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Una empresa española mide cuántos años tienen realmente sus células

Life Length desarrolla y comercializa un hallazgo del CNIO que analiza los telómeros para prevenir enfermedades

Investigadores de Lifelength en su laboratorio en Madrid. En primer plano (con traje), su consejero delegado, Stephen Matlin.
Investigadores de Lifelength en su laboratorio en Madrid. En primer plano (con traje), su consejero delegado, Stephen Matlin.Santi Burgos
Thiago Ferrer Morini

Si los cromosomas son el libro de la vida, la información que permite construir un ser vivo, los telómeros son las cubiertas de ese libro: capas y capas de material genético que no dicen realmente nada pero que sirven para proteger los valiosos nucleótidos del interior. El deterioro de los telómeros es el que activa la posibilidad de ciertas enfermedades, algunas de ellas graves. Y, al igual que hay incunables que parecen nuevos y libros recién impresos que se caen a trozos, los telómeros de cada ser humano evolucionan de forma distinta. En suma, es en nuestras células, y no en el calendario, donde está nuestra verdadera edad.

En un laboratorio de menos de 200 metros cuadrados junto a la Universidad Autónoma de Madrid, la empresa Life Length pone en práctica una técnica que permite medir la longitud de los telómeros con suficiente precisión como para poder calcular la auténtica edad celular del cliente. En un potente microscopio electrónico, las muestras de tejido son analizadas en un proceso que dura entre dos y tres horas. "Este microscopio cuesta 800.000 euros", explica Stephen Matlin, consejero delegado de Life Length. "Solo hay tres de este tipo en España, y nosotros somos la única empresa privada que lo posee". En una pantalla junto al microscopio, tras el paso de decenas y decenas de filtros para eliminar el ruido visual, aparecen los telómeros en tonos azul y verde. "Hoy hasta llegar a esto tardamos tres días", explica Matlin. "Queremos acortar el proceso en 24 horas más".

Perfil y proyectos

» Colaboración público-privada. Life Length se creó en 2010 para comercializar y desarrollar la tecnología de análisis de telómeros (TAT) desarrollada por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).

» Crecimiento global. La empresa está pendiente de la aprobación de su método por la Administración de Alimentación y Fármacos de EE UU (FDA) para proseguir su expansión internacional.

Life Length fue creada en 2010 para comercializar con exclusividad la tecnología de análisis de telómeros, desarrollada por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), un instituto público de investigación. "Fundar una empresa en España es difícil, pero entre 2010 y 2013 fue doblemente difícil", relata Matlin. "Además, hablamos de una empresa de base tecnológica, no de un bar. En España no hay capital riesgo, hay private equity, que no es lo mismo. Estos inversores querían un flujo de caja que no podíamos dar. Así que hemos tardado mucho más de lo que deberíamos".

Además, durante los primeros años tras su fundación, la firma se dedicó casi en exclusividad a perfeccionar la tecnología para permitir su venta. "Hay que tener en cuenta que cuando empezamos hablábamos de una técnica que se había llevado a cabo en laboratorio y con ratones", explica Matlin. "Desarrollarla para que podamos utilizarla con humanos y a un coste razonable ha requerido una investigación y una colaboración con hospitales, médicos y otros centros de investigación que ha costado tiempo y dinero".

El respaldo financiero para esa travesía del desierto vino tanto de un programa de la Fundación Botín, dedicado a facilitar capital inicial a empresas innovadoras, como del propio Matlin, un graduado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Harvard que, tras su paso por varios bancos de inversión, abrió en 2001 su propia firma para buscar negocios en España. María Blasco, desarrolladora de la tecnología de análisis de telómeros —y hoy directora del CNIO—, aportó el conocimiento técnico.

En 2015, Life Length facturó alrededor de medio millón de euros. Aunque esa cifra es un 60% mayor que en 2014, Matlin matiza: "Es que en los años anteriores no facturábamos". La empresa está a la espera de que concluya un proceso que puede cambiar para siempre su suerte: el visto bueno de la exigente Administración de Alimentación y Fármacos (FDA, en sus siglas en inglés), el regulador sanitario estadounidense. "Es el estándar internacional del sector", explica Matlin. "Tú vas a un laboratorio en Canadá o en Corea, les dices que tienes el visto bueno de la FDA, y te lo aceptan". La aprobación de las autoridades estadounidenses no es solo una cuestión de prestigio. "Tenemos muchos laboratorios que nos han dicho: nos gusta lo que ofrecéis; cuando tengáis el visto bueno de la FDA firmamos".

Matlin espera los permisos estadounidenses para marzo y, con ellos, un definitivo empujón en los ingresos: "Nuestro objetivo es facturar en 2016 entre 1,5 y 2 millones de euros". Los beneficios, "este año, como mucho en 2017". A partir de ahí, el consejero delegado es consciente de que, basados en un solo producto, Life Length no puede ir mucho más allá. "No nos podemos permitir un comercial en India", explica. "Una empresa como esta está destinada a que la compre un gigante de los análisis médicos".

El difícil negocio de la ciencia

T. F. M.

España era en 2013 el primer país de la Unión Europea en número de empresas activas en el negocio de la biotecnología, según la OCDE. Sus 2.813 compañías solo son superadas por las 11.365 existentes en Estados Unidos. Sin embargo, esa cifra tiene sus matices. Para empezar, solo un 19% de esas empresas (554 en total) están dedicadas exclusivamente a la biotecnología, frente a las 1.284 de Francia y las 577 de Alemania. Es más, con casi 200 productos en fase de desarrollo, España está por detrás de Reino Unido, Alemania, Francia y Suecia, según datos de EY. Solo el 1,2% de las patentes biotecnológicas son españolas (octavo en la UE y 17º en la OCDE) y el gasto en I+D, de 756 millones de dólares, es solo dos tercios del alemán y un 20% del francés.

La patronal del sector, Asebío, prefiere verlo del lado positivo. "La biotecnología siempre se ha tenido como una promesa", señala Jordi Martí, su presidente. "Ahora ya tenemos los números para demostrar que somos una realidad tanto en el ámbito nacional como internacional, un sector saludable que devuelve mucho a la sociedad en todas sus vertientes. Representábamos el 2,9% del PIB en 2008 y ahora es el 9%. El empleo ha crecido un 66% y la facturación se ha multiplicado por 292".

Pero las cifras dan a entender los problemas de la biotecnología española: un mercado fragmentado y un escaso énfasis en la I+D que se condensa en pocas patentes. Para salir de esa situación, el sector apuesta por reorientar la financiación hacia empresas jóvenes e innovadoras y una mayor presencia del capital riesgo. "Son necesarias políticas que hagan independiente la inversión del ciclo económico", apunta Martí.

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.

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