La angustia de tener tu dinero en el mayor banco del mundo
La opacidad y la singular operativa del ICBC despierta el recelo de sus clientes españoles. La entidad defiende que opera con normalidad pero siguen los registros
Son las 9 de la mañana del jueves, día 18. Y puntualmente se abren las puertas de la oficina que el Industrial and Commercial Bank of China (ICBC) tiene en el número 12 del paseo de Recoletos, en plena zona noble de Madrid. La normalidad es completa, salvo por un detalle: no hay ningún cliente esperando en la puerta. Un hecho que no debería sorprender a nadie si no fuera porque un día antes la Guardia Civil registró la sede y detuvo a sus cinco principales directivos por su supuesta implicación en una trama de blanqueo de dinero para su envío a China.
Tan solo una cámara de TVE española graba imágenes de recurso en el exterior de la sucursal. En cualquier otra entidad se agolparían los clientes inquietos para preguntar por la seguridad de sus ahorros como ocurrió con ING cuando fue intervenido por el Estado holandés en octubre de 2008. Centenares de clientes se acercaron a las escasas oficinas que entonces tenía el banco naranja en España, inquietos por la seguridad de sus ahorros. Y sus responsables se apresuraron a tranquilizar a la opinión pública mediante comunicados o a través de portavoces en los medios de comunicación.
"Operamos normalmente y nuestros cajeros y la banca online funcionan perfectamente", señala un empleado
Pero ICBC es un banco especial además de ser el mayor banco del mundo por el valor de sus activos. Desde que estalló la crisis y se vieron en todos los noticieros las imágenes de los agentes de la Guardia Civil tomando la sucursal, la entidad ha mantenido un silencio extremo. Ni un solo comunicado oficial. Ni un solo mensaje a sus clientes. Ningún portavoz, ni desde España ni desde China, ha abierto la boca para tranquilizar a la clientela.
Tal vez porque sus clientes son también especiales. La entidad comenzó a operar en 2011 en España con la apertura de dos oficinas en Madrid y Barcelona. Su principal objetivo, como denotan a las claras sus carteles publicitarios, es la hacendosa comunidad de empresarios chinos que trabaja en España. En Madrid, hay polígonos industriales enteros como el de Cobo Calleja (Fuenlabrada), reconvertidos en inmensos almacenes a los que llegan las mercancías desde China que luego distribuyen los establecimientos regentados por chinos.
Buscando rentabilidades más altas
Aproximadamente el 90% de los fondos depositados en el ICBC tienen ese origen chino. Pero también se ha sabido ganar a clientes españoles gracias al boca a boca, principalmente pequeños empresarios y jubilados con rentas media y altas, que buscan la rentabilidad del banco chino.
"Yo tengo todo mi dinero aquí, cuatro depósitos, y estoy inquieta aunque no creo que haya que alarmarse", señala V., una jubilada que se confiesa "rica" gracias a su anterior matrimonio con un marido emprendedor. Pese a su declaración, reconoce que se ha acercado antes al Banco de España, que está a escasos 300 metros del ICBC, a preguntar por las consecuencias que la investigación de la Guardia Civil puede tener en la operativa del banco. Se ha tenido que conformar con las explicaciones que le ha dado el guardia de seguridad.
Manuel, también jubilado, se ha aproximado a la sucursal "para ver cómo están las cosas", aunque tampoco cree que sea bueno "preocuparse antes de tiempo". Otro empresario de una compañía de limpieza, de más de 60 años, acude un poco después al paseo de Recoletos. El cajero le ha dado problemas esta mañana, pero una empleada china del ICBC le acompaña al que tiene la entidad y le demuestra que funciona perfectamente.
De hecho, de la docena de clientes que ha acudido en las primeras tres horas de apertura de la oficina la mayoría son españoles. Los clientes chinos que aparecen solo van a hacer trámites rutinarios. Ninguno se muestra desazonado ni inquiere por la seguridad de sus ahorros. Todos esbozan amplias sonrisas orientales cuando acude su gestor a atenderles.
