.

P. ¿Qué le parece que esté desapareciendo la filosofía de los planes de estudio?

R. Es importante que se introduzca la filosofía en los programas educativos, principalmente en la adolescencia. Los planes de estudio siempre traen polémicas. La educación cambia muy despacio, está demasiado ­ligada a la tradición. Los Gobiernos cometen el error de deshacer lo que ha hecho el anterior en materia educativa. Todo es un desastre y nada pasa. La sociedad cambia muy rápido y la educación muy despacio. La educación es como un barco gigante. Es difícil que mantenga el ritmo de la sociedad.

P.¿Cuáles son las mejores universidades para aprender matemáticas?

R. Yo pondría el foco en Alemania, Francia y Rusia. También Estados Unidos: Harvard, MIT (Massachu­setts Institute of Technology), Princeton, y, por supuesto, Reino Unido, con Oxford y Cambridge.

P. ¿Cuáles son los mejores lugares para investigar?

R. Algunas universidades ofrecen becas muy generosas pero que implican dar clases, lo que retrasa tu investigación hasta seis o siete años. No es el caso de Inglaterra, donde son más cortas, de tres o cuatro años, y no te obligan a dar muchas clases. Hay instituciones de gran prestigio en casi todos los países hoy día: Japón, China, India; en Sudamérica, especialmente en Brasil. Tiene muy buenas instituciones, lo comprobé cuando estuve de visita en Río.

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