Turquía y la UE: el acuerdo en la crisis de refugiados
Turquía ve cómo se abre un nuevo capítulo en la negociación con Europa, el capítulo fiscal
Finalmente Turquía y la UE firmaron un acuerdo sobre la crisis de los refugiados y, aunque no es perfecto, es beneficioso para ambos.
Detengámonos en las cifras y los riesgos para entender la importancia del acuerdo. Según Frontex (la Agencia Europea para la Gestión de las Fronteras de la UE), el número de emigrantes ilegales durante el último trimestre del año rozó el millón de personas, el nivel más alto desde que se elaboran estos registros. El hecho de que sea el cuarto trimestre del año añade más preocupación, pues suele ser el periodo con menores llegadas, dadas las adversas condiciones meteorológicas. Del total, casi medio millón lo hizo por la ruta mediterránea (a través de las islas del Egeo) y casi la mitad provenía de Siria. Esto quiere decir, no sólo que la presión sobre Grecia, país con potencial desestabilizador también por otros motivos, no es desdeñable; además, si a esto le añadimos la tensión acumulada en los Balcanes y el incremento de la ultraderecha en Europa Central, se entiende mejor la sensación de urgencia del acuerdo y la ausencia de un “plan B”.
La búsqueda de una solución rápida tiene su origen en la incapacidad de los ciudadanos europeos de enfrentar una corriente migratoria de semejante calado. Turquía, en esto, nos lleva algo de ventaja. Y es que, por motivos culturales, históricos y geográficos, ha aguantado bien la entrada de cerca de dos millones y medio de refugiados. El acuerdo también es positivo para Turquía, por varios motivos. El plan dotará de fondos para la asistencia a los refugiados (en dos tramos de 3.000 millones de euros) y contribuirá a canalizar el flujo de refugiados de Siria hacia las costas del Egeo, buscando eliminar los incentivos del viaje de las costas turcas a las islas griegas y disminuir el flujo de Turquía hacia Europa. Sin embargo, no está exento de riesgos. Queda por saber cuál será la respuesta de los refugiados, que preferirán siempre alcanzar Europa central y cuyo flujo de entrada y salida dependerá de las condiciones de vida dentro de Siria.
La eliminación de los visados a los ciudadanos turcos para entrar en Europa se adelantará unos meses (de octubre a junio), aunque Turquía debe cumplir numerosas condiciones para ello. De materializarse, esto supondrá una victoria moral para el partido del Gobierno que verá como se eliminan trabas burocráticas de este proceso administrativo.
El último punto del acuerdo es, a nuestro juicio, el más importante. Turquía ve cómo se abre un nuevo capítulo en la negociación con Europa, el capítulo fiscal. El contencioso chipriota no se desbloqueará de momento, por el veto de Chipre. Este último no está dispuesto a incluir una negociación bilateral, que lleva ya meses de trabajo y ha estado auspiciada por la ONU, en un acuerdo de refugiados de último momento. Pero esto no quiere decir que las negociaciones turco-chipriotas no estén bien encaminadas, que lo están, y que acabarán por relanzar con fuerza el proceso de adhesión de Turquía a la UE. Será entonces cuando Turquía acelere el proceso de reformas políticas y económicas, pues en temas de integración el premio está tanto en el destino como en las reformas necesarias para llegar hasta él.
Álvaro Ortiz es economista jefe para Asia, MENA y Geoestrategia de BBVA Research.
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