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El corazón español de los aerogeneradores del Mar Báltico

Navantia entrega la subestación eléctrica de un proyecto en el que Iberdrola levanta 70 molinos eólicos

Jesús A. Cañas
Imagen de un parque eólico marino gestionado por Iberdrola
Imagen de un parque eólico marino gestionado por Iberdrola

Un trocito de Andalucía viajará, a partir de este lunes, rumbo al Mar Báltico para convertirse en el corazón de unos gigantes eólicos que alimentarán miles de hogares alemanes. Más allá del carácter evocador, el inicio de este camino sin retorno supone la culminación del encargo que Iberdrola realizó a Navantia para construir uno de los elementos clave de Wikinguer, el parque eólico marino que la compañía construye en el Mar Báltico. Concretamente, los astilleros españoles presentan mañana el fin de los trabajos de la subestación eléctrica que se ha realizado en las instalaciones de Puerto Real (Cádiz).

Con el acto protocolario de entrega, la subestación bautizada como Andalucía iniciará su viaje hasta aguas alemanas y se sumará a otros encargos que Iberdrola ha realizado a otras empresas españolas para hacer realidad su proyecto “más emblemático”. Wikinguer ocupará una extensión marina de 34 kilómetros cuadrados, en los que la compañía prevé instalar 70 aerogeneradores y la citada subestación a una profundidad entre los 37 y los 43 metros. A finales de 2017, cuando se prevé que las instalaciones estén operativas, se calcula que Wikinguer será capaz de producir 350 megavatios de energía. Eso supone generar suficiente energía como para abastecer las necesidades eléctricas de 350.000 hogares alemanes.

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La subestación construida en Puerto Real tiene un peso de 8.500 toneladas. Además, la instalación eléctrica tiene 60 metros de largo por 22 de ancho y está formada por dos plataformas de más de 4.500 toneladas que descansarán en el fondo marino gracias a seis pilotes de más de 50 metros de altura.

El proyecto en su conjunto asciende a 1.400 millones. En diciembre de 2014 la compañía que preside Ignacio Galán rubricó el contrato con Navantia, por el cual los astilleros españoles abrían la puerta a un nuevo sector para la empresa pública. En total, el acuerdo tenía un valor de 160 millones de euros, destinados a la construcción de la subestación como de 29 cimentaciones que soportarán a los aerogeneradores.

El fin de la subestación será recoger la energía producida por los molinos y prepararla para transportarla a tierra. Tras su construcción, Navantia se encargará también de instalar la moderna subestación frente a las costas de la isla de Rugen.

Esta parte del proyecto tiene un coste de 70 millones. Las 29 cimentaciones, construidos en Fene (Galicia), que ya han sido entregados, tienen un coste de 90 millones. Estas piezas tienen un peso de 630 toneladas, una altura de 62 metros. Sobre estos jackets, como se llama en lenguaje técnico a estas cimentaciones, se colocarán las piezas de transición y las torres de 97,5 metros de altura que ha construido otra empresa española, la asturiana Windar.

Windar construye las torres de los 70 molinos, 29 piezas de transición y 116 pilotes sobre los que se asientan los jackets y que ya han sido trasladados al Báltico. Otra empresa del sector eólico español, Gamesa, ha construido las 70 turbinas de los molinos eólicos que irán unidas a unas palas con un radio rotor de 67,5 metros. Según explica la propia Iberdrola, las empresas españolas se suman a otras de varios países, seleccionadas por ser capaces de proveer “la tecnología y servicios más avanzados del momento”.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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