Reino Unido: Episodio IV
La mayor preocupación del banco central británico es la tasa de paro
Hace unas semanas nos despertamos con un terremoto en Reino Unido: en referéndum, los británicos decidieron salir de la Unión Europea. El primer país en abandonar el proyecto europeo. El Banco de Inglaterra reaccionó rápido y con contundencia anunciando que estaba preparado para actuar si era necesario, la Reserva Federal de EE UU le ofreció una línea de financiación en dólares y el BCE advirtió de los riesgos y anunció que estaba vigilante y preparado para intervenir.
Los inversores pasaron del pánico a la euforia, como es habitual. La Bolsa británica ha subido desde sus mínimos de junio más de un 10%. La pregunta que surge es: ¿por qué el Banco de Inglaterra en su reunión de ayer decidió bajar los tipos de interés de nuevo hasta 0,25% y activará de nuevo su programa de compra de bonos que finalizó en 2012?
El temor de los responsables de la política monetaria no es la estabilidad financiera que consiguieron mantener con su rápida intervención tras conocerse el resultado del referéndum. Su temor es el desempleo y evitar una posible recesión. La capacidad de los economistas para anticipar recesiones es limitada, pero el Banco actúa por precaución. La inflación subyacente en el Reino Unido, eliminando los precios de la energía y los alimentos más volátiles, está próxima al 1,5%, muy por debajo del 3% de 2012 cuando la autoridad monetaria decidió poner fin a la política heterodoxa. Por lo tanto, la estabilidad de precios, uno de los objetivos de la estabilidad macroeconómica, no está amenazada.
La preocupación es la tasa de paro. El Banco de Inglaterra ha rebajado significativamente su previsión de crecimiento para 2017 hasta el 0,8%, y eso ha sido el argumento. Los tipos de la deuda pública a largo plazo cotizan próximos a 0,6%, un punto porcentual por debajo de la inflación, y la libra se ha depreciado mínimos históricos en términos nominales con respecto a la cesta de divisas con los países que exporta el Reino Unido. Ambos efectos aumentarán las exportaciones y favorecen la inversión y la creación de empleo, contrarrestando los efectos contractivos generados por la incertidumbre del Brexit.
El Banco de Inglaterra, de momento, mantiene la credibilidad de los inversores. Pero tiene en su poder el 25% de la deuda pública en circulación y, aunque el riesgo de una crisis de la libra hoy es reducido, sus efectos empeorarían significativamente la vida de los ingleses. Sin duda, un experimento del que deberían sacar lecciones todos los que dicen que los procesos de independencia sólo tienen beneficios desde el primer día y mejorarán la vida de sus ciudadanos.
El Banco de Inglaterra ha tenido que actuar de emergencia, ante el riesgo de parada cardíaca de la economía británica, un país con elevado crecimiento potencial y máxima calificación crediticia. Imaginen si fuera en una región sin autonomía monetaria, con elevada deuda externa, con calificación de bono basura y sin acceso a los mercados de capitales internacionales.
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