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La crisis bancaria amenaza a Renzi con un estallido social y político

El 12% de las obligaciones de deuda de las entidades italianas está en manos de pequeños ahorradores

Matteo Renzi es un experto en bailar al borde del abismo, pero nunca hasta ahora lo había intentado en unas condiciones tan adversas. El sistema bancario italiano amenaza ruina, con el Monte dei Paschi de Siena en caída libre y muchas otras entidades —sobre todo las más pequeñas— asfixiadas bajo el peso de 350.000 millones de euros de créditos dudosos (el 13% del total). El primer ministro busca en Europa una solución urgente para que la crisis bancaria no provoque un estallido social —miles de ahorradores tendrían que pagar la factura— que termine por arruinar también su futuro político.

La plaza donde está la entrada a la sede central del Monte dei Paschi di Siena
La plaza donde está la entrada a la sede central del Monte dei Paschi di SienaSTEFANO RELLANDINI (REUTERS)

No hay que olvidar que Renzi se juega su supervivencia y la de su Gobierno en el referéndum sobre las reformas constitucionales de principios de noviembre. De ahí que no sería de extrañar que el líder del centroizquierda italiano haya enmarcado los dos artículos publicados recientemente por Financial Times y The Economist en los que se recomienda a las autoridades europeas que cierren un ojo ante sus propias reglas y autoricen una inyección de dinero público para salvar a los bancos italianos. El objetivo último sería el de sostener a Renzi y evitar la llegada al poder del Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Beppe Grillo. Una supuesta solución de urgencia que encuentra grandes detractores en Italia. “Se trata de una especie de chantaje”, explica con preocupación Alberto Bisin, profesor de Economía en la New York University, “nos animan a meter dinero público en los bancos sin control de cómo serán utilizados para evitar la crisis y que Italia pueda caer en manos del M5S. ¡Pero esa es la política que siempre hemos hecho —salvar banqueros y bancos sin ocuparnos del sistema bancario— y que precisamente ha provocado el ascenso, aquí y en otros países, de los nuevos partidos euroescépticos”.

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El profesor Bisin y otros expertos aseguran que no se puede atajar la crisis italiana de prisa y corriendo —“a punta de pistola o bajo la amenaza del diablo”, llegan a decir— porque se trata de un problema antiguo y complejo.

Marcello Messori, director del centro de estudios de Economía y Política Europea de la Luiss University, explica el contexto: “El sector bancario italiano superó bien la crisis financiera internacional de 2007-2009 porque se trató de una crisis de actividad financiera no crediticia, y nuestro sistema era muy tradicional y por tanto no tuvo necesidad de salvamentos públicos. Cuando la crisis se convirtió en una crisis real, del 2009 al 2013, las pequeñas empresas —que son la inmensa mayoría en Italia— empezaron a tener problemas, a convertirse en insolventes y a no devolver los créditos. Los cuatro pequeños bancos que entraron en crisis en noviembre de 2015 hicieron saltar las alarmas ante un problema que ya existía desde 2012. La dificultad añadida es que nuestros bancos, que habían concedido mucha financiación al sector real —las pequeñas empresas y las familias—, intentaron salvar el desequilibrio entre los préstamos efectuados y los depósitos recogidos emitiendo muchísimas obligaciones”. Unas obligaciones que, para terminar de complicar el cuadro, fueron adquiridas por familias en una proporción que no tiene parangón en Europa: el 12% de las obligaciones están en la cartera de pequeños ahorradores. De ahí que, en Italia más que en otros países, la crisis del sistema bancario se puede convertir también en un gran problema social.

Y la delgada línea entre un problema social y una gran crisis política —la que tiene a Renzi con el agua al cuello— la explica muy bien el profesor Bisin, formado en la Bocconi de Milán y desde hace más década enseñando en Estados Unidos: “Que nuestros bancos estén peor que los de otros países es debido a la debilidad de la economía italiana, pero también porque el sistema bancario es increíblemente ineficiente y clientelar. Los créditos se han concedido demasiados veces en función de los contactos con la política. Es difícil establecer cuántos de los créditos son debidos a la crisis y cuántos a la estructura clientelar, pero el Monte dei Paschi es el ejemplo de cómo un banco ha sido gestionado durante décadas según los intereses del Partido Comunista, primero, y luego del Partido Democrático. La colusión entre la política local y el banco ha sido total”.

Nada más explotar el Brexit, Renzi se percató de la oportunidad. Europa no puede permitirse, precisamente ahora, la caída financiera y política de Italia. El hábil político florentino ensaya de nuevo su jugada favorita. El yo o el caos con el abismo bajo sus pies.

Preocupación por el crecimiento de la economía

Italia saldrá adelante. La cuestión es a qué precio. Gianfranco Pasquino, politólogo y exsenador de izquierdas, tiene claro que su país siempre sale a flote, que recursos hay, que los italianos son ahorradores y que Pier Carlo Padoan, ministro de Economía, sabe bien qué tiene que hacer. “En lo que no tengo confianza”, reconoce, “es en que Italia crezca. Temo que seguiremos flotando, sin crecer, otros 15 años”. Esta precupación la comparte el el profesor Bisin: “Italia tiene además el problema de la alta deuda pública [el 132% del PIB] y por tanto intervenir recapitalizando los bancos significaría aumentar en tres puntos el débito público. Una solución tiene que haber. Pero ninguna será a coste cero”.

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