Arturo, de rey del catering a la lista de morosos
Apenas queda nada en pie del imperio hostelero del empresario madrileño, salpicado en varios escándalos de corrupción
Los rescoldos del imperio del catering que fue el Grupo Cantoblanco están en la calle Federico Rubio y Galí de Madrid. En el número 78 de esta vía, situada en el norte de la capital, hay uno de los restaurantes de la cadena Tony Roma’s, especializada en costillas. El empresario Arturo Fernández (Madrid, 1945), que fuera presidente de la patronal madrileña CEIM, figura como director general y accionista de Bernabeu Rib’s SL, la empresa que gestiona el local, que tiene 14 empleados.
Lejos quedan los tiempos en que su grupo gestionaba la cafetería de la Asamblea de Madrid por concesiones como las de 2009 y 2011, ahora investigadas en la Operación Púnica por la Guardia Civil, que ha implicado a la actual presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes. El propio Fernández recuerda por teléfono que en 2012 el grupo tuvo unos 2.600 empleados, 150 establecimientos y facturó 182 millones.
En esos años un visitante de Madrid podía pasar una jornada entera gastando su dinero en alguno de los negocios del grupo: dormir en uno de los hoteles de la cadena Arturo Hoteles, almorzar en alguno de sus restaurantes, como el Edelweiss, relajarse o hacer deporte en el club Playa de Madrid y terminar la jornada con una cena en otro de sus locales. También los trabajadores madrileños podían almorzar fácilmente en los comedores colectivos que gestionaba (Congreso de los Diputados, Ifema, Teatro Real, Telemadrid, RTVE, Club de Campo, un par de hospitales, centros de trabajo de Orange o Telefónica).
De todo aquel imperio apenas queda nada en pie. La intención del empresario “cuando liquide todo” es jubilarse. “Ahora no puedo. Soy administrador de empresas en concurso, con el administrador concursal, y no me dejan. Tengo 71 años y medio”, apunta, antes de especular sobre cuánto cobrará de pensión: “Me quedarán unos 2.000 euros”.
Un repaso a los negocios de Fernández en Informa, la empresa que recoge los datos del Registro Mercantil, se parece a un paseo por una zona en demolición. Los avisos de “concurso”, “preconcurso”, “liquidación”, “inactiva” e, incluso, “ilocalizable” se suceden en la cincuentena larga de empresas en las que Fernández figura como director general, gerente, consejero delegado o, las más, administrador único. La mayoría no registra cuentas desde hace años y muchas presentan abultados agujeros en los fondos propios.
“Están casi todas en liquidación”, relata el propio interesado, “a final de año espero que esté liquidado”. El administrador concursal, Francisco Vera, de Data Concursal, no ha respondido al requerimiento de este diario para dar su versión.
Deuda de 20 millones con Hacienda
El hundimiento del rey del catering, que lo ha llevado a él, como persona física, a acogerse al concurso de acreedores, ha dejado huella en la Agencia Tributaria. En la última lista de morosos que publicó Hacienda con datos de 2015, cuatro de sus empresas (Arturo Grupo Cantoblanco, Grupo Cantoblanco Alimentación, Grupo Cantoblanco Colectividades y Arturo Servicios Generales) acumulaban una deuda con el fisco de casi 20 millones. “Eso está recurrido en el Tribunal Económico Administrativo”, despeja. Las tres primeras firmas están en proceso de liquidación; la cuarta, en concurso. Con la Seguridad Social, acreedor en las cuentas depositadas en el Registro en bastantes sociedades, dice estar al día. Comprobarlo es casi imposible: el Ministerio de Empleo ni confirma ni desmiente informaciones sobre este tema.
El noveno consejero era otro de los motes con los que era conocido Fernández en su época de esplendor por su cercanía a Esperanza Aguirre. Con ella estudió en el Colegio Británico. Su obscena relación con los gobiernos de Aguirre e Ignacio González —“Creo que ser amigo de Esperanza Aguirre hasta me beneficia”, declaró a 20 minutos en 2014— le está pasando factura ahora. Su nombre o sus empresas aparecen en sumarios como Púnica o Lezo. A los contratos bajo sospecha de la Asamblea hay que sumar también otros flecos en Púnica, como dos lotes de cursos de formación por casi 250.000. Él mismo admitió en la Asamblea que donó personalmente 60.000 euros a Fundescam, una fundación vinculada al PP que está en sumarios por corrupción, “a cambio de nada”.
Condenado por las ‘black’
Ha sido condenado a seis meses de prisión por gastar 38.777 euros con la tarjeta black que tuvo como consejero de Caja Madrid, 10.500 euros en sus restaurantes. Devolvió el dinero antes del fallo.
Pese al rosario de casos, no cree que la caída de su grupo esté vinculada. “La crisis trajo una caída de ventas espectacular”, explica. A continuación, matiza: “Eso no me beneficia”. Las caídas de facturación se ven desde 2011 y muchos concursos de acreedores se declararon en 2013 y 2014.
Al final de ese año, dejó la presidencia de la patronal madrileña y la vicepresidencia de CEOE. Aguantó más al frente de la Cámara de Comercio de Madrid, hasta febrero de 2016. Ahora está ocupado en cancelar deudas. “Los proveedores se han portado bien. Les hemos dado dinero a ganar antes. A los bancos no les hemos dejado a deber nada, bueno lo que hay está avalado con una hipoteca. Y hemos recolocado al 80% o el 90% de los trabajadores”, ahonda.
Maria Luisa Soler, responsable de UGT en el grupo Arturo, recuerda que a la recolocación obliga la ley: “Cuando en una subcontrata entra otra empresa, los contratos se subrogan”. Ella solo recuerda tener problemas para cobrar las nóminas “al final, cuando entró en concurso”. Esos problemas, dos nóminas y una extra, los tuvo que afrontar el Fogasa.
Un papel clave en la reelección de Rosell en CEOE
Arturo Fernández llegó a la presidencia de la patronal madrileña, CEIM, en mayo de 2007. En su llegada al cargo fue clave la voluntad de su predecesor en el cargo, Gerardo Díaz Ferrán, encarcelado desde 2012, y que entonces dejaba su sillón en CEIM para ser presidente de CEOE. También lo sucedió, con su ayuda, al frente de la Cámara de Comercio de Madrid.
Desde la presidencia de CEIM, Fernández ganó peso en CEOE. Se convirtió en vicepresidente y fue el principal apoyo de Juan Rosell frente a Antonio Garamendi en su disputada reelección en diciembre de 2014.
Ese año los escándalos cercaron a Fernández. Sus fotos con el pequeño Nicolás, los gastos de la tarjeta black como consejero de Caja Madrid o los supuestos pagos en negro a trabajadores del grupo hacían insostenible su presencia en los cargos que ocupaba en las patronales. Pero Fernández se aferró la presidencia de CEIM hasta que Rosell fue reelegido. Dejó el cargo días después.
Fernández usó CEIM para estrechar, más aún, sus vínculos con el Gobierno autonómico. Fichó a Lourdes Cavero, mujer de Ignacio González, la convirtió vicepresidenta y en la única persona de la junta directiva que tenía sueldo.
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