El tirón del banco chino para los españoles es que mientras las entidades nacionales les ofrecen por sus depósitos un 0,3% de interés, ICBC amplía esa rentabilidad al 1% en depósitos a un año y hasta más del 2% a 3 años. Además, permite tener depósitos remunerados en divisas, especialmente en yuanes y dólares, una seguridad para los que temen por la estabilidad del euro tras la crisis de la Eurozona. Su sede está en Luxemburgo, y eso también juega a su favor en caso de que se declarara una restricción de retirada de depósitos.
La operativa del ICBC también es distinta a las de las entidades españolas. El cliente nunca está delante del empleado que hace la gestión. Se le recibe en un gran vestíbulo por una recepcionista española, y se le invita a esperar a que le atienda su gestor personal, que baja de la segunda planta. La mayoría de estos empleados son chinos y con marcado acento, que denota que no han nacido en España, aunque adoptan nombres españoles. En Madrid, trabajan, por ejemplo, Iker, Rocío y Nieves, entre otros. El empleado entrega el formulario de la operación al cliente y, cuando este la ha rellenado, la recoge y la tramita en lo que ellos llaman back office, y vuelve al cabo de unos minutos con el justificante de la operación para que la firme el cliente, al que entrega una copia.
De la oficina diáfana al búnker
No fue siempre así. Cuando iniciaron su actividad en otra oficina del número 5 del mismo paseo de Recoletos, su funcionamiento era muy similar al de una sucursal española. Los empleados atendían cara al público. Pero todo cambió cuando se mudaron al número 12, a la antigua sede del área del área de Medio Ambiente, Seguridad y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid. Ana Botella, la alcaldesa entonces, se deshizo de este inmueble dentro de un plan para ayudar a reducir la abultada deuda municipal, y se lo adjudicó, en tercera subasta, el Industrial and Commercial Bank of China por 21,8 millones de euros.
De la oficina diáfana se paso a una especie de búnker impenetrable. Del vestíbulo a la segunda planta solo se accede acompañado por un empleado, que debe pasar su código por un lector de la puerta, flanqueada por un guardia de seguridad. Dicen algunos clientes españoles que el ICBC justifica extraoficialmente este nuevo procedimiento porque los clientes chinos no les gustaba hacer trámites y contar sus operaciones delante de gente desconocida. Lo cierto, es que todas las operaciones deben contar con la firma de un superior, por supuesto chino, que ocupan las plantas de arriba. Casi ninguno de ellos habla español. Con suerte chapurrean inglés. La socorrida frase "quiero hablar con el director" no tienen sentido en el ICBC porque sus directivos son inaccesibles para el cliente de a pie.
ICBC España también permite hacer operaciones online. Pero la versión española de la web, pese a los numerosos parches informáticos que le han añadido desde su estreno, es muy difícil de manejar. Su interfaz es antigua, muchos términos están mal traducidos y las operaciones menos rutinarias están bloqueadas o sometidas a un límite de retirada de fondos sin que conste claramente esa información. Aunque lo que más desconfianza provoca es que para operarla hay que instalarse un programa en el disco duro, cuyos avisos en chino provocan pánico al usuario.
"Estamos funcionando normalmente, tanto en cajeros como en banca online. Ningún problema", señala Iker, un empleado chino, a los clientes. Ese "normalmente" al que se refiere supone emplear dos horas y media en realizar una transferencia de fondos a otra entidad, tras sucesivas subidas y bajadas, y relleno interminable de formularios, bajo la agria mirada del guardia de seguridad. Y contrasta con las actuaciones que ha seguido practicando la Guardia Civil en la sede del ICBC este jueves, según pudo comprobar este diario.
Ningún portavoz del ICBC, si existe como tal, ha accedido a hablar con este diario. Los directivos de la oficina de Madrid "están reunidos" y tampoco hablan. "No tiene usted autorización a ejercer como periodista en el interior de la sucursal, ni hablar con los clientes", replica Regina Valenzuela, una ejecutiva del ICBC, que ha realizado varios cursos en China tras formarse en la escuela de negocios IESE, y está especializada en asesorar a empresas en inversiones extranjeras con su bufete, según consta en su perfil de Linkedin.
Al salir de la oficina del ICBC, el banco más poderoso del mundo, suena el estruendo de los petardos y huele a pólvora. No es el Nuevo Año chino ni los clientes del ICBC que preguntan por su dinero. Es solo una protesta de taxistas.
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